Las dos Coreas sellan la reapertura del diálogo militar en una reunión histórica

sara r. estella PEKÍN / E. LA VOZ

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STRINGER | Reuters

Piongyang marcó líneas rojas y aseguró que su programa nuclear es innegociable

10 ene 2018 . Actualizado a las 08:21 h.

La sensación de alivio tras los últimos guiños norcoreanos a Seúl, con rebaja de la retórica bélica incluida, daba paso ayer a un aliento contenido a la espera de las consecuencias del que fue un encuentro histórico. En un inusual tono de cordialidad, representantes de las dos Coreas llegaron a varios acuerdos en la primera reunión que ambos países mantienen en más de dos años. Pero lo más importante: el encuentro en la simbólica Panmunjom sirvió para fijar conversaciones militares periódicas para rebajar la tensión en la península.

En este sentido, la delegación enviada por Kim Jong-un comunicó que desde hoy mismo reabrirá y utilizará una de las líneas destinadas a comunicaciones militares, que cerró en febrero del 2016, para negociar posibles movimientos que contribuyan al entendimiento y a reducir la posibilidad de errores de cálculo en la frontera más militarizada del mundo. Una intención a la que Corea del Sur ya ha contribuido con el aplazamiento de las maniobras militares conjuntas con Estados Unidos que realizan cada año. Ensayos que Piongyang considera un proyecto piloto de una futura invasión.

El encuentro se produjo en la aldea fronteriza de Panmunjom, conocida como «aldea de la paz», porque fue allí donde en 1953 se firmó el armisticio que puso fin a la confrontación armada entre ambos territorios, aunque técnicamente siguen en guerra. Estas conversaciones abren una puerta a la esperanza y cumplen la meta del presidente surcoreano, Moon Jae-in, gran defensor del diálogo entre ambos países. Especialmente a tenor del repunte de las tensiones durante 2017 a cuenta de los avances y las pruebas militares norcoreanas. 

Deshielo en riesgo

Precisamente el programa nuclear norcoreano es el asunto que más divide a ambos territorios, que inmersos en el deshielo, prefirieron abordarlo en una reunión más adelante. Tras una cita que se prolongó durante 11 horas, Ri Son Gwon, cabeza de la delegación norcoreana, aseguró en un comunicado que su desarrollo militar «no es un asunto entre el Norte y el Sur» y añadió que «sacar a colación este asunto traería consecuencias negativas y pondría en riesgo los pasos positivos dados hoy». «Todas nuestras armas, incluidas las bombas atómicas, las bombas de hidrógeno y los misiles están dirigidas solo a Estados Unidos, no a nuestros hermanos, ni a China ni a Rusia», zanjó.

El tanto que consiguió apuntarse Seúl fue el de lograr el «sí» del régimen de Kim Jong-un a enviar una delegación olímpica a los Juegos de Invierno de Pyeongchang, pero queda por saber si los atletas del Norte y el Sur desfilarán juntos bajo una misma bandera. En los llamados «juegos de la paz», mientras duren las competiciones no habrá pruebas balísticas que aumenten la tensión y pongan en riesgo la seguridad. Seúl también propuso realizar una reunión entre familias de ambos territorios coincidiendo con el Año Nuevo Lunar, aunque en el comunicado conjunto no se concretó si se llevarán a cabo.

Los planes de guerra siguen sobre la mesa

Washington fue muy cauteloso con las conversaciones entre Seúl y Piongyang. Y aunque les dio la bienvenida, llamó a vigilar que se cumplan las sanciones. El «Wall Street Journal» sostiene que el Gobierno están debatiendo la posibilidad de lanzar un ataque limitado en Corea del Norte sin desatar una guerra en la península. Se trataría de «hacer sangrar la nariz» al régimen de Piongyang y se lanzaría como respuesta a cualquier prueba nuclear o balística. Buscaría demostrarle a Kim Jong-un «el precio a pagar por su comportamiento».