La UE se lanza a forjar alianzas para evitar que Trump dinamite el orden mundial

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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El primer ministro chino, Li Keqiang, con los jefes de la UE, Donald Tusk y Jean-Claude Juncker
El primer ministro chino, Li Keqiang, con los jefes de la UE, Donald Tusk y Jean-Claude Juncker WANG ZHAO

Pekín se compromete a reformar la OMC, proteger el libre comercio y el multilateralismo

17 jul 2018 . Actualizado a las 07:31 h.

«Enemigos». Fue la etiqueta que le colgó Trump a sus socios y aliados europeos el domingo. Para el presidente de EE.UU., la UE es la gran amenaza de la industria norteamericana. En línea con su «America first» (América primero), el magnate ha declarado una guerra comercial sin cuartel a cualquier economía que le haga sombra. La última acometida llegó ayer en forma de denuncia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Washington presentó cargos contra la UE, China, México, Canadá y Turquía por responder a los aranceles impuestos por el republicano a las importaciones de acero y aluminio.

La escalada con Pekín es aún mayor. Sus autoridades tuvieron que acudir ayer al organismo para cruzar otra denuncia contra Washington por la imposición de tarifas a sus productos por valor de 200.000 millones de dólares. «No solo Europa. China, Rusia... Parece que todo el mundo es su enemigo», ironizó el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, mientras los altos cargos de la UE buscaban aliados en el continente asiático para contrarrestar al «huracán Trump».

La primera parada: China. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, instó a todos los socios comerciales a respetar las reglas de juego que trajeron paz a Europa, desarrollo al país asiático y el fin de la Guerra Fría. «La arquitectura del mundo está cambiando ante nuestros ojos. Es un deber de Europa, China, América y Rusia no destruir este orden sino mejorarlo. Hay tiempo de evitar el caos y el conflicto», sostuvo, consciente de que el multilateralismo y el libre comercio podrían tener los días contados si la UE y sus aliados internacionales no se coordinan para contrarrestar la ofensiva de Trump. De ahí que gestos, como la firma del acuerdo comercial UE-Japón que se sellará hoy, sean tan importantes.

Mientras Tusk y el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, trataban de dar un impulso político a las negociaciones con China para lanzar al mundo un mensaje de optimismo, la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, se encargaba en Bruselas de apagar el incendio provocado por las provocadoras palabras de Trump. La italiana quiso dejar claro que las malas relaciones con el inquilino de la Casa Blanca no dañarán las relaciones con EE.UU. «Un cambio de Administración no cambia la amistad entre países y sus gentes y por supuesto consideramos a EE.UU. un amigo cercano Pero tenemos muchos más en el mundo: Canadá, Corea del Sur, Australia, Japón, Nueva Zelanda».

Parece, sin embargo, inevitable que las maniobras de Trump socaven los lazos entre ambos «amigos». La UE lo sabe bien y se ha lanzado a la búsqueda de nuevas alianzas para sostener el libre comercio y el multilateralismo. A pesar de las suspicacias que levanta Pekín, los 28 lograron que el Gobierno chino les tienda la mano. «Caminaremos junto a la UE. China no está en una guerra comercial porque nunca hay ganadores», incidió el primer ministro chino, Li Keqiang, quien también salió en defensa de la unidad de la UE frente a las presiones que recibe de Washington y Moscú. «Reafirmamos nuestro apoyo a su integridad. Queremos ver la unión y prosperidad de la UE», sostuvo.

El capote llegó mientras Trump se reunía con Putin en Helsinki, un encuentro rodeado de polémica después de que el norteamericano insinuase en la última cumbre de la OTAN que la posición de su país sobre los conflictos entre Rusia y la UE está abierta. «No parece que le importe mucho la opinión de la UE», reconoció ayer el ministro de Exteriores, Josep Borrell, quien propuso mostrar una «actitud cool» frente a las «hipérboles» del republicano. Trump no teme las ambiciones imperialistas del ruso en Europa ni la indignación de Bruselas. Su rechazo al multilateralismo, a la búsqueda de aliados para garantizar la seguridad y el comercio globales dejan en la cuerda floja el futuro de la OMC.

