No diga Hollywood, diga Casa Blanca

adriana rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

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Kevin Lamarque | reuters

Las peticiones para que Oprah Winfrey sea candidata sacan a relucir la desazón de los votantes con el «statu quo»

12 ene 2018 . Actualizado a las 07:54 h.

«Oprah 2020». Este eslogan resume el debate en el que Estados Unidos lleva anclado los últimos cinco días. El discurso de la presentadora Oprah Winfrey en los Globos de Oro del pasado domingo provocó la especulación de que la magnate de los medios de comunicación podría estar pensando en concurrir a las próximas elecciones. Pero ¿no es esta una idea inverosímil? Es probable. Pero recuerden que Donald Trump es el actual presidente de Estados Unidos, y que con su llegada a la Casa Blanca ha abierto la veda a la figura de los «presidentes-celebridades», personalidades capaces de traducir su fama en éxito político.

El primero en demostrarlo fue Ronald Reagan. Elegido dos veces como presidente del sindicato de actores (SAG, por sus siglas en inglés), el expresidente participó en películas como Knute Rockne, All American, antes de proclamarse gobernador de California en 1967 y ganar la Casa Blanca trece años después. Su ejemplo sirvió al director y actor Clint Eastwood, quien tras haber estado décadas involucrado en la política, alcanzó la alcaldía del pueblo californiano Carmel by the Sea en 1986. La lista de celebridades que se han valido de su fama para alcanzar las instituciones cuenta además con la estrella protagonista de Terminator y ex Míster Universo, Arnold Schwarzenegger, que se hizo con el mando del estado de California en el 2003.

La idea de que una carrera presidencial de Winfrey es producto de la exageración mediática es para muchos expertos una reflexión simplista. Los analistas ponen el foco en las evidentes ventajas que tiene una celebridad sobre el político convencional, especialmente ahora que los ciudadanos están desencantados con el statu quo.

Apoyo demócrata

El debate sobre una Oprah como primera mujer presidenta de EE.UU. es también consecuencia del vacío existente por la falta de mensaje y liderazgo demócrata. De hecho, la mera posibilidad de una carrera presidencial con Winfrey a la cabeza motivó el apoyo de varios representantes de esta bancada, que expresaron su entusiasmo en las redes sociales. «¡Corre, Oprah, corre! Un ejército de mujeres lucharía por ti», escribió la congresista Jackie Speier. «Es una verdadera líder», añadió la senadora por Nueva York Kirsten Gillibrand, sin reparar en las voces que desde Capitol Hill aseguraban no concebir dicho escenario. Sin embargo, sentenciar que Winfrey no puede pasarse al plano político no es plausible, porque Trump lo hizo. Otra cosa diferente es la capacidad para desempeñar el cargo. La falta de experiencia es la primera crítica que se ha lanzado contra la presentadora y la misma que se le sigue achacando al magnate. «No sé cuánto sabe sobre política, pero demonios, estaría compitiendo contra Donald Trump, no contra Winston Churchill», se mofó la analista política, Ana Navarro. La polémica también ha provocado indignación entre medios tan consolidados como The Washington Post que, sin tapujos, han hecho una llamada a la cordura: «¿Nos hemos vueltos locos o qué?»