Así se forjan los «fuera de serie»

E. V. Pita REDACCIÓN

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JASON REDMOND

Bill Gates se fugaba de casa de noche para usar el ordenador del colegio, Steve Jobs fue un hippy obsesionado con el diseño, Elon Musk sobrevivía con pizzas en su primera «start-up» y Jezz Bezos fichaba a adictos al trabajo.

02 jul 2018 . Actualizado a las 19:51 h.

Los reyes de Internet son leyenda. Pero ¿cuáles fueron las claves del éxito de estos mitos de Silicon Valley y Seattle? El sociólogo Malcom Gladwell, en su libro Fueras de serie (2008), establece las reglas que explican por qué Bill Gates se hizo millonario con Microsoft o Steve Jobs con Apple. Asegura que para ser un virtuoso en un oficio es necesario entrenar 10.000 horas, ya sea genio de la informática, jugador de baloncesto o violinista. Y eso se aplica a Bill Gates, encerrado toda su adolescencia ante un ordenador. El año de nacimiento también fue un factor clave para forjar a la generación de ídolos de la informática. Gates y Steve Jobs nacieron en 1955. Eran los mejor situados para llegar en plena juventud a la revolución informática con 10.000 horas de programación a sus espaldas. Además, vivían en el país que desarrolló los computadores y accedieron a los ordenadores de críos. Gates se escapaba de casa de noche para usar el ordenador de su colegio.

En el caso de Jobs, su biógrafo Walter Isaacson destaca que el fundador de Apple se crio en un barrio de San Francisco cuyos vecinos eran ingenieros. Sus padres biológicos tenían título universitario y los adoptivos sabían de mecánica. Sus amigos eran los frikis del colegio e inventaban bromas. Desde la cuna, Jobs tuvo asignado un fondo para financiar su carrera. Tras su etapa hippy, se obsesionó con el diseño minimalista. En Apple se granjeó la fama de genio y tirano. Echó a patadas a un equipo entero por fracasar con un prototipo. Los ejecutivos que contrató lo apartaron del trono en los años 80 pero resurgió cuando lanzó el iPod e iPhone.

En cuanto a Elon Musk, fundador de Tesla y XSpace, nació en Sudáfrica en 1971 y era una rata de biblioteca con memoria fotográfica que se leyó la Enciclopedia Británica. A los 10 años, su padre le compró un ordenador cuando nadie sabía lo que era y empezó a programar mientras los matones de clase le daban palizas. Emigró a América y, para pagarse la Universidad, alquiló una casa de 10 habitaciones donde montaba fiestas y cobraba entrada. Entendió el bum de Internet en 1996 y fundó su primera start-up, ZIP, en un apartamento cutre en Palo Alto, en Silicon Valley. Él programaba, las jornadas eran maratonianas, sin ducharse y sobreviviendo a base de pizza. Vendió ZIP por 10 millones. Su vecino de bloque era Peter Thiel, cofundador de PayPal, otro futuro multimillonario. En De cero a Cien (2014), Thiel habla de su generación: «Muchos eran abstraídos, retraídos, sin apego social, pero quienes se hallaban en un término medio fueron los que pudieron sobresalir y ganar mucho más dinero del soñado. Los nerds de PayPal eran fans de la capitalista La Guerra de las Galaxias, no de Start Trek».

Jeff Bezos, el fundador de Amazon, nació en 1964. Niño prodigio, de joven trabajó en Wall Street para Desco, una consultora que usaba superordenadores. En vez de brokers, había matemáticos. En 1992 comprendió la importancia de Internet y se mudó a Seattle, donde tenía su sede Microsoft, para montar la mayor librería on line del mundo. Solo contrataba a empleados adictos del trabajo. En el 2000, ya era rico.

Y los fundadores de Facebook o Google estudiaron en universidades de élite como Harvard o Stanford, que abandonaron para triunfar en las redes sociales. Quizás un factor explica el éxito de casi todos estos genios: el fondo de inversiones KPMG apostó su capital en ellos.