Trump: Un año de dinamita pura en la Casa Blanca

A. Rey / L. G. del Valle N.Y., CORRESPONSAL / LA VOZ

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JIM WATSON | AFP

Trump cosecha estrepitosos fracasos y exiguos éxitos en el primer aniversario de su victoria

05 nov 2017 . Actualizado a las 09:00 h.

Al 2016, que ya comenzaba a ser conocido como el annus horribilis, después de que las urnas avalasen el brexit o la negativa al acuerdo de paz con las FARC solo le faltaba tocar fondo el 8 de noviembre. Aquel martes negro el candidato republicano a las presidenciales de EE.UU. se hacía, contra todo pronóstico, con el bastón de mando. Y todo cambió para los ciudadanos de la tierra del tío Sam. Desde hace casi un año, términos como «injerencia electoral rusa», y fake news forman parte del glosario habitual de los estadounidenses, y las polémicas de la saga del neoyorquino son una constante en su rutina. Si a esto se le añade que el magnate deja patente a diario que es imprevisible y excéntrico, se entiende que estos doce meses hayan estado marcados por el caos y el desconcierto.

fracasos

El enemigo en casa. Trump ha perdido sus peores batallas en casa. A pesar de que los republicanos cuentan con mayoría en las cámaras, se ha visto incapaz de poner orden entre conservadores y moderados de su partido. Esa falta de autoridad del magnate no solo es la culpable del estancamiento en la agenda política republicana en Capitol Hill, sino que además amenaza con derrumbar esa mayoría en las legislativas de noviembre 2018. A esto hay que añadir la lista de insurrectos que han ido saliendo a flote en los últimos meses en las filas republicanas. Los últimos, los Bush. Si antes de las elecciones tanto el padre como el hijo manifestaron que no se fiaban de Trump, ayer se supo que H.W. Bush no había votado a Hillary Clinton y que considera al magnate un «fanfarrón».

El Obamacare. Sus dotes de negociador tampoco le han valido de mucho en Washington, donde Trump sigue «sin drenar el pantano» como prometió y sin satisfacer su «contrato con el votante americano». Los intentos por derogar una de las leyes estrella del presidente anterior, el Obamacare, son buena muestra de ello. Pese a ser un feroz detractor de esta reforma sanitaria que da cobertura a millones de estadounidenses, la oposición de tres senadores hace de momento imposible la idea de abolir el proyecto.

Inmigración. La política migratoria tampoco ha cumplido con las expectativas, después de que una y otra vez, los jueces hayan bloqueado sus intentos de prohibir la entrada de parte de la comunidad musulmana en EE.UU. La construcción de un muro en la frontera con México tiene un futuro incierto. Aunque desde hace un mes ya hay máquinas trabajando en la construcción de prototipos en una zona deshabitada de Tijuana, lo cierto es que el presidente no ha conseguido que el Congreso le apruebe los fondos necesarios para llevar a cabo su proyecto estrella.

escándalos

El Rusiagate. Las detenciones de exasesores de Trump en el marco del Rusiagate han elevado el caso a un nivel jamás visto hasta el momento. Las sospechas de una coordinación entre la campaña republicana y el Kremlin han puesto en el disparadero hasta al primogénito del presidente, Donald Trump Jr., «encantado» con que una abogada cercana a Putin le proporcionara munición contra «la deshonesta» Hillary Clinton. Tanto el Kremlin como el equipo del neoyorquino se esfuerzan en paliar los efectos de este tsunami del que cada día se revelan datos. De hecho, ayer mismo saltaba la liebre en Rusia sobre un posible encuentro entre Putin y su homólogo estadounidense, manifestando el Kremlin que ambos líderes necesitaban «una larga conversación» que probablemente se produzca la próxima semana en Vietnam.

Los despidos. Un año después de su victoria, la inquietud ahoga a una Casa Blanca donde se han instalado las puertas giratorias que han popularizado el famoso «viernes de los despidos», padecido por más de una decena de miembros del equipo del presidente. Entre ellos, el exportavoz Sean Spicer, el exjefe de gabinete Reince Priebus y aquel que ejercía el poder en la sombra, Steve Bannon.

