Sergio Ramírez: «Ortega nunca reveló su ambición caudillista en los años ochenta»

HÉCTOR ESTEPA MANAGUA / E. LA VOZ

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Susana Gonzalez | DPA

El novelista y exdirigente sandinista, que luchó contra la dictadura de Somoza, cree que el actual presidente «ha perdido la calle»

27 jul 2018 . Actualizado a las 07:22 h.

Sergio Ramírez Mercado (Masatepe, 1942), premio Cervantes de literatura en el 2017, es uno de los mayores críticos del presidente nicaragüense Daniel Ortega. Conoce bien al exguerrillero. Fue vicepresidente del país centroamericano entre 1985 y 1990, durante la primera etapa en el poder del comandante revolucionario. Abandonó el Frente Sandinista a mediados de los noventa por diferencias irreconciliables con el orteguismo.

-¿Qué está ocurriendo en Nicaragua?

-Hay una insurrección cívica como nunca se ha visto en la historia del país. Aquí hemos vivido conflictos, pero armados. Hoy estamos viviendo una insurrección cívica desarmada con un costo muy alto en vidas. En tres meses hay cerca de 400 víctimas. Ojalá no caigamos en la tentación de una guerra civil.

-¿Podría ocurrir eso?

-No hay voluntad de sacar las armas. En el país hay muchas. Tras la guerra de los contras, en los 80, quedaron muchas armas de uno y otro lado. Pero la gente ha sabido resistir sin armas. En uno que otro caso aislado he visto en las trincheras una pequeña pistola, algún arma de cacería… pero armas de guerra no. Aquí las armas de guerra las han usado las tropas enmascaradas que en coordinación con la policía salen a asesinar. Gente que no tiene escrúpulos en matar, secuestrar, asesinar y que está armada con armas de muchísimo calibre.

-¿Ha cambiado el Daniel Ortega que usted conoció?

-La situación en los ochenta era distinta. Había una dirección colectiva. No había ningún caudillo. Había gente que pretendía serlo y no pudo. No hay que olvidar que la dirección conjunta del Frente Sandinista salió de la unión de tres tendencias. Los equilibrios eran vitales. En busca de ese equilibrio se buscó a la persona menos carismática, y la que menos amenazara en convertirse en un caudillo. Pero salió el tiro por la culata, porque por eso fue escogido Ortega. Y esa ambición caudillista nunca la reveló en los años 80, sino cuando el FSLN perdió las elecciones. Él comenzó entonces a construir un poder de otro tipo. Desde la base. De lealtades personales y que es el que vemos ahora en funciones. Estas personas armadas, enmascaradas, están ahí por un fanatismo, por una lealtad personal a Ortega, no al sandinismo.

-Hay quien dice que Ortega está totalmente aislado

-Mucho, nacional e internacionalmente. Por el mismo celo de que su poder no sea desafiado, él se acostumbró a gobernar a través de operadores políticos y no de líderes políticos que en determinado momento le pudieran discutir el liderazgo. Son operadores anónimos. Sin nombre. Y que son los que ejecutan sus órdenes.

-¿Qué papel juegan los políticos opositores?

-Las agrupaciones políticas tradicionales están escondidas, porque no tienen ningún prestigio. Y me parece que temen sacar la cara antes de que sean repudiadas. Tanto Somoza como Ortega han corrompido el sistema de partidos políticos. Tú vas a la Asamblea Nacional y allí hay sentada gente corrupta, vendida, gente que negoció la licencia de partido político con tal de someterse a Ortega.

-¿Qué sigue ahora?

-La gente va a crear nuevas formas de lucha cívica. Perdieron el miedo. No hay valentía sino miedo bien administrado. Al día siguiente del tiroteo de 15 horas contra la Universidad Nacional y la Iglesia de la Divina Misericordia, la gente salió a la calle en una enorme marcha. Ese fermento está ahí. Ortega perdió la calle y el sustento social que tenía entre la gente pobre, y de alguna manera en la clase media y también en los empresarios. Es decir, lo perdió todo. Puede estar ganando la batalla táctica, que es poder agredir a la gente con enmascarados súper armados, pero su consenso político lo perdió. ¿Puede volver a la situación anterior al 18 de abril del 2018? Yo creo que no.

-¿Ve posibilidades de diálogo?

-Esto tiene que terminar por un diálogo. Por una negociación.

-¿Va a llegar Daniel Ortega a las elecciones del 2021 en el poder?

-Eso me parece que no es posible. El deterioro del país sería tal que ahí sí que amenazaría una guerra civil. Y tenemos que mostrar una solución cuanto antes para que no la haya.