Cuando un niño es una cosa

Manuel Fernádez Blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

OPINIÓN

Sillita de bebé hallada en el maletero de un coche en Francia donde vivió un bebé dos años
Sillita de bebé hallada en el maletero de un coche en Francia donde vivió un bebé dos años GEORGES GOBET | Afp

14 nov 2018 . Actualizado a las 07:57 h.

Esta semana comenzó el juicio en Francia a Rosa María da Cruz. Es la mujer que, durante dos años, ocultó el nacimiento del cuarto de sus hijos, una niña, y la mantuvo oculta en un habitáculo del sótano de su casa y en el maletero de su coche. Fue descubierta, tal vez quería serlo, al llevar el coche a un taller mecánico el 25 de octubre de 2013.

Rosa María da Cruz, madre del bebé hallado en un maletero
Rosa María da Cruz, madre del bebé hallado en un maletero GEORGES GOBET | Afp

Rosa María declaró posteriormente que sabía, cuando llevó la niña en el maletero al taller, que iba a ser denunciada. La madre de la niña pidió que no abrieran el maletero pero el mecánico escuchó un ruido. Aviso a un compañero y, al abrir el maletero, vieron en el fondo a la niña en un capazo, desnuda, y envuelta en excrementos. El maletero despedía un olor nauseabundo y la niña no sonreía, ni lloraba. Cuando la cogieron en brazos, la cabeza y los brazos estaban desarticulados, y sus ojos giraban de modo extraviado. No lloraba, ni hablaba.

La madre la llamaba Serena por su inmovilidad. Supuestamente el cuarto embarazo de esta mujer, el parto, y la existencia de la bebé, fue desconocido por su entorno, incluido el familiar. De hecho, el padre de los niños no está encausado y los otros tres hijos, después de un período de acogimiento externo, siguen bajo la custodia de los padres. Los hermanos de Serena fueron bien cuidados y atendidos por su madre y nunca despertaron ninguna alarma en su comunidad.

Si nos quedamos con la descripción del trato recibido por Serena, el horror del maltrato hacia esta niña se impone. También la sospecha de enfermedad mental grave de la madre. Pero, más allá de la repulsa y el horror, esta conducta resulta enigmática. La hermana de Rosa María ha relatado que el nacimiento del segundo hijo de la pareja, en el año 2004, ocurre estando la familia reunida en Portugal, de donde son originarios. Rosa María siente violentas contracciones y da a luz en dos minutos en plena comida familiar. No pensaba estar de parto, creía que iba a morir, y solo al ver salir la cabeza del niño supo que iba a tener un hijo.

De su tercer hijo tardó en saber que estaba embarazada y el embarazo pasó inadvertido mucho tiempo en su entorno. Dio a luz a una niña en pocos minutos, casi de pie en la escalera, según ha referido un vecino de la familia. Este vecino recuerda que le sorprendió la reacción del padre que le expresó que ya eran suficientes niños. Esto indica un «no más niños» para una mujer con dificultades simbólicas con la maternidad y antecedentes bastante claros de haber presentado previamente un cuadro de negación del embarazo. Dos años más tarde, el 24 de noviembre de 2011 de madrugada, Rosa María da a luz a Serena. Nadie está presente. Corta el cordón, la oculta, y lleva sus otros hijos a la escuela. ¿Qué dice sobre esto?: «Para mí no era un niño el que acababa de nacer. No pude hablar de eso». Más allá del horror, vemos a una mujer que por sí sola no puede simbolizar sus embarazos y su producto: los niños. Necesita el auxilio del otro para poder ser madre. Tal vez el «ya es suficiente» del padre, y la soledad del parto derivada de la negación del embarazo, marcó el destino de Serena.

Rosa María, en los interrogatorios a los que fue sometida, hablaba de la niña como de una cosa. Pero no realiza un infanticidio. Evitó que muriera y tal vez, en el único gesto maternal a su alcance, se hizo descubrir. Hizo ver la luz a Serena en el que podíamos llamar segundo parto. Hizo descubrir a la niña que no lloraba, que no hacía ruido, porque el llanto es la primera forma de demandar al otro, es la forma en la que se humanizan las necesidades y se establece un vínculo de amor. Un bebé deja de llorar si nunca obtiene respuesta a su llanto. Serena es el nombre irónico para una niña que había renunciado a pedir. Una niña cuyo cuerpo no estaba unificado, y no podía construir al otro de la relación. El ser humano se alimenta también de palabras.