Quizás Casillas nunca existió

Antón Bruquetas EL OJO DE HALCÓN

OPINIÓN

02 jul 2016 . Actualizado a las 10:32 h.

Hay un sector del madridismo que lo estaba deseando. Necesitaba un resbalón de Casillas o por lo menos que un episodio empañase la imagen inmaculada que a lo largo de su carrera ha ido edificando uno de los héroes de Sudáfrica, el mismo que extendió la bota de forma milagrosa para detener el disparo de Robben. Todo el mundo coincide en señalar que aquel golpe nos habría enviado a la lona. No era la primera vez que Casillas hacía una proeza semejante. Vistiendo la camiseta del Real Madrid regalaba cuatro o cinco de esas paradas, que más que un ejercicio de reflejos parecían producto de una premonición, cada temporada. Y siempre llegaban en momentos decisivos, en los penaltis de una semifinal de la Eurocopa, en una final de la Liga de Campeones... Justo en los instantes que sirven para calibrar la magnitud de una figura, Casillas se hacía enorme.

Pero su luz empezó a palidecer cuando Mourinho aterrizó en la sala de máquinas del Santiago Bernabéu. Al técnico portugués le molestaba, además de su compadreo con Xavi Hernández, que Casillas no se emplease a fondo en cada entrenamiento. El propio portero reconoció que para realizar sus hazañas no precisaba de un batallón de abdominales. Posteriormente la paranoia de Mourinho lo responsabilizó de las filtraciones a la prensa. Una lesión que, ironías del destino, le provocó un encontronazo con Arbeloa -el mayor defensor de Mourinho en la plantilla- le sirvió al entrenador para enterrarlo en el banquillo. La decisión fue un terremoto en el club. Era la parte visible del desencuentro que se produjo entre muchos jugadores y el cuerpo técnico en la tercera temporada en Chamartín del hoy responsable deportivo del Manchester United.

Llegó Ancelotti y sorprendentemente Casillas siguió siendo suplente en la Liga. Pero pocos prestaron atención a ese indicio. Era producto de la resaca de aquella guerra abierta que había librado. Lo había descentrado. Hace un año el portero puso rumbo a Oporto. Su salida fue un esperpento. El adiós poco delicado que le brindó Florentino disparó el respaldo hacia el capitán. El presidente improvisó una segunda despedida para amortiguar el ridículo.

Lo de ahora es diferente. Es Vicente del Bosque quien le afea la conducta. Un hombre que si por algo se ha distinguido es por la prudencia, por respetar los códigos del fútbol, que ha vivido en primera persona desde todas las perspectivas. Nada que ver con Mourinho. «Si un hombre te dice que pareces un camello, no le hagas caso; si te lo dicen dos, mírate en un espejo», reza un proverbio árabe. Otra cosa muy distinta es tratar de argumentar que, por su mala digestión, Casillas nunca existió.