Próximos desafíos

Las relaciones con Asia. Uno de los asuntos más peliagudos para los expertos es la postura agresiva que Trump ha mantenido con Corea del Norte. La escalada de tensión va a ser tratada estos días con sus socios en el Pacífico -hoy llega a Japón en el marco de una gira de 12 días-, que no olvidan el primer discurso del magnate en la Asamblea General de la ONU, donde amenazó con destruir a Pionyang. Su alocución de entonces fue la antesala de un posterior golpe al multilateralismo, tras anunciar que no certificaría el acuerdo nuclear con Irán, firmado con las grandes potencias en el 2015.

La reforma fiscalAntes de que Trump cumpla en enero los 365 días de gobierno, el presidente necesita una victoria legislativa con la que poder afianzar la candidatura republicana para la cita con las urnas en el 2018. Por eso la reforma fiscal se presenta como su gran reto, en el que conviene no olvidar que la bancada más conservadora se opone a cualquier incremento en el endeudamiento federal.

Logros

La economía. Si en algo está siendo Trump eficiente es el ámbito de la economía. El empresario pilota ahora unas cuentas que crecen al 3 % y una tasa de paro que se encuentra en unos mínimos del 4,2 %. Un ascenso sostenido a pesar del impacto de los huracanes María, Irma y Harvey.

Hegemonía en el Supremo. Si en estos meses ha habido una victoria clara y significativa de Donald Trump, esa ha sido la de devolver a los conservadores la hegemonía del Tribunal Supremo. La elección de Neil Gorsuch, conocido por su estricta interpretación de la Constitución, como juez vitalicio en el alto tribunal, inclina hacia la derecha durante los próximos años la composición de la máxima instancia judicial de Estados Unidos.

El Dorado para 12 millones de inmigrantes que pende de un hilo

l. g . v.

S udor, esfuerzo y, si falta hiciese, lágrimas. La meritocracia debe ser, según Donald Trump, la única vía de acceso al sueño americano, pero esta idea no le ha dado más que quebraderos de cabeza en su primer año de mandato. Sin embargo, tras el atentado el pasado martes en Nueva York, perpetrado por el uzbeko Sayfullo Saipov, que había conseguido la residencia estadounidense gracias al Diversity Visa Program, puede que el magnate salga airoso de una de sus constantes batallas contra la inmigración.

Para que el caladero de extranjeros que durante años ha sido Estados Unidos se convierta en un embudo, el neoyorquino pretende dar carpetazo a la lotería de green cards de la que se benefician, como Saipov en el 2009, 55.000 inmigrantes. «Hay que parar esta locura», comentaba esta semana sobre estos documentos de identidad que permiten a los foráneos residir y trabajar de manera permanente en cualquier ciudad de Estados Unidos. Conocidas por su color debido a sus similitudes con unas tarjetas que se introdujeron en el país al finalizar la II Guerra Mundial, son El Dorado para ciudadanos de todo el mundo que buscan un futuro más próspero. Lleva desde principios de los noventa siendo garantía de votos del bando demócrata, que solo se ha tambaleado en torno a esta cuestión en el 2013, cuando el conocido como «grupo de los ocho» -cuatro senadores republicanos y cuatro demócratas- intentó modificar la legislación para reemplazar este programa por un sistema de méritos que atendiera a cuestiones laborales y familiares.

Países vetados

Quien participa en esta lotería se enfrenta a otros 12 millones de personas, y desde que solicita este visado hasta que lo recibe puede pasar más de un año, en caso, claro, de ser uno de los premiados. El resto, entre los que este año se encontraban ciudadanos de México, Perú, Filipinas, Colombia o Reino Unido -que ya habían enviado más de 50.000 inmigrantes en los últimos cinco años-, tienen otras vías de acceso, pero del todo alejadas de la diosa Fortuna.