Las misiones Apolo calentaron la Luna

Xavier Fonseca Blanco
xavier fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

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NASA

Los astronautas no solo dejaron marcas en la superficie sino también en la temperatura del satélite. En las huellas está la clave

15 jul 2019 . Actualizado a las 19:16 h.

Entre julio de 1969 y diciembre de 1972 seis misiones de la Nasa alunizaron en el satélite natural de la Tierra, haciendo posible el sueño de llegar a la Luna. Las misiones no fueron ideadas para hacer ciencia, sino para contrarrestar el programa espacial soviético. Pero los instrumentos que se dejaron allí han permitido realizar grandes avances. Solo los reflectores ayudaron a calcular la distancia entre la Tierra y la Luna y descubrir que aumenta cada año 3,82 centímetros.

Ahora la tecnología instalada en la Luna ha desvelado que los seres humanos no solo dejaron sus huellas en el suelo, sino también en la temperatura. Entre 1971 y 1972 los astronautas de las misiones Apolo 14, 15, 16 y 17 instalaron una serie de sensores térmicos para estudiar la temperatura. Los datos recogidos habían revelado que en los años setenta, la superficie había experimentando un aumento de dos grados en el área donde se habían instalado. Hasta ahora el origen de ese calentamiento se había mantenido como un misterio. Cuarenta años después, el enigma ha quedado resuelto gracias a la recuperación de centenares de cintas magnéticas que contienen nueva información sobre la temperatura entre 1971 y 1977. Las mediciones muestran que el calor se desplazaba de arriba hacia abajo. Por tanto, la fuente procedía del exterior de la superficie. En las huellas de los astronautas está la clave para entenderlo. «Ese ascenso se produjo al cambiar el albedo en los sitios de las pisadas. Las huellas de los astronautas tienen un color más oscuro que el de los alrededores y por eso absorben más radiación solar. El hallazgo es potente porque de una forma que podría pasar desapercibida revela cómo se pueden modificar ambientes extraterrestres al visitarlos», explica el físico Juan Taboada.

El albedo juega un papel fundamental en el equilibrio térmico de cualquier mundo, ya que determina cuánta radiación solar absorbe y cuánta devuelve al espacio. En el Ártico, el retroceso del hielo, que refleja la radiación solar, está dejando al descubierto más superficie oceánica, que la absorbe. Esto genera un proceso de retroalimentación que convierte al polo norte en la zona más vulnerable frente al cambio climático.