20 años de la muerte de Lady Di: crónica de una semana que estremeció al mundo

Tamara Rivas Núñez
Tamara Rivas REDACCIÓN

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Diana, Carlos y sus hijos, con la familia real española en el palacio de Marivent (Mallorca).
Diana, Carlos y sus hijos, con la familia real española en el palacio de Marivent (Mallorca). M.H.DE LEON | EFE

La mala gestión del fallecimiento de Diana de Gales por parte de la casa real provocó que hace dos décadas se abriese una herida entre la corona y el pueblo que todavía hoy no se ha cerrado. Así lo contó La Voz

01 sep 2017 . Actualizado a las 09:18 h.

El 31 de agosto de 1997 medio mundo enmudeció. La princesa Diana de Gales y su pareja por aquel entonces, Dodi Al-Fayed,  perdían la vida tras un trágico accidente contra una de las columnas del túnel del Alma de París mientras huían de los paparazzi que trataban de conseguir una imagen de los personajes del momento.

En ese fatídico último día de agosto, del que este jueves se cumplen 20 años, el mundo tuvo que decir adiós precipitadamente a Lady Di. A una mujer que con tan solo 36 años había conquistado los corazones de medio mundo gracias a una solidaridad sin precedentes en un miembro de una casa real. Pero también gracias a la empatía generada tras un matrimonio con el príncipe Carlos que comenzó como un cuento de hadas y que terminó encerrándola en una especie de cárcel de la que ahora comenzaba a salir gracias a un nuevo amor. Con su muerte comenzó a construirse la historia de un mito que todavía perdura en nuestros días y que llegó a hacer tambalear los propios cimientos de la monarquía británica.

Los periódicos del mundo y la prensa del corazón del momento recogieron en sus portadas el fatal desenlace de la princesa del pueblo y en los días posteriores se volcaron en informar de todo lo relacionado con su muerte, desde la búsqueda de culpables hasta los detalles de cómo, cuándo y dónde se celebraría el funeral.

La Voz de Galicia recogió en su portada del 31 de agosto de 1997 la noticia del accidente bajo el titular «Lady Di, herida grave, y su novio, muerto, en un accidente en París». En la información de las páginas interiores se precisó que el choque en el túnel bajo el puente del Alma perdieron la vida Dodi Al-Fayed y el conductor de vehículo, mientras que la princesa Diana de Gales resultó gravemente herida y fue trasladada a un hospital de la capital francesa del que no trascendió el nombre.

La primera reacción que llegó desde el palacio de Buckingham habló de un accidente «previsible» por la manera en el que Lady Di y Dodi Al-Fayed eran perseguidos por los fotógrafos desde que a principios de mes salieran a la luz unas fotos de ambos navegando por el Mediterráneo en el yate privado del millonario egipcio.

Al día siguiente, La Voz realizó un despliegue de seis páginas para tratar la muerte de Diana de Gales y recogió en su portada el trágico desenlace tras tres horas de infructuosos esfuerzos médicos por salvarle la vida con el titular «El mundo entero llora a Diana», ilustrándolo con tres fotografías; una en la que se mostraba la llegada de sus restos mortales al Reino Unido; otra en la que se ven la multitud de ramos de flores que de forma anónima e improvisada empezaron a depositar los ingleses a las puertas del palacio de Buckingham; y una última con la foto de los restos del coche accidentado.

La casa real británica optó en un primer momento por celebrar un funeral privado, pero la presión de los británicos, que criticaron abiertamente el hecho de que ni en Buckingham ni en Balmoral ondease la bandera a media asta, obligó a que se replanteasen la ceremonia fúnebre. 

Comienza a hablarse de una conspiración

Ya ese 1 de septiembre se habló por primera vez de la posibilidad de que el accidente hubiese sido en realidad un atentado, una de las teorías alrededor de la muerte de la princesa de Gales que gozó de mayor popularidad. Concretamente fueron los egipcios los que lanzaron esa idea con el argumento de que los servicios secretos británicos estuvieron detrás de la muerte de la pareja para evitar que Lady Di se casase con un egipcio, y que por tanto, el futuro rey de Inglaterra, el príncipe Guillermo, pudiese tener un hermanastro de otra raza.

Ante un suceso de tal magnitud siempre surge la necesidad de encontrar culpables, y desde un primer momento todos -políticos, famosos y los ciudadanos británicos- acusaron a los paparazzi. El más contundente en ese sentido fue el hermano de la princesa Diana, el conde de Spencer, que pronunció una frase que quedó para la posteridad: «Siempre pensé que la prensa mataría a mi hermana, pero jamás imaginé que sería de una manera tan obvia».

Los siete fotógrafos que perseguían a la pareja en el momento del accidente ingresaron en prisión acusados de homicidio involuntario. Sin embargo, el gremio de los reporteros gráficos salió en su defensa y apuntaron al exceso de velocidad -el coche circulaba por el túnel a 180 km/h en el momento del accidente- como el verdadero culpable de la tragedia.

