La UE abrirá los brazos a los británicos si deciden dar marcha atrás al «brexit»

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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Tom Nicholson | dpa

Tusk intenta atraerlos ante las dudas y el miedo que siembra el divorcio en la isla

17 ene 2018 . Actualizado a las 06:58 h.

Nunca es demasiado tarde para rectificar. Es el mensaje que envió ayer la UE al Reino Unido. El encargado de lanzar el salvavidas fue el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien aseguró a los británicos que todavía están a tiempo de dar marcha atrás, de revertir la decisión de abandonar la UE y seguir a bordo junto a sus 27 socios europeos: «Nuestros corazones siguen abiertos a vosotros», dijo.

El polaco intervino en la polémica que suscitó la semana pasada el ex líder euroescéptico del UKIP, Nigel Farage, al sugerir tras abanderar a los eurófobos y empujar a su país hacia el precipicio en el 2016 que «quizá deberíamos tener un segundo referendo», con la excusa de reforzar a los partidarios de la ruptura. El cofundador de la campaña a favor de la salida, Arron Banks, se sumó a la propuesta que respaldan liberales y ex laboristas como Tony Blair desde hace meses.

Y es que tras año y medio de negociaciones para arreglar el divorcio con la UE, el Gobierno de Theresa May solo ha conseguido avanzar a duras penas hacia la segunda fase de negociaciones y el miedo empieza a calar entre ciudadanos, políticos y empresarios. El corazón de la todopoderosa City londinense se encoge al ver venir los negros nubarrones desde el otro lado del Canal de la Mancha. «El objetivo de la UE es destruir al Reino Unido como unidad financiera en el futuro», alertó ayer en la Eurocámara el británico del UKIP, David Coburn.

El enroque del negociador europeo, Michel Barnier, y la inusitada unión de la que están haciendo gala los Veintisiete hizo saltar por los aires los cálculos de los que creían que el Reino Unido podría conseguir un trato privilegiado fuera de la UE sin tener que cumplir con las obligaciones de pertenecer al club. Con todo, hay quienes todavía se resisten a admitir que el país se ha adentrado en un callejón sin salida. El ministro de Exteriores, Boris Johnson, insiste en que los británicos no están «implorando» otro referendo y que, de celebrarse, el resultado sería similar al de junio del 2016.

Tampoco la primera ministra, Theresa May, o el líder laborista, Jeremy Corbyn, respaldan esa posibilidad por la factura política que puede conllevar. pero en la UE hay precedentes. Francia y Holanda votaron en contra de la Constitución europea en el 2005 y para sortear la voluntad popular Bruselas mutó el texto hasta convertirlo en el Tratado de Lisboa, aprobado en el 2008. Irlanda tuvo que someterlo a votación dos veces para conseguir la luz verde.

La UE sigue tendiendo la mano a los británicos: «Nuestra puerta sigue abierta», insistió ayer el líder de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. «¿No fue el propio David Davis quien dijo que, si una democracia no tiene capacidad para cambiar de opinión, deja de ser una democracia? », planteó Tusk al creciente grupo de desertores y descreídos del brexit.

El Gobierno de May no tiene previsto dar marcha atrás. Deberá empezar a negociar el período de transición antes de hablar de la relación futura. La UE exige claridad y celeridad: «Dejen de quejarse y den pasos adelante», les espetó el líder de los populares en la Eurocámara, Manfred Weber. El representante de la institución para el brexit, Guy Verhofstadt, les instó a formalizar cuanto antes el acuerdo de retirada, detallar cómo se preservarán los derechos de los ciudadanos y garantizar que no habrá acuerdos a la carta. Toda la legislación europea deberá ser respetada por los británicos durante el proceso de desconexión. «Nunca permitiremos que al final puedan tener mejores condiciones estando fuera que dentro de la UE», advirtió el belga.