Bélgica sospecha que el yihadismo ha radicalizado a delincuentes en prisión

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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FRANCOIS LENOIR

Un recluso de permiso asesina a dos policías y un civil en pleno corazón de Lieja

30 may 2018 . Actualizado a las 10:17 h.

Al grito de «Alá es grande», según los testigos, Benjamin Herman acuchilló y abatió ayer a tiros a dos policías y un viandante en el Boulevard d Avroy, en pleno corazón de Lieja (Bélgica). El asesino, de 31 años y oriundo de Rochefort, comenzó la matanza a las 10.30 de la mañana, solo 24 horas después de recibir su décimo cuarto permiso penitenciario. Acuchilló a dos agentes de 45 y 53 años en los aledaños de una cafetería con el objetivo de arrebatarles las armas de fuego reglamentarias y tirotearlas. Tras disparar a una tercera víctima que se encontraba dentro de su vehículo, estacionado en el lugar de los hechos, Herman emprendió la huida hacia el colegio Léonie d Avroy, donde tomó como rehén a una empleada de la limpieza. Allí se atrincheró a la espera de que llegase la policía, contra la que abrió fuego hiriendo a cuatro agentes más antes de ser finalmente abatido.

«El objetivo del asesino era atacar a la policía. La acción estaba dirigida contra el Estado belga», explicó el jefe del cuerpo de policía de Lieja, Christian Beaupère, quien todavía no encuentra explicaciones a los hechos. ¿Quién y qué motivaciones tenía el asesino? La policía federal investiga el caso. La línea inicial apunta a un ataque de carácter terrorista, pero las autoridades belgas están encontrando muchas dificultades para poder hacer un perfil criminal claro.

En su entorno no se han podido encontrar vínculos con el yihadismo pese a que algunos de sus compañeros de celda confesaron a la RTBF que se habría convertido al Islam hace más de un año. Una fuente citada por la AFP afirma que estaba fichado por contactos con islamistas radicales y la fiscalía no descarta la posibilidad de que Herman se hubiera radicalizado en la cárcel de Lantin sin levantar las sospechas de los funcionarios.

El joven cumplió penas por robos, tráfico de drogas y desórdenes públicos y destacaba en la prisión por su carácter ultra violento y antisocial. A pesar de ello, pudo beneficiarse de hasta once salidas de un día y catorce permisos penitenciarios, según confirmó ayer el ministro de Justicia, Koen Geens. ¿Por qué? «Para preparar su reinserción», justificó sin entrar a valorar si los dos programas de prevención de la radicalización en las prisiones están funcionando. «Las prisiones belgas no pueden seguir siendo nidos de yihadistas», criticaba ayer en su editorial el diario La Libre Belgique

El mismo caso que Abdeslam

Este último ataque ha consternado a la opinión pública belga y a los expertos. Algunos, como el comisario de la división de antiterrorismo de la policía federal belga, Alain Grignard, advertía ya en el 2016 de la necesidad de adaptarse a los nuevos perfiles de los atacantes: «Antes se trataba de un asunto de islamistas radicales, individuos que se veían empujados a la violencia por una interpretación extremista del Islam, pero ahora cada vez más nos enfrentamos a lo que podríamos describir como radicales islamizados», declaró a L´Observateur.

El matiz es revelador. En las motivaciones de estos nuevos terroristas no prima el celo por la religión sino el ansia por canalizar su odio y resentimiento hacia la sociedad en forma de violencia extrema apoyándose en el Islam. Una descripción que encaja a la perfección con el ya célebre terrorista Salah Abdeslam, implicado en la matanza de París del 13 de noviembre del 2016 y en un tiroteo contra policías belgas solo tres días antes de su captura. Antes de «radicalizarse», su vida se limitaba a los pequeños hurtos y el consumo de droga.

Por el momento las autoridades belgas no elevarán el nivel de riesgo terrorista, situado ahora en el 2 en una escala de 4. Las escuelas no abrirán sus puertas hasta mañana y los equipos de médicos y psicólogos están atendiendo tanto a los familiares de las víctimas como a los escolares.

«Escuchamos un bum y los profes nos dijeron: ´¡Vámonos, vámonos!´»

Pese a que las autoridades belgas ya no dejan ver el amateurismo policial y judicial que lastraba su actuación contra el yihadismo hace unos años, la situación de permiso penitenciario en que se hallaba Herman interpeló directamente al primer ministro, Charles Michel, bajo cuyo mandato Bélgica se ha convertido en uno de los países europeos donde con más fuerza golpea el yihadismo.

«El nombre del autor de los hechos aparece en dos informes de Seguridad del Estado y en un informe de la Policía», informó en una rueda de prensa, en la que detalló que se le nombraba «en contacto con otras personas» y «no directamente», una razón por la que, según explicó, «los servicios consideraron que no debía darse una calificación al autor».

La situación, de todos modos, no está libre de polémica. Una fuente próxima a la investigación citada por AFP desveló que Herman se encontraba en plena «huida hacia adelante» tras haber «perpetrado un asesinato» la noche del lunes en On, localidad del sur de Bélgica donde, según medios locales, un toxicómano de 30 años fue hallado muerto en su domicilio. 

«Todo el mundo lloraba»

Al tenerse constancia del ataque en Lieja, la policía desplegó un amplio perímetro de seguridad alrededor del bulevar de Avroy. A mediodía, los padres de los alumnos del colegio acudieron aterrorizados a buscarlos. Julie Fernandez, la madre de un niño de 7 años y diputada federal, confirmó que los menores «no vieron nada» porque fueron evacuados por la parte posterior del centro. Uno de los escolares explicó a la RTBF que estaban jugando al fútbol cuando todo ocurrió. «Escuchamos un bum. Era el arma. Todos los profes nos dijeron: ‘¡Vamonos, vámonos!». Entonces pasamos a las instalaciones de los más pequeños por la ventana». «Todo el mundo lloraba», dijo otra niña.

Bélgica sufrió el mayor atentado terrorista de su historia el 22 de marzo de 2016 cuando dos comandos de yihadistas suicidas mataron a 32 personas e hirieron a otras 340 en sendos ataques casi simultáneos perpetrados en el aeropuerto de Bruselas-Zaventem y la parada de metro de Maelbeek. Desde entonces, el país ha sido escenario de otros cuatro ataques, la última vez en agosto de 2017, cuando un hombre atacó con un cuchillo a tres militares en el centro de Bruselas antes de ser abatido por las fuerzas del orden.