En una de las páginas, un perfil de Lady Di profundizó en cómo había sido su vida antes de casarse con el heredero al trono británico y cómo la inestabilidad emocional provocada por la frialdad de su esposo, la presión de la familia real y la presencia de Camila Parker Bowles le provocó problemas de anorexia y bulimia e incluso la llevó a intentar suicidarse hasta en cinco ocasiones.

Todos los líderes políticos del momento, desde Tony Blair a Bill Clinton, pasando por Jaques Chirac, Roman Herzog, Romano Prodi, Mandela o Benjamin Netanyahu expresaron su profunda tristeza por la muerte de la princesa de Gales. Incluso el presidente de la Xunta Manuel Fraga manifestó su «honda condolencia» y su aprecio por los Windsor, a quienes trató cuando ocupó el cargo de embajador de España en Londres.

El martes 2 de septiembre, un novedoso y trascendental dato entró en escena, y es que el chófer del coche de Lady Di triplicaba la tasa de alcohol -la ley francesa fijaba en 0,5 el límite y Henry Paul tenía 1,75 gramos de alcohol por litro de sangre-.

También ese día se conocieron los detalles de cómo sería el funeral. A Buckingham no le quedó otra que ceder a la presión de la sociedad británica y anunció un «funeral único para una persona única», con una procesión desde el palacio de St. James hasta la abadía de Westminster, que acogería la celebración un acto solemne al que fueron invitadas más de 2.000 personas.

El primer ministro Tony Blair resultó clave para que la casa real británica le otorgase al acto la solemnidad que Diana se merecía e incluso fue idea suya la elección del sábado para que así todos los británicos pudiesen rendir su último homenaje a la princesa del pueblo.

Otro de los focos de interés de esos días era la búsqueda de responsables, y a pesar de haber trascendido los niveles de alcohol en sangre del conductor del vehículo, los paparazzi continuaban en el punto de mira, sobre todo, en el de la familia Al-Fayed, que decidió emprender un proceso legal contra los reporteros gráficos. El 3 de septiembre, el juez de instrucción parisino que llevó el caso acusó a los siete fotógrafos de omisión del deber de socorro y homicidio involuntario.

Mientras, en las revistas españolas se debatía sobre si publicar o no las instantáneas del accidente en las que se mostrasen de algún modo los cuerpos de los fallecidos. Hola! y Lecturas descartaron rotundamente su publicación, sin embargo desde Diez Minutos e Interviú se defendía la posibilidad de publicarlas, aunque señalaban que primero habría que verlas, ya que nadie las había ofrecido. Finalmente, la prensa rosa española adelantó dos días su publicación con números especiales -algunos con más de cincuenta páginas- en los que no hubo ninguna fotografía del fatal accidente.

El 3 de septiembre, la prensa puso sobre la mesa el nombre de Camila Parker Bowles. Una figura a la que pocos se habían atrevido a nombrar y que permanecía en un segundo plano hasta ese momento, pero que resultaba trascendental para el devenir de la corona británica y el acceso al trono del príncipe Carlos. Sin embargo, los expertos constitucionales, religiosos y monárquicos consultados por La Voz coincidían en que la súbita muerte de Diana, despejaba todo tipo de recelo por parte de la Iglesia sobre un posible nuevo matrimonio de Carlos de Inglaterra. Eso sí, auguraban y no se equivocaban, un recelo del pueblo británico hacia la amante del príncipe de Gales, ya que para ellos Diana siempre sería su reina en la ausencia. 

¿Dónde está el corazón de los Windsor?

La familia real británica manifestó por primera vez su tristeza el 4 de septiembre, y en gran medida, esa muestra de dolor fue debida, una vez más, a la presión recibida por la sociedad y los medios de comunicación, que no comprendían la frialdad de su comportamiento. La muerte de Diana de Gales abrió una herida que todavía no se ha cerrado del todo entre la casa real y el pueblo británico, y en parte por diversos gestos de esos días como el hecho de que la bandera británica no ondease a media asta en Buckingham hasta cuatro días después del fallecimiento de la princesa o que la reina de Inglaterra decidiese continuar con su agenda del día cuando tuvo noticia de la trágica muerte.

Ante esta situación, Tony Blair se vio en la obligación de volver a intervenir. Por un lado solicitó a la reina Isabel II que se dirigiese al país por televisión para aplacar los ánimos, y además medió para que se extendiese el recorrido del cortejo fúnebre con los restos de Diana hasta casi cinco kilómetros -en un principio iba a ser de un kilómetro y medio- ante la previsión de que dos millones de personas abarrotasen las calles de la ciudad para dar su último adiós a la que siempre será su princesa.

Ese mismo día se comenzó a especular con la posibilidad de que el príncipe Guillermo, el primogénito de la princesa y futuro heredero al trono británico, desfilase por las calles de Londres tras el féretro de su madre como muestra de respeto.

