El médico que atendió a Iván Fandiño dice que era «imposible» salvarle la vida porque los daños eran «irreversibles»

Efe MADRID

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«El hígado había reventado a causa de la cornada, que también rompió la vena cava», explica

18 jun 2017 . Actualizado a las 22:01 h.

El jefe de servicios y portavoz del hospital «Layné» de Mont de Marsan, suroeste de Francia, el profesor Poirier, ha asegurado que era «imposible» salvar la vida del diestro de origen gallego Iván Fandiño, que, aunque no falleció en el acto, los daños que sufría en hígado, riñón y pulmones eran «irreversibles». Todavía no se ha emitido ningún parte médico oficial que detalle el alcance de la fatal cornada que acabó ayer con la vida del torero en la ciudad francesa de Aire Sur L'Adour.

En declaraciones al diario Sud-Oest, el doctor Poirier, que iba con el diestro en la ambulancia en el momento en el que se certificó su fallecimiento al no poder reanimarle de un segundo paro cardiaco, desvela que ni en la enfermería de la plaza ni en el hospital se hubiera podido hacer «nada» para salvarle la vida. «El torero presentaba en el abdomen tres litros y medio de sangre negra, proveniente de las glándulas hepáticas, señal de que el hígado había reventado a causa de la cornada, que también rompió la vena cava, lo que le produjo en severo derrame interno», explica el médico.

«La muerte era instantánea»«Cuanto entró a la enfermería ya lo hizo prácticamente sin pulso. Era imposible tomarle la tensión arterial de lo débil que la tenía. La muerte era instantánea. Era imposible hacer nada por él. Ni en la enfermería de la plaza ni en el hospital hubiera habido forma de salvarlo», concluye Poirier. La defunción fue certificada alrededor de las 21:30 de la noche, hora española, casi noventa minutos después del fatal percance, aunque el galeno francés insiste en que la muerte era «inevitable», pues los daños que sufría en hígado, riñón y pulmones eran «irreversibles» y ni en la enfermería de la plaza ni el hospital hubieran podido hacer nada por salvarle.

El torero de Orduña (Vizcaya), de 36 años, fue corneado mortalmente por el toro «Provechito», número 53, negro de capa, nacido en marzo del 2013, y perteneciente a la ganadería de Baltasar Ibán. Iván Fandiño perdió pie al ser arrollado por el animal al tratar de instrumentar un quite por chicuelinas y, una vez en el suelo, le metió el pitón por el costado derecho. La gravedad del percance se advirtió casi en el mismo momento en el que las cuadrillas trataron de levantarle del albero, tanto que el propio Fandiño llegó a decirle al matador francés Thomas Dufau: «Que me lleven rápido al hospital que me estoy muriendo», a la postre, las últimas palabras que pronunció el espada vasco antes de fallecer.

«Que me lleven rápido al hospital que me estoy muriendo»

La triste noticia corrió como la pólvora. En Madrid, donde se celebrara la Corrida de la Cultura, el fatal desenlace cayó como un jarro de agua fría. Los rumores sobre la muerte de Fandiño lo inundaron todo, como en Granada, donde los diestros Enrique Ponce y Roca Rey, visiblemente emocionados, rehusaron a salir a hombros en señal de duelo.

Los restos mortales de Iván Fandiño, de 36 años, aún permanecen en el hospital de Mont de Marsan, donde ya han llegado sus padres, Paco y Txaro, y su esposa, Cayetana García Barona, y a lo largo del día de hoy será traslado al tanatorio de Amurrio (Álava).

Los restos mortales del torero Iván Fandiño han sido trasladados a lo largo de este domingo al tanatorio de Amurrio (Álava), donde será velado, para posteriormente ser incinerado en su localidad natal, Orduña (Vizcaya), han informado a Efe fuentes de la familia. De madrugada llegaron los padres del torero, Paco y Txaro, originarios de Oza dos Ríos y Abegondo, y a primera hora de esta mañana lo hizo su esposa, la ecuatoriana Cayetana García Barona, con quien Fandiño se casó en 2014. Ambos eran padres de una niña llamada Mara, y que aún no ha cumplido los dos años. Cayetana es la hija del ganadero de reses bravas Luis Fernando García, dueño del hierro de Campo Bravo.

Segunda muerte de un torero en menos de un año

La muerte Iván Fandiño es la segunda de un matador español en lo que llevamos de siglo. Los últimos fallecimientos de matadores españoles fueron los de Francisco Rivera «Paquirri», en Pozoblanco, Córdoba (1984), José Cubero «Yiyo» en Colmenar Viejo, Madrid (1985) y Víctor Barrio en la plaza de toros de Teruel, en la Feria del Ángel (2016). A escala mundial, un total de 138 profesionales del toro -36 matadores entre ellos- han muerto como consecuencia de las heridas sufridas en plazas, fincas o tentaderos, desde el siglo XX, según EFE.

La primera cornada mortal del siglo pasado ocurrió el 13 de enero de 1907 en la plaza de México D.C. y tuvo como víctima al espada Antonio Montes. Después caerían mortalmente heridas figuras tan relevantes como José Gómez Ortega «Joselito» (Talavera de la Reina, Toledo, 1920), Manuel Granero (Madrid, 1922), Ignacio Sánchez Mejías (Manzanares, Ciudad Real, 1934), Manuel Rodríguez «Manolete» (Linares, Jaén, 1947) y Antonio Mejías Jiménez «Bienvenida» (El Escorial, Madrid, 1975), entre otros.