«Mi perra apareció en Barcelona tras 10 años»

Mila Méndez Otero
mila méndez REDACCIÓN / LA VOZ

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MARCOS MÍGUEZ

Ha pasado una década desde que le robaron a Lola. Gracias al microchip, la acaba de recuperar

04 mar 2018 . Actualizado a las 09:07 h.

A la casa de Alba ha vuelto la alegría. Toda la que transmiten dos Yorkshire que no paran de jugar y que saben posar muy bien para la cámara. Unas semanas atrás esta escena era impensable para su dueña. Su odisea comenzó hace 10 años, cuando trabajaba en Barcelona. Allí vivía con Lola, la mayor de las dos perritas. El can era entonces una cría de dos años. «Todo pasó cuando vinieron unos amigos de Galicia a visitarme y fui a llevarlos al aeropuerto. Ella venía conmigo. Dejé el coche desatendido un momento, mientas me despedía. En ese instante entraron en el coche y me la robaron. Fue el 19 de enero del 2007. Nunca me olvidaré de esa fecha». Empezó ahí su periplo para encontrarla, sin éxito. «Llevaba microchip, tenía esperanzas. Puse una denuncia. Rastreé durante semanas en páginas web de venta de perros. Pegué carteles por Barcelona, salí hasta en la tele. Fue un capítulo que nunca superé», confiesa Alba Caamaño, de 35 años. 

Una década de angustia

De la capital catalana se vino de vuelta a A Coruña hace un tiempo. Una década después del robo, la llamaron estas Navidades. Eran del REGIAC, el Rexistro Galego de Identificación de Animais de Compañía. «Les acababa de llegar un aviso desde Cataluña de una perrita a mi nombre llamada Lola», cuenta. La habían recogido en el Centro de Acogida de Animales de Compañía de Barcelona.

La sorpresa fue mayúscula. «Siempre pensaba en ella. Quien hace algo así es para venderla o para usarla, no para darle una buena vida». Como temía, Lola estaba muy enferma. «Tenía tumores mamarios, la utilizaron para parir todo el tiempo». Había que intervenirla ya. «Al día siguiente arreglé en el trabajo y me fui para allí en coche. No podía estar los 10 días que llevaba el posoperatorio sin verla». 

Un pan bajo el brazo

El hallazgo de Lola no fue la única sorpresa: «Venía con una cría, también con tumores mamarios. Además, las dos tenían un carácter muy duro, cogí hasta un educador canino. Padecían ansiedad por haber pasado hambre y sufrir maltrato. Lola tenía una mordida. Casi no se movía, ahora está mas tranquila, porque se siente de nuevo en su hogar».

La Yorkshire tuvo que pasar de nuevo por el quirófano hace dos semanas, ya que «le sacaron una cadena mamaria». Alba insiste: «Fue todo gracias al chip, la gente tiene que darse cuenta de lo importante que es, no solo por lo que diga o no la ley». No funciona, lamenta, como un GPS, pero los veterinarios sí tienen la obligación de pasarle el lector a una mascota cuando esta entra en su clínica. Este chip informa de quiénes son sus dueños. «Nunca tiré la documentación ni la denuncia. ‘Igual cuando pasen 20 años, me decía’», confiesa, ahora feliz. La perrita pequeña no podía haber sido bautizada con otro nombre: «¡Le puse Bimba, claro!».