¿Qué nos hace más felices?

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ANGEL MANSO

HAY UNA REGLA DEL 5 para ser feliz, nos la descubre Elsa Punset. ¿Pero de qué va esta materia que a veces dejamos para el global de vacaciones? Un café, los amigos, el deporte, un abrazo o encontrarse un billete «perdido» en un bolsillo cuentan. Y ellos sacan nota. Aquí sí vale copiar

06 may 2018 . Actualizado a las 09:25 h.

Levantarse con sol. Un café. Olor a pan. La risa de tu hijo. Un achuchón de tu sobrina. Un wasap sorpresa. Que llueva y estés dentro. Jugar con tu perro. Quedarte un rato más. Salir corriendo con la mañana por delante. Hacer deporte, equipo. Hablar, escuchar. Perderse dos horas. Encontrarte un billete de 20 ¡perdido en un bolsillo! O uno de 5... como le ocurrió a la escritora Marga Rosende (A Coruña, 1968), autora de El color del cristal con que me miras, que acaba de presentarse en Pontevedra. «¡Es una ilusión, alegría! Vas a tirar un vaquero que no te pones desde hace años, y en el minibolsillo delantero encuentras un billete de 5 euros dobladito», comparte. El vaquero, confiesa, ya no le sirve, pero ella tiene planes para esos 5 euros recobrados por sorpresa que, de momento, se ha guardado en un joyero en el que, en lugar de alhajas preciosas, guarda «cosas raras, como una postal o un calendario con un número de teléfono».

Hay pequeñas cosas que puntúan a lo grande en nuestra sensación de felicidad, una sensación en que entra en juego la subjetividad de cada uno. Siguiendo el examen que plantea la filósofa y divulgadora Elsa Punset, a la que entrevistamos en YES: ¿Qué nota le pondrías, de partida, a tu felicidad? La autora de Felices advierte de que no hay una receta que dé la felicidad, pero sí recursos y maneras. «La calidad de nuestras relaciones es el indicador más importante de salud física y mental, de longevidad y de memoria», afirma yendo más allá.

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Dicen que la felicidad suele ser de agua salada. Que, hasta en un 80 % de los casos, tiende a llevar los pies cerca del mar. La playa y la amistad son dos aspectos que unen a este grupo tendido al sol con notable en bienestar emocional. «Yo me pondría un 7 en felicidad. Hace tiempo que empecé a valorar los detalles que me hacen sonreír todos los días. Intento, como mínimo, sonreír una vez al día aunque no tenga ganas -cuenta Aida, de 36 años-. Una de las cosas que me hacen más feliz son los achuchones que me da mi sobrina cada vez que me ve». ¿Más? «Un mensaje de ‘buenos días’ de alguien que te importa es una pasada. O un día de playa en que hay poquita gente. Tomar un poco el sol y escuchar el mar me relaja y me hace sentirme bien», dice. Otro 7 se da en felicidad Nieves, de 46 años, librera en A Coruña, que valora que, en general, todo en su vida «está bien», y no es poco. Este momento en la arena sube nota para ella, aunque matiza que la playa por las mañanas, «cuando no hay nadie, salvo las gaviotas», es todavía mejor. «Coger un libro, llegar a casa y tomarme una caña es otra de las cosas que me gustan y me ayudan a desconectar», comparte.

En este momento feliz con vistas sobre mayo suenan campanas de boda. Nati (32 años) se casará dentro de dos meses, revela, un acontecimiento que la hace sonreír. «Cada detallito de la boda me hace feliz, ¡yo me doy hoy un 12, o un 13 en felicidad!». ¿Y el maratón de los preparativos? «Tienen su parte dura, pero me gusta preparar ese día pensando en los demás». A Nati otras pequeñas/grandes cosas que la hacen feliz son estar en casa con su chico «y oír desde la otra punta: ¡Te quieroooo!, y responder: ¡Yo también te quieroooo!». Hacer artes marciales en pareja (como jiu-jitsu), irse al bosque con su perra o quedar con amigos le suben el nivel de felicidad. Entre un 7 y 8 se puntúa Iri, de 37 años, que disfruta paseando con su pareja, con sus perras, «en la playa, o sentada en una terraza con las amigas tomando unas cañas». Y entre sus pequeños placeres están además los buenos libros o la entrañable sensación de «estar en la cama y oír llover».

