El amor verdadero cuesta un riñón

Begoña Rodríguez Sotelino
Begoña R. Sotelino VIGO / LA VOZ

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Javier Huertas

Carolina Ojea, mujer del bajista del grupo Eladio y Los Seres Queridos, Uka, le cede un órgano para salvarlo de una vida atado a la máquina de diálisis

02 nov 2016 . Actualizado a las 15:19 h.

El músico vigués Óscar Durán, conocido como Uka, ya sabía que un día u otro sus riñones empezarían a darle la lata. El bajista del grupo Eladio y Los Seres Queridos tiene 36 años y a los 20 le comunicaron que había recibido como herencia clínica paterna una insuficiencia renal crónica que no se ha manifestado en ninguno de sus dos hermanos. «Lo que no sabía era que los problemas iban a llegar tan pronto, porque mi padre no empezó a tenerlos hasta rozar los 60. Yo entonces me lo tomé a la ligera. Entonces tocaba en el grupo de rock Kannon y pensaba que si iba a llegar algo así, faltaba mucho», cuenta. Pero el historial médico une a ambos más de lo que habían imaginado.

El trasplante de riñón del que Uka acaba de ser objeto se ha producido gracias a la compatibilidad -y generosidad- de su chica, la también viguesa Carolina Ojea. «Pero esto ya no es nuevo en la familia. Hace tres años, a mi padre le donó el suyo mi madre», relata, no sin antes reconocer que para él, ese gesto de su mujer ha sido la prueba de amor más grande que han compartido. No hay compenetración más perfecta. El riñón de Carolina le queda como un guante a Óscar. Es suyo desde el miércoles pasado, día en que ambos pasaron por el quirófano del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña. «Primero entró ella y, mientras la operaban a ella, me iban preparando a mí. Empezaron a las 3 de la tarde y acabaron a las 8», comenta.

Sentimentalmente, el corazón ya lo compartían desde hace tiempo, pero ahora se suma una víscera que supera a Cupido en el amperímetro de amor. «Venía perfecto de fábrica y el cirujano dijo que es una pieza preciosa, va como un tiro», cuenta el músico con humor sobre la nueva glándula insertada en su organismo. «Carolina es una supermujer. Eso yo ya lo sabía, lo que no sé es cómo se llama esto. Es más que amor, es una sensación para la que no tengo palabras ni suficiente agradecimiento. Me está dando una vida», resume.

Aunque, al final, la operación de su padre salió bien, no puede evitar recordar las complicaciones que surgieron y le llevaron a pasar por el quirófano tres veces en 24 horas. «Esa experiencia tenía una parte positiva, ya que mi padre se recuperó y está mejor que nunca y mi madre también, pero también la negativa al saber que se podía torcer aunque no fuera lo habitual, porque en el hospital de A Coruña están los mejores, lo llevan haciendo desde los años 80 y tiene la mecánica perfeccionada», manifiesta.

En diciembre del 2013 le dijeron que su riñón se había deteriorado, pero que, al ser joven, iban a esperar. «Así empecé una rutina de pruebas cada mes y medio. Era una agonía que alargamos tres años, pero hace poco entré en prediálisis y si no me hubiese sometido al trasplante, en un mes ya estaría atado a una máquina», cuenta. Respecto a la determinación de Carolina, añade que no hay «un solo momento para dar el paso. Llevamos juntos muchos años, ya pasó a mi lado lo de mi padre y era un paso que ella quiso dar y que yo entendería perfectamente que no quisiera hacerlo. No todo el mundo está preparado». Pero también entraba en juego que, si la vida de Uka quedaba atada a la diálisis, la de ella y del hijo de ambos, Lucas, también iba a resentirse, y el bajista tendría que renunciar con gran dolor a su faceta de músico, que complementa con la de productor.

A ella le dieron el alta anteayer y a él le quedan unos días más en el hospital del que insiste en destacar la calidad humana y profesional del personal que lo atiende. «Me queda ahora una etapa de niño burbuja, pero me queda mucho por hacer», advierte.