Años duros para el rey del humo

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

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BENITO ORDOÑEZ

Oubiña, que promete unas memorias, dio guerra buscando lo que ahora ha conseguido, un tercer grado con sabor a exilio

25 feb 2017 . Actualizado a las 10:22 h.

La de Laureano Oubiña es una vida consagrada al humo. Humo rubio de batea para forjarse una reputación de transportista forajido con la que empezar a amasar dinero e ideas. Humo dulce y embriagador para convertirse en el rey del hachís en Europa. Malos humos, también, cuando las cosas, al fin, vinieron mal dadas. Alguna compañera, que pagó con un bofetón la osadía de echar un vistazo al camposanto de Vilagarcía cuando él y sus hijas visitaban la tumba de Esther Lago, ya en los tiempos de ida y vuelta al caldero, puede dar fe de que ahora, como antes, ciertos humos y determinadas compañías resultan demasiado ásperos.

Dicen, quienes lo trataron en sus días de gloria, que fue su segunda mujer, Esther, quien le puso las pilas, puliendo a aquel tipo rudo de Cambados lo justo para hacerle acreedor al título de monarca del chocolate. Tuvo palacio y trono, en Baión, cumpliendo dos de los anhelos básicos de todo narco arousano: hacerse cuanto antes con un pazo y una plantación de albariño. Laureano y Esther tenían buen ojo. Cuando alguien interesante se dejaba caer por Vilagarcía, la invitación a una de sus celebradas fiestas estaba cantada. Mandaban, ejercían su influencia sin cortarse. Y al final cayeron.

La retranca y el tono fanfarrón -nuestro hombre, el de «os cartos na viga», vaciló duramente al tribunal de la Nécora y ganó celebridad al proclamar que la única víctima mortal que conocía por lo suyo era aquel cerdo de Carril que estiró la pata tras merendarse el hachís oculto en su cortello- dieron paso a la tragedia. El accidente de su mujer. Los años entre rejas. La enfermedad. Dentro, Oubiña, que promete unas memorias, dio guerra buscando lo que ahora ha conseguido. Un tercer grado con sabor a exilio. El humo tenía un precio.