Herminia en el espejo

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

OPINIÓN

24 sep 2018 . Actualizado a las 07:39 h.

Llevaba una carga en los ojos. Una pequeña sombra, oscura, que a veces se intuía desde el otro lado del iris. Mucho más allá de la pupila. A veces, esa oscuridad volvía desde algún punto indefinido de su memoria. Y de repente se le nublaba un poquito la sonrisa mientras amasaba. Era un silencio muy leve. Podía aparecer cuando sacaba las gafas de aquella funda de color verde y se esforzaba en leer su revista. Había aprendido a juntar letras cuando ya era adulta. Algunos días, en la playa, sentada en aquella silla de rayas multicolor que todavía hoy aguanta el embate de la salitre, con su bata oscura como contraste del azul brillante del agua y los dedos de los pies montándose unos encima de los otros, esas veces se quedaba callada. Miraba a la nada. Casi nunca hablaba de aquella sombra que se le asomaba a veces a los ojos. Esta semana ha vuelto. Estaba al otro lado de la pantalla. Mi abuela no se llamaba Herminia. Pero la Guerra también le pesaba.