«Para mí es importante tener momentos sola, momentos de relax, para pensar y desconectar. Pero me encanta recibir llamadas de gente que no espero y dice: ¡Me he acordado de ti!, ¿vamos a tomar un café? Y estar con mi familia, que es grande. Somos unos 40 y nos van todo tipo de fiestas, de bautizos a bodas y rebodas. Mis padres se volvieron a casar al cumplir 25 años y lo celebramos ¡todos juntos! Son momentos mágicos», dice Iria, a sus 30. Tras este recuento, al preguntar de nuevo a Iria qué nota daría a su felicidad, repuntúa: «¡Por lo menos 8,5!». Tami Yuste (35 años) la supera medio punto. Ella, amiga de Iri desde pequeña, se pone 9 en felicidad. «Las cosas más importantes no son cosas», advierte Tamara, sobresaliente en actitud.

A ella le hace «crecer» el hecho de ver crecer a sus sobrinos. Y al valor de la amistad le haría un monumento ya esta chica que se vitamina al sentir que sus amigas «siempre están ahí, lo sé». «Debo de ser como una niña pequeña... porque casi siempre me siento feliz. Veo a mis sobrinos jugar con un papel y me digo: ‘Pero qué poco hace falta para estar contento, ¿no?’».

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CINCO QUE SON LA «CAÑA»

La felicidad pasa, según un estudio de Harvard, por compartir el máximo de momentos con gente que nos gusta, que nos hace sentir bien. Y el ingrediente estrella de un plato, advierte el chef Jordi Roca, es la buena compañía. Impagable. «Mientras disfrutas de la comida, disfrutas de la conversación con la gente», aprecia Elena, de 30 años, que lleva la firma Ai Carmiña con Anxela, de 28. Comer rico, bailar, compartir lo que le gusta con su pareja y su familia son algunas de las cosas que le «felicitan» más la vida a esa chica que, tras estudiar Enfermería, se metió en un jardín, se echó a las flores más lindas y vio la luz. «La playa, el verano, mi perro Tyrion [llamado así porque es enano, como el personaje de Juego de Tronos] o el olor a sábanas limpias también me alegran, me hacen sentir bien», dice. «Y las flores... Abrir por las mañanas las cajas que nos llegan y ver qué flores hay... ¡buaaah, es demasiado! Eso nos hace felices», completa Anxela. Ellas, que se sientan a la mesa del Bico Bar de A Coruña casi a diario con amigos, pasan juntas 12 horas al día. Les gusta dedicarse a lo que quieren, pero su 10 en felicidad llegará cuando encuentren, aguardan, «una estabilidad económica». Mientras se debaten entre el 8,5 y el 9, de 10 se siente ya David, de 33 años y relojero en su negocio familiar de A Rúa, que afirma: «Yo estoy seguro de que las buenas relaciones mejoran e incluso alargan la vida. Muchas veces las grandes cosas no son las que te hacen más feliz. Todos queremos éxito en el trabajo, pero lo importante es tener a quien llamar en un momento malo, o en un momento bueno, eso es lo que cuenta, lo que te cura el estrés y te desconecta de los problemas, ¿no?», plantea David, que atribuye su sobresaliente en felicidad a: 1) poder dedicarse a algo que le gusta, 2) ir en moto, 3) tener alrededor gente que le quiere y que quiere, 4) escuchar música «bien hecha» o 5) ver el sol. «¡¡Eso sobre todo!!», se suma Emma, escocesa de 29 años «casi 30». Esta fotógrafa de White Dog Studio que se vino a Galicia por amor a su pareja (y al arte de congelar bonitos instantes) disfruta, detalla, de «salir a caminar, o ir a la playa a coger aire... ¡Y comer bien!».

