Casablanca en Caracas

OPINIÓN

MIGUEL GUTIÉRREZ | EFE

07 ago 2018 . Actualizado a las 07:17 h.

Yen estas que el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, que ya son ganas de tener nombre y de tener apellido, proclama junto a la cúpula militar su «irrestricta lealtad» hacia Maduro, ataviada esta cúpula como para salir pitando a bordo de todoterrenos por Caracas adelante al grito de «¡detengan a los sospechosos habituales!», como en la película Casablanca. Pero basta escudriñar esas caras, cómo algunas contienen la respiración, para sentir que la lealtad «irrestricta» depende. Esta imagen tan de asonada, con Bolívar y Chávez de testigos silenciosos, es parte del realismo trágico de Venezuela, con los militares poniéndose de revista y jurando por su líder tras una presunta operación Valquiria. Y ahora llegarán las depuraciones, para intentar ocultar lo imposible de ocultar: cómo una de las tierras más ricas es hoy país de hambre y apagones; el lugar del que todos quieren salir, una Casablanca en la que la vida se ha devaluado tanto que ya no puede devaluarse más.