Como ahora se llevan tanto las biografías ficcionadas (no se pierdan la de Frank Sinatra y Camarón en Netflix), es posible que haya ya algún guionista espabilado que esté dándole vueltas al biopic de Santiago Abascal. Si es el caso, tendremos que estar bien atentos a que en esos renglones no se tuerza ninguno para no faltar a la verdad de un político que se afilió al PP a los 18, que a los 23 era concejal en Llodio y que en el 2014 fundó Vox. Ojo al dato, porque de Abascal últimamente se devora todo y lo que a la gente le ronda es que haya pedido el regreso de la mili cuando él salió de rositas. Bueno, Abascal lo que dijo es que la vuelta del servicio militar («para hombres y mujeres, ¿eh?») beneficiaría a los españoles, a una sociedad como la nuestra en que, asegura él, «solo se exigen derechos pero no obligaciones». Porque la mili, apunta Abascal, «hace que la gente de estrato social bajo, que no podía salir de su pueblo, conociera a gente de otra clase, al hijo del conde, y además vincula otra conexión territorial; la mili hace una nación cohesionada». Esa cohesión él la dio por válida desde su posición cuando en bachillerato pidió prórroga para no ir a la mili; después cuando la volvió a requerir porque estaba estudiando Sociología y más tarde cuando la solicitó porque ya era concejal. Eran otros tiempos, yo lo entiendo. La mili de Abascal es de esas que cohesiona más a los demás.