Tato y Peggy, los cerdos mascota aniquilados por unos perros hambrientos

Álvaro Alonso Filgueira
ÁLVARO ALONSO FERROL / LA VOZ

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César Toimil

Los dueños estaban de vacaciones y al volver tuvieron que enterrar a sus dos «minipigs»

09 abr 2018 . Actualizado a las 13:14 h.

«No me parece normal que estos animales fueran rescatados y hayan acabado así. Yo les quise dar una vida digna y murieron comidos por unos asesinos». Loli Fidalgo expresa sus sentimientos entre lágrimas, con los pies posados en un terreno donde, hasta hace unos días, correteaban Tato y Peggy, dos pequeños cerdos mascota. Ella y su novio, Marcos Hermida, ambos ferrolanos de 34 años, recibieron en la tarde del pasado viernes, mientras se encontraban de vacaciones, una llamada fatídica. Su vecino y también dueño de la finca, Jesús, les contó que cuatro perros de una casa cercana acababan de atacar a sus minipig.

Peggy, con cinco meses de vida y unos 7 kilos de peso, murió al momento. Tato, con dos años y unos 60 kilos, acabó agonizando tras el suceso y fue eutanasiado. «Los mataron y se los comieron, fue una escabechina», relata Loli. En la caseta donde dormía uno de ellos se aprecian numerosas mordeduras. Según su relato, luego los dueños de los canes, unos vecinos que viven a apenas 50 metros, se intentaron meter a pararlos, pero no les obedecieron. «Los perros están esqueléticos y hambrientos, en semiabandono», asegura Loli. No sabe cómo pudieron saltar la valla e incluso sospecha si los ayudaron. En los últimos meses, recuerda, mataron también a una cabra y atacaron a otro perro.

Unas horas después del ataque, el sábado al mediodía, la pareja ya estaba de vuelta de su viaje a Cantabria. Al llegar a su propiedad del lugar de Aneiros de Arriba, en la parroquia ferrolana de Serantes, acudieron lo primero a poner una denuncia en la comisaría de la Policía Nacional. Los agentes se personaron en la casa de los dueños de los perros, pero no respondieron. «Los animales no tienen culpa, los culpables son los dueños por tenerlos en esas condiciones», critica Loli. Los del ataque fueron una madre y tres cachorros, y tienen otros dos más.

Después de denunciar, Loli y Marcos fueron al veterinario, recogieron a los cerdos y los llevaron de vuelta para enterrarlos. «Los vecinos hicieron el agujero para que no pasáramos el mal trago», cuentan. Encima de las tumbas colocaron con flores una «T» y una «P» por las iniciales.

Los cerdos procedían de Madrid, donde se encontraban en acogida tras haber sufrido varias situaciones de maltrato animal. «El cariño de un cerdo hay que ganarlo y, a partir de ahí, te ama para siempre. Son únicos, no se merecen acabar así», dice Loli.