El presidente que plagiaba sin querer

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

21 sep 2018 . Actualizado a las 08:19 h.

Yo soy el presidente del Gobierno». Esa es la frase que más veces ha pronunciado Pedro Sánchez desde que llegó a la Moncloa. Su insistencia en repetir una y otra vez esa obviedad, venga o no a cuento, como si de un mantra se tratara, es un acto fallido de su voluntad que evidencia su propia perplejidad por el hecho de encontrarse en esa situación. Cuando Sánchez reincide cada día en proclamar a los cuatro vientos cuál es el cargo que ocupa, más que informar de algo parece tratar de convencerse a sí mismo de que es cierto. Pero, más allá de las implicaciones freudianas que comporta esa forma de proceder, el líder del PSOE parece haber confundido el hecho de ser el jefe del Ejecutivo con un salvoconducto que le permite hacer lo que le dé la gana y le exime de dar a nadie explicaciones de sus actos.

Solo así se entiende que haya recurrido sin escrúpulos a una maniobra indigna para burlar la voluntad popular que otorgó al PP la mayoría absoluta en el Senado y poder aprobar así, sin los votos necesarios para hacerlo de la forma establecida, nada menos que los Presupuestos Generales del Estado. Sánchez argumenta, y es cierto, que esa jugarreta de introducir enmiendas de última hora en leyes que nada tienen que ver con lo que se pretende aprobar ha sido utilizada en otras ocasiones. Pero sabe que esa añagaza jamás se ha usado para sortear una mayoría parlamentaria adversa, lo cual es una clara perversión de las reglas de juego democrático. El mismo Sánchez que emitió una queja formal a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, por el hecho de que Albert Rivera cambiara a última hora la pregunta prevista en la sesión de control para hablar de su tesis, diciendo que se trató de «una violación de las normas reglamentarias», juzga honorable e impecablemente democrático recurrir a una trampa obscena para aprobar los Presupuestos.

Se entiende por ello que un presidente que se cree con derecho a gobernar burlando el control de una cámara parlamentaria en la que no tiene mayoría considere también que no tiene que dar explicaciones en el Parlamento por haber plagiado en un libro, y presuntamente también en su tesis doctoral, párrafos enteros de obras e informes de otros autores, con erratas incluidas, demostrando así un grosero corta y pega. Sánchez insiste en que es presidente del Gobierno y pretende que el mero hecho de serlo le habilita para tomar por tontos a los españoles diciendo que si hay 450 palabras seguidas calcadas literalmente de la conferencia de un diplomático, y 18 páginas con pasajes de fuentes ajenas sin citar, se trata de «un error involuntario» o, como dijo ayer, de «un fallo en la reseña que será subsanado en una edición posterior». Y a otra cosa, mariposa.

El neófito presidente Sánchez ofrece ya alarmantes muestras de autoritarismo. Pero, a su pesar, tendrá que dar explicaciones, precisamente en el Senado al que acaba de burlar, por un plagio que hasta sus socios de Podemos consideran «cutre» y que en cualquier país de nuestro entorno democrático le costaría el cargo a un jefe del Gobierno.