Estos días azules

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

07 jul 2019 . Actualizado a las 08:41 h.

El pasado domingo citaba yo aquí El Gatopardo como quien no quiere la cosa, hablando de una montaña y bailando actores en Venecia. Y me quedé con el felino a vueltas. Recuerdo que leí la novela de Lampedusa por recomendación, tal vez debería decir por orden, de Manu Leguineche, que le pegaba un repaso todos los años. Y nunca se lo he agradecido lo suficiente, lo que adquiere más valor si se tiene en cuenta que le regalé la primera edición de Gran Sol, la novela pesquera de Ignacio Aldecoa que a él tanto le gustaba. Con Manu, que era hermano de Javier Reverte, compañero de guerras, de botellas y de cartas, yo compartí algunas veladas en Brihuega y en Garrucha. En la primera tenía un antiguo palacio con infinitas vistas al sur. Allí, en el jardín romántico, se podía beber champán, pero dentro había que sortear las columnas de periódicos que flanqueaban las escaleras de piedra mientras se ascendía al sancta sanctorum de su despacho. En cambio en el pueblo pesquero de Almería, donde Reverte ejercía de anfitrión, salíamos a pescar en una pequeña motora llamada Vagabundo por Vagabundo en África, el libro cuyas ventas habían hecho posible su compra. El patrón allí era el Vinagre, un marinero veterano, bondadoso, que nos enseñaba a preparar el palangre y a Leguineche lo cuidaba como una madre: Manué, siéntate aquí. Extraña pareja. Hace años que los dos han muerto, Reverte vendió Garrucha para pagar la injusticia de Hacienda y yo dejé de jugar al mus. Pero me queda el príncipe de Salina.