«Un novio me torturó hace 10 años durante 2 meses y desde aquello duermo en la calle»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

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Alberto Mahía

Una mujer asturiana llegó a la ciudad huyendo del maltrato y ahora malvive en pensiones y portales

03 jul 2017 . Actualizado a las 07:53 h.

En la calle, en los cajeros, bajo los puentes, en los albergues o en pisos compartidos por diez se encuentra uno de todo. Hay gente que se tapa con un cartón por que ha tenido mala suerte en la vida y los hay que se lo han ganado. Hay personas sanas con ganas de trabajar durmiendo bajo los puentes y hay otras que no buscan más empleo que el de mendigar ni mejor pasatiempo que el de beber. Hay historias que darían para escribir mil libros. En tapa dura y visible en las mejores bibliotecas debería estar bien contada la vida de Cristina Heras Valdes, una mujer de Gijón de 37 años que hace diez salió en los telediarios porque su novio la secuestró durante dos meses, le arrancó los dientes con tenazas y la llevó al monte, donde la obligó a cavar su propia tumba. Si no la acabó usando fue por un milagro. A él lo metieron preso y ella terminó mucho peor. Enganchada a las drogas y huyendo de ciudad en ciudad, primero de los amigos de su exnovio y ahora de él, que ya anda libre.

Cristina pasa las noches en portales o cajeros y, cuando tiene algo de dinero, que casi nunca lo tiene, en una pensión en el Agra del Orzán. Pudo haber sido lo que ella hubiese querido. Médica, ingeniera, escritora o modelo. «De pequeña era muy lista, la mejor de la clase. Los profesores me llamaban cerebrito» recuerda.

Pero si a los 14 años envían a tus padres a prisión y la familia se desentiende, llegar a los 37 años con vida es ya una victoria.

Cristina no pudo ir al dentista a ponerse los dientes que un monstruo le arrancó porque nunca la indemnizó pese a que el juez se lo ordenó. Tampoco puede ahorrar una mujer que vive de lo que le da la gente en la calle. Así que sigue así, sin poder reírse porque le da vergüenza enseñar una boca sin dientes.

Ha vivido en muchos sitios y en ninguno le fue bien. Intentó salir adelante en Oviedo, Ferrol, Lugo o Gijón. Pero nada. Allí donde va, solo cambia el clima.

Desarraigo familiar

Como Cristina, está Juan. Con la excusa de olvidarse de que duerme en un cajero, bebe dos litros de vino antes de acostarse. Lleva así 8 años, desde que su familia lo puso en la calle porque a sus padres no les daba más que disgustos. «Estaba muy enganchado y robaba en casa», reconoce. ¿Tiene esperanza de salir de la calle? ¿Busca trabajo? Responde que sí. Pero dice que no se lo dan porque no tiene ropa decente que ponerse.

Su amigo Manuel también duerme donde puede. Lleva así 20 años. «Lo peor de dormir debajo de un puente o en un portal son los primeros días. Luego ya te acostumbras», dice un hombre que lleva siempre su mochila a cuestas porque ahí guarda todo lo que tiene en esta vida. Una muda, una navaja y un abrigo.