UN PROYECTO DE ALIMERKA

Puede sonar enrevesado pero no son más que unas normas básicas que seguro tenemos tan interiorizadas, pero de las que no viene de mal recordar su importancia de vez en cuando

Las conocemos. Son premisas básicas en torno a la alimentación. Sin embargo, el ritmo de vida frenético que solemos llevar hace que se diluyan y que ya no tengamos en cuenta todos los beneficios que aportan ciertos comportamientos a la hora de alimentarnos, estemos solos o acompañados.

Prestar atención a nuestro cuerpo y a las señales que nos da -sin ignorarlas-, ayuda a proteger nuestro organismo y a que podemos disfrutar de una dieta más saludable y satisfactoria que engloba la experiencia de comer. Porque aunque suene raro, alimentarse es toda una experiencia. Todo esto tiene un nombre en inglés, como casi todo: el mindfoodness. Pero a nosotros nos gusta llamarlo «alimentación consciente».

Sentarse para comer

La primera de las premisas puede resultar muy obvia pero conviene recordarla más a menudo, sobre todo para ciertas comidas como el desayuno. Comer -o desayunar o cenar- sentados a la mesa permite centrar nuestra atención en la acción que estamos llevando a cabo y, además, nos ayuda a detectar cuándo hemos alcanzado el nivel de saciedad al hacerlo de una forma tranquila.

Alimentarse de pie o mientras se realiza otra actividad no nos permite interpretar la retroalimentación -qué buen término para definir esta sensación- de nuestro cuerpo ante lo que estamos haciendo.

Parece sencillo al leerlo, pero no lo es tanto como parece, precisamente por el tema que trataremos en el siguiente punto: la facilidad de distracción.

No a las distracciones

Otras de las normas básicas a la hora de alimentarse es la distracción en la que caemos por culpa de otros estímulos, muchas veces escogidos por nosotros. Cómo no, hablamos de ver la televisión mientras se come o de tener la mirada puesta en las pantallas de nuestros móviles u ordenadores mientras consultamos notificaciones o consumimos contenido.

Esto, lo único que provoca es que comeremos sin un mínimo de consciencia sobre el consumo que estamos realizando ni en cuanto a cantidades, ni en cuanto a sabores, ni en cuanto a placer ni saciedad. Estar atentos a cada bocado es también una forma de desconexión de todo el mundo digital en el que estamos inmersos la mayor parte del día; también en la faceta alimenticia porque muchas veces habremos consultado en el móvil o en cualquier otro dispositivo la receta de lo que a continuación vamos a comer.

Valorar el apetito

Como si de una técnica de concentración se tratase, es fundamental escuchar a nuestro cuerpo a la hora de comer. ¿Tenemos hambre o es sensación de gula? ¿Puedo pasar sin comer esa torrija o realmente la necesito para completar una comida? ¿O quizás puedo pararme a hacer en casa una torrija saludable y prescindir de esa que he visto en la pastelería?

Es primordial saber distinguir el hambre del apetito. ¿Realmente tenemos hambre? ¿Hace cuánto que hemos comido y cuánto? ¿Tengo ganas de comer un alimento concreto por antojo? La diferencia entre los conceptos de hambre y apetito es que la primera es hambre de tipo fisiológico y la segunda de tipo psicológico. El hambre fisiológico, también conocido como hambre real, nos indica la necesidad de consumir alimentos no necesariamente con alto valor calórico. Por su parte, el hambre psicológico tiene un nombre que todos conocemos: antojo.

Obviamente, no hay que desechar todas las señales de apetito pero lo que no debemos hacer es descuidar nuestra salud en pro de satisfacer siempre nuestros caprichos.

Masticar despacio y bien

Comer siendo conscientes de cada bocado que damos y del sabor que nos aporta es algo muy beneficioso también a niveles sensoriales. La serotonina, también llamada hormona de la felicidad, juega un papel importante en este proceso. Saber disfrutar de principio a fin del consumo de un plato o una receta que combina varios sabores, crea una sensación que ayuda también a su digestión, a guardar un buen recuerdo de esa ingesta o a saber detectar que cuando algo nos está resultando placentero también hay que saber parar si estamos consumiendo cantidades excesivas.

Masticar despacio ayuda y mucho a identificar esas sensaciones y, cómo no, a tener digestiones mejores.

Más sobre gastronomía saludable en
La Salud Sabe Bien.