Hay algo reconfortante en la vergüenza que lo embadurna todo al pensar en aquel vestido azul. En esa mancha que de antigua había quedado incrustada en el tejido de una sociedad que no ha dejado que Monica se la limpiase en 20 años. Una mancha que al contrario de lo que sucedió, debería haber ensuciado a aquel hombre poderoso que se aprovechó de su posición para intimidar y acosar sexualmente a una becaria de 22 años. Cuánta falta hace este bochorno. Esta sensación incómoda que lo salpica todo al recordar a un planeta entero cebándose en la víctima. Acusándola de algo que era solo culpa de aquel presidente que se aprovechaba de las mujeres. Que arrinconó a una esposa brillante que sigue a la sombra de un marido al que no quiso o no pudo dejar y al que incomprensiblemente sigue defendiendo.
La historia de nuestro crimen, que nos está persiguiendo. La mujer, hoy sí, adulta a la que hemos estado robando la voz desde el otro milenio. La tercera temporada de American Crime Story nos pondrá a todos ante el espejo. Monica Lewinsky, por fin, podrá contar su historia. Limpiarse una vergüenza que no debería haber sentido nunca, pero que le hemos estado imponiendo. Porque el impeachment llevaría el nombre de Clinton, pero fue a ella a la que estaban reprendiendo.
