Si no fuera porque es real, el guion de la muerte de Natalie Wood daría para una buena película, en la que a priori nada es lo que parece y en la que todos tienen mucho que esconder. Un cadáver en el mar, un trío de W -Wood, su marido Wagner, y un ‘amante’, Walken- metidos en un barco el día de Acción de Gracias.
Lujo, celos, drogas, alcohol... Nada parecía suficiente para esa mujer con cara de niña, para esa actriz de ojos enormes que
había conquistado al público con Esplendor en la hierba o Rebelde sin causa. Pero la vida de Natalie fue una tragedia continua. Su madre, de origen ruso, la forzó a aprender a reír y a llorar con un chasquido por su obsesión por que llegase a Hollywood y se convirtiese en prodigio. La torturó exponiéndola a la emoción para que fuese capaz de todo ante la cámara. Natalie Wood fue violada también a los 16 años por un famosísimo actor -hoy centenario- sin que, por supuesto, nadie hiciese nada. Tampoco ese secreto a voces fue denunciado por nadie, aunque todo el mundo lo sabe y da por hecho que Kirk Douglas violó a Natalie Wood, pero ella está muerta. Esta muerta, aunque su fantasma deambula como si quisiera decirnos algo. Tal vez quién la mató, tal vez por qué sufrió y tal vez esté esperando a que se descubra la verdad para descansar en paz. Por lo de pronto, desde hace dos días todos hemos vuelto a hablar de Natalie Wood.