La crónica invisible de la reunión del 8M en Gijón

Melania Fraga

OPINIÓN

Imagen de una manifestación a favor de la igualdad
Imagen de una manifestación a favor de la igualdad

13 oct 2018 . Actualizado a las 13:16 h.

La semana pasada, más de 500 mujeres asturianas y venidas de todo el resto del Estado nos reunimos en Gijón con expectativas diversas. Participar en este encuentro me sirvió para confirmar que el feminismo es el sitio donde tengo que estar, el que me permite ver otras existencias diversas, me ofrece un marco para analizar la realidad y herramientas para cambiarla. El feminismo es, para mí, el lugar de las posibilidades.

Vistas las crónicas, la reunión se saldó con un éxito absoluto simbolizado en la decisión de convocar una huelga feminista el próximo 8 de marzo. La Comisión del 8M vino a Asturias con ese objetivo y sin duda se logró. Sin embargo, una política férreamente encaminada a los objetivos, una cerrazón en torno a unas agendas previamente establecidas, puede a veces dejar atrás o incluso enterrar en hipotéticas cunetas cuestiones, debates y presencias que son imprescindibles a la hora de construir un movimiento feminista vivo.

Con todos los años que llevo en movimientos sociales, debo confesar que me sorprendió la manera de comunicarnos en la asamblea plenaria y en los grupos de trabajo. Sé que es difícil llevar reuniones con más de 300 personas, pero las que tenemos experiencia en anteriores escenarios sabemos no solo que puede hacerse, sino que resulta vital hacerlo con justicia y sororidad. Al azote de los minutos cronometrados, debates importantes y, sobre todo, encarnados con mucho dolor en los cuerpos de las mujeres presentes se fulminaron en turnos de palabra que atendieron de la misma manera las llamadas al debate que las cuestiones puramente técnicas. Decir no es lo mismo que debatir. Si queremos alcanzar consensos reales y no simplemente instrumentales, no podemos mirar para otro lado cuando salen temas incómodos o controvertidos. Hubo dos momentos en los que el auditorio se convirtió en el escenario de auténticos malos modos: cuando las mujeres racializadas plantearon a la comisión 8M que no se sentían representadas y pidieron un eje propio de trabajo y a propósito de la solicitud de apoyo por parte de las feministas nicaragüenses. Muchas de las presentes nos sorprendimos por el trato que se dispensó y quisiéramos manifestar nuestro malestar.

Fue una desilusión que se tomaran tantas palabras para realizar intervenciones panfletarias, con su exaltación fácil, mientras que a mujeres con ideas y experiencias que compartir se les retiraba el micrófono a los dos minutos. El encuentro terminó de la peor manera posible: sin ningún tipo de despedida, con la mitad de las participantes en la rueda de prensa y la otra mitad en el salón de actos intentando continuar el debate ya sin megafonía.

¿Cómo no entender que durante todo el encuentro en los pasillos se hablara de bloqueo o incluso de boicot a la Comisión 8M?Hubo otros síntomas de que perdimos la ocasión de poner en práctica la sororidad de la que tanto presumimos. Por ejemplo, me sorprendió ver en el listado de establecimientos recomendamos restaurantes de comida rápida o comprobar que no se valoró que estuvieran regentados por mujeres o, al menos, por personas que apoyaran la huelga feminista del pasado año y a sus trabajadoras. O que no hubiera más que fotógrafos (hombres) trabajando (remuneradamente) durante las sesiones. Pero no todo son desilusiones. Fue fantástico comprobar la diversidad de mujeres que formamos el movimiento. Nuestra energía es capaz de darle la vuelta a todo, incluidos los modos patriarcales que nos vertebran hasta en los espacios más feministas, porque la revolución será feminista solo si sus formas y estructuras también lo son.