«Solo esperamos nuestro turno para morir»

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

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Samer Bouidani | DPA

Los civiles de Guta oriental se sienten abandonados cuando las cifras de muertos sobrepasan los 300

22 feb 2018 . Actualizado a las 07:10 h.

«Solo esperamos nuestro turno para morir. Eso es lo único que puedo decir», afirmaba desde Duma, la ciudad más grande de Guta oriental, Bilal Abu Salah. «Casi todos los habitantes vivimos ahora en refugios. Hay cinco o seis familias en una sola casa. No hay ni comida y ni comercios», explicaba el joven a Reuters, junto a su mujer embarazada.

Las bombas y barriles explosivos (un arma ilegal y barata) de las fuerzas de Bachar al Asad siguieron cayendo este jueves sobre el bastión opositor de la periferia agrícola de Damasco al mismo ritmo que aumentaban los muertos. A mediodía de ayer ya sumaban 45, con lo que la cifra de bajas civiles tras cuatro días de intensos ataques sobrepasaba los 300, entre ellos 71 niños y 42 mujeres, y a 1.500 los heridos, según los datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

Ni las condenas ante la «aniquilación monstruosa» de sirios, en palabras del relator de derechos humanos de la ONU, ni los llamamiento a un alto el fuego de António Guterres o Emmanuel Macron frenaron los bombardeos. Para salvar la cara, Rusia solicitó una reunión hoy en el Consejo de Seguridad de la ONU. Horas antes se había limitado a rechazar su participación en la carnicería de civiles en Guta. «Son informaciones infundadas», aseguró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Según la OSDH, por primera vez en tres meses, aviones rusos atacaron el martes el feudo rebelde, incluido en las zonas de distensión acordadas hace seis meses con Irán y Turquía.

Los 400.000 habitantes de Guta se sienten abandonados. «¿Dónde está la comunidad internacional, dónde está el Consejo de Seguridad? Nos dejan para que nos asesinen», denunciaba en la BBC el doctor Basam desde enclave rebelde. «Apuntan a todo: tiendas, mercados, hospitales, escuelas, mezquitas, todo», añadió. Nadie está a salvo. El patrón de Alepo se repite en Guta. Los intensos bombardeos son el preludio de la operación terrestre del régimen para recuperar esta zona agrícola que abastecía de agua y alimentos a Damasco.

En el noroeste del país, las milicias leales a Al Asad continuaron desplegándose en el enclave de Afrin en apoyo de los kurdos de las YPG, ante la ofensiva de Turquía. Un comandante progubernamental dijo a Reuters que ayer retrocedieron tras recibir fuego turco. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, llamó a Ankara y Damasco a dialogar. Turquía reconoció negociaciones indirectas con el régimen.