El emporio gastronómico asturiano que extiende su imperio

Oriol López
Oriol López REDACCIÓN

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MARTA SECO Y SANDRO SILVA
MARTA SECO Y SANDRO SILVA

Sandro Silva y Marta Seco prosiguen con la expansión de su grupo hostelero, valorado en 180 millones, con dos restaurantes que copan el madrileño barrio de Salamanca

24 feb 2023 . Actualizado a las 15:02 h.

Consiguieron desde la capital del Principado, Oviedo, formar uno de los emporios gastronómicos más sobresalientes de Madrid -y ya del mundo-, que está valorado en más de 180 millones de euros. Sus cinco locales -El Paraguas, Ten con Ten, Ultramarinos Quintín, Amazónico y The Jungle Jazz Club- dan trabajo a unas 500 personas. Por si fuera poco, hace unos meses, Ogus, socio de BBVA en Turquía con una fortuna valorada en 2.500 millones, se hizo con el 40% del grupo, bautizado como Asturcova, por 70 millones de euros. Pero la ambición de sus dueños, la del matrimonio asturiano formado por Sandro Silva -sobrino y discípulo de Fernando Martín, el chef asturiano con estrella Michelin por el restaurante Trascorrales- y Marta Seco, parece no tener fin y su emporio ya tiene visos de dejar caer su inicial y sustituirla por otra: una «i» de imperio. Y es que los asturianos están decididos a seguir expandiéndose, colonizando por completo el madrileño barrio de Salamanca, con dos nuevos restaurantes: el primero, Numa, un italiano que se inauguró ayer en la calle Velázquez; y otro, todavía sin nombre, que estará en 2018 en la plaza de la Independencia, cuyo umbral le hará la competencia a otros dos vecinos: a la reja del Retiro y a la Puerta la de Alcalá.

«Ahora abrimos el Numa -referencia a Numa Pompilio, segundo rey de Roma y sucesor de Rómulo-, que será todo un jardín, la terraza urbana más bonita de Madrid. Y, más adelante, en la Puerta de Alcalá, un local que hace ya siete años quise coger porque respira Retiro», explica Sandro Silva en una entrevista concedida a Expansión. El sexto restaurante del grupo optará por otra especialización, la italiana esta vez, que complementará a las anteriores. La pareja apostó previamente por Ten con Ten, un espacio multifuncional para disfrutar tanto de cocina internacional como de un cóctel; Amazónico, un lugar inspirado en las raíces maternas brasileñas de Sandro, y que se basa en una fusión de sabores del país carioca con Japón, Argentina, Perú, India y China; y The Jungle Jazz Club, un local en la planta baja de Amazónico, donde la música también es la reina. Aunque el origen de todo fue la cocina tradicional, con El Paraguas.

Todo se remonta a una plaza ovetense

Para llegar hasta el origen de este emporio hay que viajar en el espacio y en el tiempo hasta Oviedo, en concreto hasta una conocida plaza: la del Paraguas. Allí un joven aprendiz de hostelería de 18 años, criado entre fogones con estrella Michelin, conoció a una asturiana de pura cepa. Desde aquél momento han pasado ya 26 años, toda una vida en la que, juntos, y en diferentes puntos de la geografía española -como en Benalmádena, donde el escritor Antonio Gala les ayudó con un local suyo-, han trabajado hasta crear El Paraguas hace casi catorce años en Madrid, en la calle Jorge Juan. Lo que intentaron fue hacer cocina tradicional, evitando por completo las tendencias vanguardistas que imponían en aquella época chefs como Adriá o Arzak; Silva asegura que fue «clave» del éxito el ir a contracorriente. «Abrimos en plena moda de los deshidratados, gelatinas, sifones y demás; con manteles largos cuando se impone la mesa sin mantel. Seguí mi camino clásico de producto dando un pasito más, renovando, aplicando imaginación, jugando», declara a Expansión. Sus recetas con raíces asturianas fueron calando en Madrid, con visitas de Letizia y de todo tipo de personalidad incluidas. Y, a pesar de que no atesoran ninguna estrella Michelin, «las estrellas son sus clientes», tal como cuenta Sandro.

Tuvieron que pasar seis años para que llegase Ten con Ten. El espacio mantenía la esencia astur con recetas como oricios gratinados, croquetas de fabada, pastel de centolla, arroz con pitu de caleya, verdinas con bugre, cachopo de solomillo de ternera, pote con castañas, merluza a la sidra o fritos de pixín con tinta de calamar (como suelen llamar a Silva). Más tarde, crearon Ultramarinos Quintín -confeccionado a la imagen y semejanza de la tienda que el abuelo de Marta regentaba en Oviedo- que terminó convirtiéndose en gastrobar debido a la insistencia de los clientes, porque «querían comer». Por último, hace un año abrían Amazónico, que se ha consagrado como un asador de carnes y pescados que se complementa con un local de jazz en la planta inferior, el The Jungle Jazz Club. Y ahora, dos más. ¿Hasta dónde se extenderá este emporio/imperio en el futuro? Solo ellos lo saben.