Li Keqiang izó la bandera del libre comercio. «China y la UE deben enviar un mensaje positivo al mundo de que nuestras economías seguirán creciendo», insistió antes de confirmar su compromiso de reformar la OMC para forjar relaciones comerciales «más justas y equilibradas». En esa carrera se encuentra el gigante asiático, acusado de dopar a su industria para destruir a las occidentales. A pesar de que Bruselas y Pekín esperan cerrar un ambicioso acuerdo de inversiones los próximos meses, la UE no se fía. La comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, exigió ayer a China que levante las barreras al capital europeo. Li le pidió calma y le recordó que ya prohibieron la transferencia obligatoria de tecnología y propiedad intelectual, una demanda de Bruselas y Washington.

Una brecha política y comercial cada vez mayor

«Hay varios asuntos en los que no tenemos el mismo punto de vista», admitía ayer el ministro de Exteriores belga, Didier Reynders, tratando de cubrirse del chaparrón de acusaciones dirigidos desde la Casa Blanca en dirección al Viejo Continente. Donde la UE ve «diferencias», Trump ve traiciones y juego sucio por parte de sus «enemigos europeos». Los frentes abiertos entre los 28 y Washington se multiplican a medida que crece la inquina del republicano.

Cambio climático

Detroit por delante. Las primeras señales de alarma se encendieron en junio del 2017. Nadie se podía creer la amenaza de Trump de abandonar el Acuerdo de París, un pacto histórico firmado por 195 países para luchar contra el cambio climático. Pero finalmente lo hizo. El segundo mayor emisor de CO2 en el mundo dijo adiós a los compromisos que había adquirido el país bajo el timón de su predecesor, Barack Obama, para honrar el «America first». «Es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París», afirmó Trump entonces.

Geopolítica

El desmarque del pacto iraní. En su empeño por mostrar músculo político, autoafirmarse, ganar influencia internacional y, sobre todo, desacreditar el legado de Obama a ojos de los estadounidenses, Trump inició una carrera de graves interferencias y quiebros geopolíticos impredecibles que han amenazado con incendiar muchas zonas calientes cercanas a Europa. Uno de ellos llegó tras meses de equidistancia en torno a la participación de Rusia en la guerra siria. A pesar de sus tempranos guiños de complicidad hacia Vladimir Putin, decidió hacer su primera incursión bélica exterior en el país árabe el pasado abril. Lo hizo con apoyo de Francia y Reino Unido. La imagen de la ONU volvió a salir muy dañada de esa operación tras constatarse la ineficacia del multilateralismo. El último y más peligroso movimiento llegó el pasado mayo, cuando el norteamericano anunció la ruptura del pacto nuclear con Irán y la restauración de las sanciones al país persa. El acuerdo, de frágil equilibrio, fue avalado por UE, Rusia y China con el objetivo de mantener alejada la perspectiva de una guerra nuclear entre potencias regionales.

Comercio

La batalla de aranceles. Aquí se libra la gran batalla entre Trump y el mundo. «En materia comercial somos muy competitivos y tienen un gran déficit con nosotros», explicaba ayer Borrell. La gran obsesión del republicano es la balanza comercial deficitaria con sus socios europeos, especialmente los alemanes. «Son unos aprovechados», llegó a decir en una de sus múltiples salidas de tono. Abanderando la política proteccionista y aislacionista, Trump decidió emprender en solitario una guerra contra los 28. Empezó imponiendo aranceles temporales a las aceitunas españolas, siguió con las importaciones de acero y aluminio y ahora amenaza con hacer lo mismo al sector del automóvil, punta de lanza de la economía europea.

«Brexit»

Separación abrupta. Trump ha aprovechado el divorcio entre el Reino Unido y la UE para tratar de sembrar la discordia en las negociaciones sobre el brexit y conseguir que Londres y Bruselas se precipiten hacia una separación abrupta. Los esfuerzos por dividir y tensar las relaciones entre los socios europeos han sido continuas. Tras la cumbre de la OTAN criticó con displicencia los planes «blandos» de May y le sugirió que demandase a la UE.