Homófoba y misógina, esto es lo que opinan los «millennials» de «Sexo en Nueva York»

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

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Las nuevas generaciones reinterpretan la famosa serie de los años 90, que este año cumple 20 años

29 ene 2018 . Actualizado a las 08:11 h.

«Bienvenida a la era de la pérdida de la inocencia, nadie desayuna con diamantes y nadie vive romances inolvidables». Era la primera vez que tecleaba en su ordenador aquella frase. Cupido ha dejado el nido. De aquello hace veinte años, seis temporadas, dos películas y una última polémica final: no habrá tercera parte. Hace veinte años que Carrie Bradshaw, el personaje más amado y más odiado de la televisión se encontraba con Mr. Big, el hombre que su amiga Samantha definía en el episodio piloto como el próximo Donald Trump. Hoy que el auténtico Trump -que hace un cameo en la serie- vive en la Casa Blanca, queda demostrado que las reposiciones nunca fueron buenas. Porque los que estaban abriéndose paso a la vida cuando el 6 de junio de 1998 se estrenaba Sexo en Nueva York le sacan hoy los colores a una serie de culto. Y a veces transfóbica. Y a veces clasista. Y racista. Y homófoba. Y sí, un poquito misógina.

Los millennials están revisitando los productos audiovisuales que marcaron, y de qué manera, los 90 y el cambio de siglo. Y no acaba de gustarles del todo lo que ven. Ahí está el descubrimiento de que los veinteañeros de hoy vean totalmente sexista y racista, Friends, una serie sobre un grupo también de veinteañeros en el Nueva York de los 90. Sí. Joey es un machirulo que trata a las mujeres como objetos de usar y tirar. Sí. Ross tiene problemas con su masculinidad y lo demuestra no dejando que su hijo juegue con muñecas y volviéndose loco con que a Ben lo cuide un hombre. Un niñero. Sí. Hay cientos de chistes sobre lo gorda que estaba Mónica. Y no. No hay apenas personajes que no sean blancos y anglosajones.

Los veinteañeros se han criado en un modelo televisivo distinto y eso les da otra perspectiva ¿Por qué? Porque los millennials se han criado con otra cultura televisiva. Lo explica Mónica Valderrama, profesora de Comunicación Audiovisual en la Universidade de Vigo. «Ellos han tenido la opción de ver un modelo diferente», un modelo que arranca justo después del final de Friends con el estreno de Weeds, una serie con una protagonista femenina que se sale, y mucho, de los cánones tradicionales. Ese modelo es el de las series de Showtime, que tienen un enfoque agridulce, que conectan más con el espectador. Un modelo centrado en el pay per view y no en la televisión generalista, en la que no tienen cabida productos como Queer as folk, por ejemplo. Con una puntualización: las series, como todo proyecto creativo, hay que revisitarlas con el contexto histórico en el que fueron emitidas presente. Y han cambiado muchas cosas en la sociedad durante los últimos dos decenios.

Eso no quita que también haya tela que cortar en aquel producto revolucionario que fue el de cuatro mujeres hablando sin tapujos de sexo. Aunque claro, sí había algunos tapujos. Y esa tela la cortan a diario en Every Outfit in ‘‘Sex and the City’’, la cuenta que hace un par de años abrieron Chelsea Fairless, diseñadora, y Lauren Garroni, escritora. Chelsea recordaba un outfit concreto de la serie y pensó lo que otros muchos habían pensado antes: sería fantástico que existiese un repositorio de todo cuanto traje ha salido en la serie. Desde el icónico vestido con estampado de papel de periódico a los crímenes estéticos, que los hubo, y muchos.

Había nacido una cuenta revolucionaria. No solo critican con un sarcasmo atroz cada una de las elecciones estéticas de la serie, siempre desde el máximo respeto a la estilista Patricia Field, sino que también han conseguido que el personaje a priori menos concienciado con las minorías se haya convertido en una activista social. Todo comenzó como una broma interna entre las dos creadoras de la cuenta. La lanzaron y la respuesta fue inmediata. La etiqueta #WokeCharlotte ha puesto de relevancia comentarios homófobos -como cuando Carrie dice que no cree en la bisexualidad-, racistas (como cuando Bunny le dice que no le gusta la comida china y tampoco las hijas del imperio del Sol Naciente) y clasistas, como cuando Carrie se refiere al ghetto gold, algo así como los oracos [joyas falsas] de los canis patrios.

Todas deberíamos ser Miranda

Y todo, a la vez que tanto Every Outfit como otra cuenta, Miranda Mondays, reivindican el personaje de Miranda Hobbes, la abogada sarcástica que se licenció en Harvard, es socia de su bufete antes de los 40 años y tiene una carrera tan sólida que es capaz de permitirse comprar su propio piso en Manhattan. El eslogan We all should be Mirandas recuerda que el siglo XXI es el de las mujeres, como Miranda, inteligentes, fuertes, independientes y ambiciosas. Como la actriz que le puso rostro, Cynthia Nixon, que quiere entrar en política.