No tarda en salir un clásico nacional: el placer de la siesta. «A mí una de las cosas sencillas que más me gustan es dormir la siesta -dice Anxela- ¡y con pijama! También me hace muy feliz bailar e ir a la playa». Ella, asidua con su pareja de Barra y Combouzas, le pone un soleado 9 a su bienestar interior. Entre el 8 y el 10 se mueven en sentimiento de felicidad estos 5 autónomos que advierten que «un negocio propio fomenta la responsabilidad, te hace madurar, ponerte un orden, pero también te permite organizarte como tú quieres, según puedes. ¡Un mes de vacaciones como autónomo es inviable!; sin embargo, yo soy ahora más feliz en el día a día que antes», revela Jesús, al frente de la peluquería canina Terrier Terrier, que puntúa con un 8 su bienestar emocional. «Yo disfruto de estar en una terraza con amigos, de vivir en un barrio donde lo tengo todo cerca, de salir a la terraza de mi casa y regar las plantas, y de ir a trabajar... Yo creo que la felicidad no es una meta, sino más bien un estado de ánimo que hay que intentar mantener, aunque no siempre sea fácil», valora.

ANGEL MANSO

LA ACTITUD MULTIPLICA

La pasión y el esfuerzo suelen congeniar, llevar a cabo pequeñas y grandes cosas juntos en la vida. Y en el deporte. El feeling es uno de los puntos fuertes del Club Voleibol Zalaeta, que entrena Tania Cobos. «Somos una piña. En este equipo, si falla una fallamos todas», asegura Lidia, la capitana, que lleva entrenándose con Tania dos años. «Cuando llegó ella, yo llevaba aquí tres o cuatro, y veo lo que influye su manera de motivarnos. Influye mucho. Nos come la cabeza, nos motiva, no deja de prepararnos para esto. Lo suyo es psicología inversa ¡todo el rato!», dice. «Nos impulsa a hacer las cosas por nosotras mismas, dándonos ánimos, y sin decirnos que nos va a ayudar», cuenta la voz de este equipo de voley que ha logrado el tercer puesto en la Superliga Junior de España y fue primero en el Campeonato Gallego de Juveniles. «Podemos estar en un 22-21, superajustado, a final de set, y estar nosotras al saque -ilustra Lidia-... Se pide un tiempo y Tania nos dice: ‘¡Venga, no pasa nada. ¡Vas a meter el saque!». ¿Efecto Pigmalión en positivo? «Totalmente, es sobre todo mental. No es que ahora tengamos mejor equipo que antes», valora Lidia. La sintonía en el equipo es algo, según la capitana, que «sale solo» para rebasar la cancha. «¡Las cenas de equipo nos ayudan a conectar!», sonríe, y asegura que en este club ganador de chicas de entre 17 y 19 años «todas aportamos algo». Hay una fórmula de Victor Küppers que Tania Cobos lleva siempre a su terreno: «Dice que el conocimiento y la habilidad suman, pero la actitud multiplica». La actitud, según Tania, es la clave de la fuerza de su equipo, de su unión, de sus victorias.

«Yo al final de los campeonatos no me acuerdo de si quedamos 9 o 10... Me acuerdo, sobre todo, de la sensación que me ha quedado. Si perdemos este partido y desde aquí decidimos dejar de jugar, la sensación que nos va a quedar es mala, no será la de ‘Lo he dado todo. No he podido dar más’». La receta para sobreponerse a una derrota es importante: centrarse en el siguiente partido. «Centrarse en cada punto en juego. Yo les digo: Lo único que tenéis que pensar es ‘¿Qué puedo hacer yo para ganar este punto?’, vaya perdiendo 24-0 o vaya ganando 24-0».

¿Cuánto influye en tu nivel de felicidad entrenar al equipo, moverte con él, estar ahí siempre, partido a partido?, pregunto a Tania. «Todo. Yo estoy estudiando ADE, pero para mí esto lo es todo, el 80 % de mi vida... te puedo decir. El 80 % de mi tiempo lo dedico a mi equipo. Me interesan ellas, sus vidas, saber si están bien, si tienen un problema, si están en exámenes... Nosotros aprovechamos los viajes para hablar. Estoy un escalón por encima como entrenadora, pero pienso que a veces toca bajar y meterte en medio del grupo», nos enseña. ¿Detrás del éxito hay mucho sacrificio? El sí de Tania es rotundo. «A lo mejor llegamos a las 5.00 de un viaje a Madrid y a las 8.00 estamos en pie para irnos a Pontevedra a jugar nuestra Liga. Ni yo ni ellas tenemos a veces fin de semana», cuenta quien sabe que un vale un nosotros y un nosotros un equipo. Y dice que una sonrisa es un punto. O dos, uno para cada i de felicidad.