El bipartidismo alemán, en horas bajas

Patricia Baelo BERLÍN / CORRESPONSAL

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Britta Pedersen | dpa

El nuevo ministro de Finanzas, el socialista Olaf Scholz, promete seguir la senda de la austeridad

11 feb 2018 . Actualizado a las 09:35 h.

Alemania, sinónimo de eficacia en el sur de Europa, lleva casi cinco meses huérfana de Gobierno. El período de incertidumbre política más largo de su historia reciente se explica por el giro a la derecha de la población a raíz de la llegada de refugiados y, sobre todo, por la crisis de identidad en la que están sumidos los dos grandes partidos. Tras las elecciones de septiembre y el fracaso del tripartito entre la CDU/CSU, los liberales y los ecologistas, el bloque conservador y los socialdemócratas se han visto obligados a aliarse por tercera vez para evitar un Ejecutivo en minoría y la convocatoria de nuevos comicios que solo habrían fortalecido a la ultraderecha. Pero el pacto para reeditar la gran coalición, que vio la luz el miércoles después de negociaciones maratonianas y aún pende de un hilo, no ha hecho sino agravar las divergencias en el seno de ambas formaciones.

El semanario Der Spiegel se atrevía a caricaturizar ayer a Angela Merkel, a la que representa desnuda mientras varios pesos pesados del SPD le arrebatan la ropa. Un símbolo de las concesiones que ha tenido que hacer la canciller, que obtuvo en septiembre su segundo peor porcentaje al frente de la CDU, con tal de perpetuarse en el poder. Medios y analistas coinciden en que la líder conservadora está más débil que nunca, tal como refleja el hecho de que se haya conformado con 5 de los 14 ministerios de su nuevo Gabinete y legado 6 a sus socios minoritarios. Un gesto con el que, a ojos de sus correligionarios, Merkel termina de materializar el viraje al centro que inició con la crisis migratoria del 2015 para distanciarse de la ultraderechista AfD.

Prueba de fuego

La canciller se someterá a una prueba de fuego el próximo 26 de febrero, cuando en un congreso los 1.000 delegados de la CDU votarán a favor o en contra del acuerdo de gran coalición. Todo apunta a que no habrá sorpresas, pues estas citas son consideradas un trámite. No obstante, ese día sí se espera un debate sobre la identidad del partido, que no deja de perder en los sondeos y en el que cada vez más voces se plantean la posibilidad de que su líder no aguante hasta el final de su cuarta legislatura, que se presenta como la más complicada. No solo porque AfD será la primera fuerza opositora en el Bundestag, dado que quedó tercera en las generales tras capitalizar el creciente rechazo a la acogida de inmigrantes. Sino sobre todo porque, con la excusa de la cesión de poderosos ministerios, sus propias filas han empezado a hablar de un futuro sin Merkel.

Especialmente controvertido resulta el traspaso de Finanzas al socialista Olaf Scholz, pese a que el aún alcalde-gobernador de Hamburgo dejaba claro que seguirá la senda de la austeridad que marcó el cristianodemócrata Wolfgang Schäuble. «El SPD apuesta por unas finanzas sólidas», afirmó Scholz, dando a entender que mantendrá el déficit cero. Asimismo, el nuevo rostro fuerte de la socialdemocracia alemana apeló a sus correligionarios a «enderezar juntos el partido para volver a lograr resultados por encima del 30 %». Toda una utopía para una formación que hoy se sitúa en el 17 % de intención de voto, un porcentaje que empeora el 20 % que obtuvo en septiembre.

A ello hay que sumarle la lucha interna entre el jefe saliente, Martin Schulz, y su antecesor, Sigmar Gabriel, por el Ministerio de Exteriores. Una disputa que se saldaba el viernes con la renuncia del expresidente de la Eurocámara a ocupar ese y cualquier otro puesto en la futura gran coalición de Gobierno. Según dijo el propio Schulz, prefiere sacrificarse antes de arriesgarse a que fracase la consulta vinculante que se celebrará el 4 de marzo entre los casi 464.000 afiliados del SPD y que se perfila como el peor escollo para la formación del nuevo Ejecutivo dada la reticencia que despierta la ya bautizada «alianza de los perdedores».