Venezuela camina hacia el caos ante el nuevo plan económico de Maduro

Pedro García Otero CARACAS / CORRESPONSAL

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MARCO BELLO

Los ciudadanos se lanzan a comprar productos básicos antes de que se agoten

19 ago 2018 . Actualizado a las 08:27 h.

Las calles de las principales ciudades de Venezuela estaban atestadas de compradores intentando adquirir lo que los pocos comercios abiertos ofrecían ayer, después de que el programa de ajuste presentado la noche del viernes por el presidente Nicolás Maduro dejara muchas preocupaciones y una certeza: que la hiperinflación vivida por los venezolanos es solo el preludio de el caos que va traer según señalaron economistas.

Maduro anunció que multiplicará por 34 el salario mínimo, anclándolo a la cotización del petro (criptomoneda creada por el Gobierno para tratar de obtener liquidez,) y una devaluación del bolívar oficial de hasta 30 veces, en medio, además, de una reconversión monetaria que quitará cinco ceros, y que mantendrá los bancos cerrados hasta el lunes. El efecto fue el pánico inmediato: los portales web de compra-venta se colapsaron con gente retirando sus ofertas, y el precio de los productos de la cesta básica se triplicaron, según denunciaban las redes sociales.

El economista Henkel García señaló que el precio de los productos podría incrementarse rápidamente hasta diez veces en solo un día, pues el pago de los salarios se hará imposible para el sector privado. En su alocución del viernes en la noche, Maduro ofreció pagar el diferencial de sueldos durante tres meses a lo que queda de economía privada en Venezuela; anuncio que, según otro economista, Luis Oliveros, es inviable.

El presidente habló de un salario mínimo anclado a un valor de 30 dólares mensuales, lo que puede parecer poco, pero es mucho más que el actual, que una vez devaluada la moneda en las magnitudes que anunció Maduro, representaba menos de un dólar mensual, y no alcanzaba siquiera para comprar un cartón de 30 huevos. «Vengo de comprar lo que conseguí. Compré un poco de jamón, dos chuletas y pan. Ya me quedé sin dinero hasta el viernes, que cobraré», señalaba el ingeniero José Camacho. José Dos Ramos, en tanto, exhibía en la puerta de su negocio de charcutería en un mercado municipal caraqueño el letrero de «En inventario». «En principio, no tengo ni idea de con qué se va a pagar el aumento. Si me lo hacen pagar a mí, sencillamente cerraré», señalaba. 

Situación inviable

Una de las preocupaciones de los empresarios era justamente esta: que la crisis que se desate sea tan grande que dé pie a Maduro para nacionalizar lo poco que queda de economía privada en Venezuela. Ricardo Cussano, vicepresidente del gremio de empresarios Fedecámaras señalaba que un aumento de 3.362 % en el salario sencillamente «no es sostenible». Los gremios laborales opinaban lo mismo. Provea, oenegé que se ha convertido en una suerte de motorizadora de la protesta social en Venezuela, señalaba que tras los anuncios, «debemos impulsar un movimiento social que exija la renuncia de Maduro (...) ese paquetazo solo traerá más miseria, y posiblemente más represión para ejecutarlo. Los más pobres serán los afectados».

Según el FMI, la hiperinflación en Venezuela puede alcanzar este año 1.000.000 %, y hay economistas locales que indican que la cifra se puede quedar corta. Por lo pronto, los precios ya cambian varias veces cada día, a razón de 2,7 % de inflación diaria.

El éxodo de venezolanos desata el caos en los países vecinos

Las autoridades peruanas de migración certificaron el 11 de agosto un nuevo récord: 5.100 venezolanos entraron ese día por el paso fronterizo de Tumbes, procedentes de Ecuador, donde días antes el Ayuntamiento de Quito había tenido que iniciar un operativo humanitario de emergencia para socorrer a los miles que intentaban llegar a Perú.

Chile ya ha emitido más de 170.000 «visas de responsabilidad democrática», para ayudar a los venezolanos que quieren emigrar. Y en Colombia ya se estima que son más de 800.000 los que han emigrado. Trinidad y Tobago ha seguido una política dura de deportaciones, al igual que las islas ABC (Aruba, Bonaire y Curazao), asociadas a los Países Bajos.

En total, 2,3 millones de venezolanos han salido de su país en los últimos dos años, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU, cuyo portavoz, Stephan Dujarric, señala que la principal razón por la que dejan su país es la falta de alimentos. Según Dujarric, 1,3 millones presentan malnutrición. 

Casi 2,3 millones de migrantes

La situación es tan grave, especialmente en Cúcuta y Pacaraima (los primeros pueblos de Colombia y Brasil tras la frontera) que la ONU ha montado allí campamentos de refugiados. Ecuador evalúa un «corredor humanitario» en su territorio para trasladar a los migrantes que quieren ir a Perú. Mark Green, director de USAID (agencia de ayuda internacional de EE.UU.), señalaba desde Cúcuta que «Maduro es un hombre que claramente no siente compasión por el sufrimiento de su gente. No solo ha destruido la que fue la economía más rica y estable de la región, sino que también bloquea la ayuda básica para el sufrimiento de su gente».

La cifra de 2,3 millones de migrantes dada por la ONU no contempla a quienes han emigrado ilegalmente o a los centenares de miles que tienen doble nacionalidad, pues Venezuela fue, hasta la década de los 80, lugar de acogida de millones de europeos y sudamericanos. Hasta 5 millones de venezolanos pueden haber dejado su país durante la última década, según varios estudios.

Sin embargo, Maduro, como dice Green, no se ablanda. En un acto con la juventud del PSUV, volvió a tildar de «mendigos» a los miles de jóvenes que abandonan su país y los contrapuso a «los jóvenes patriotas» que son leales a su formación. «Hay centenares que se fueron con el ofrecimiento falso de la derecha de que iban a disfrutar las mieles de otros países y terminaron lavando baños, como esclavos y mendigos», dijo el mandatario, que se niega en banda a aceptar ayuda humanitaria, a la que considera injerencia extranjera. La ONU pide a los vecinos del país sudamericano que mantengan las puertas abiertas, pero la presión migratoria es cada vez mayor.