Un día antes del funeral surgió un problema de protocolo sobre la idoneidad de quién debería asistir y quién no al acto, ya que desde su separación y posterior divorcio del príncipe Carlos, la princesa Diana se había alejado de los Windsor y ya no poseía el título de Alteza Real. De entre los más de 2.000 asistentes que se esperaban para el sepelio, Buckingham solo envió invitaciones a los miembros de familias reales que habían mantenido en los últimos tiempos una relación estrecha con la fallecida. Diana de Gales y Carlos compartieron vacaciones, cuando todavía estaban casados, con la familia real española en Palma. Sin embargo, solo la infanta Pilar representaría a la corona española en el funeral. Lo mismo sucedió con los jefes de Estado, y así tanto Bill Clinton como Jacques Chirac, decidieron no acudir y enviar en su lugar a sus esposas.

También ese 5 de septiembre salió a la luz una información que agitó los corazones de los británicos y que ayudó a acrecentar la leyenda de Lady Di. Tras años de infidelidad al lado de Carlos de Inglaterra, la princesa Diana había empezado a sonreír al lado de Dodi Al-Fayed. Su amistad se remontaba a diez años atrás, pero su relación era reciente -amigos íntimos de la pareja situaron el inicio del romance en noviembre del año anterior-. La trágica noche en la que ambos perdieron la vida, la pareja había acudido a cenar al hotel Ritz, y diversos medios aseguraron que durante la velada, el multimillonario egipcio había regalado a la princesa un anillo valorado en 28 millones de pesetas que podría ser de compromiso y que estaban valorando la posibilidad de irse a vivir a una lujosa mansión de Malibú.

La reina Isabel II abrió su corazón al mundo durante la tarde anterior al funeral. La monarca, poco amiga de los mensajes televisados, pronunció unas emocionadas palabras en directo a las puertas del palacio de Buckingham en las que calificó a Diana de «ser humano excepcional» y las que puso de manifiesto la admiración y respeto que sentía hacia ella «por su energía y su compromiso con otros, y en especial, por su devoción por sus dos hijos».

Horas antes del mensaje de la reina, el príncipe de Gales y sus dos hijos se acercaron a las puertas del palacio de Kensington, donde el pueblo había colocado cientos de miles de ramos de flores, para leer los mensajes allí depositados y compartir con los británicos el dolor por la muerte de la princesa Diana.

La Voz informó ese día en sus páginas interiores de dónde sería enterrada Lady Di. La familia Spencer había decidido que sus restos descansasen en una de las propiedades que poseían en Great Brington, en el centro de un lago artificial rodeado de árboles que ella y sus hijos habían plantado, para que así tanto Guillermo como Enrique pudieran visitarla en privado siempre que lo deseasen y de paso, evitar que su tumba se convierta en un centro de peregrinaje. 

Un funeral de impacto mundial

El sábado 6 de septiembre se celebró en Londres el funeral de Diana de Gales, una ceremonia que según recogió La Voz en su portada del día siguiente, fue vista por la mitad de la población del mundo. Alrededor de dos millones de personas salieron a las calles de la capital británica y paralizaron toda la actividad del país para darle el último adiós a su princesa. Y a pesar de que el carácter anglosajón es reacio a mostrar los sentimientos en público, la gente lloró sin precedentes sin intentar ocultar sus lágrimas.

Finalmente, los príncipes Guillermo y Enrique escoltaron con entereza el féretro de su madre hasta la abadía de Westminster tras depositar sobre él un ramo de lirios y una carta en la que se podía leer Mummy (mami).

Durante el funeral se vivieron momentos emotivos, pero hubo dos que sobresalieron por encima del resto y que han pasado a la historia. El primero, el discurso del hermano menor de la princesa, calificado por unos de valiente y ejemplar y por otros como un acto de venganza. En las palabras del conde Spencer hubo ataques a la prensa, pero también críticas a los Windsor por la tormentosa vida que le dieron a su hermana y lanzó una advertencia en la que aseguraba que tratarían de que tanto Guillermo como Enrique fuesen educados a imagen de su madre.

El otro gran momento emotivo fue el protagonizado por Elton John, que conmocionó al mundo con la canción Goodbye England’s rose -una versión del Candle in the wind- que dedicó a su íntima amiga.

Tras la ceremonia, el vehículo fúnebre tomó rumbo a Great Brington, en el corazón de Inglaterra, donde la princesa Diana fue enterrada en un acto estrictamente privado.

Lady Di despertó la simpatía de los británicos desde que se conoció su noviazgo con el príncipe Carlos. Su faceta solidaria y la tormentosa vida que atravesó le valió para ir ganándose poco a poco el corazón de medio mundo. Con su prematura muerte ese sentimiento no hizo más que ir en aumento hasta poner en jaque a la monarquía británica, que no supo o no quiso, reaccionar como sus súbditos esperaban. Con la muerte de Diana de Gales, de la que este jueves se cumplen 20 años, comenzó a forjarse una leyenda que ha traspasado corazones y fronteras.