Tecnológica «danza de la lluvia» china

s. c. REDACCIÓN / LA VOZ

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El gigante asiático habilitará un espacio del tamaño de México para duplicar el agua que cae en el país

01 sep 2018 . Actualizado a las 13:33 h.

Baile ritual de la tribu o procesión con los santos. La invocación a la lluvia puede hacerse de varias maneras, pero los chinos han decidido incorporar una tercera, y previsiblemente más eficaz vía: la siembra masiva de nubes. Este sistema ya ha sido usado por el país asiático en varias ocasiones, y consiste en inyectar partículas de yoduro de plata a la atmósfera para que produzcan nubes y consecuentemente, la posibilidad de agua.

No es este un asunto menor para un país de 1.400 millones de personas. Actualmente, no llega al 13 % la superficie cultivable que hay en China, mientras que en Estados Unidos (de un tamaño similar pero con cuatro veces menos habitantes) el espacio de cultivo supera el 16?%. En España, tras el abandono masivo del campo, estas zonas agrícolas todavía suponen el 25?% del total del Estado.

La Corporación Científica de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China ha decidido utilizar la tecnología militar y de satélites para convertir la meseta del Tíbet, situada en el interior, tras la cordillera del Himalaya, en una zona verde. Actualmente, es una de las regiones más secas del planeta. De hecho, ahí empieza el desierto del Gobi con sus 10 centímetros cúbicos de lluvia anual. La causa es que el propio Himalaya impide que lleguen los vientos húmedos del sur. En esa zona que hace de parapeto nacen los principales ríos de Asia, como el Ganges, el Yangtsé, el Amarillo y el Mekong, entre otros. Pero la ciencia prevé sequías en los próximos decenios.

Así que la idea es usar el sistema de siembra de nubes a gran escala, colocando unos 10.000 dispositivos de forma masiva en una superficie que es tres veces España y que conseguirá duplicar los actuales 5.000 millones de metros cúbicos de lluvia al año.

Cada una de las unidades cuesta unos 6.000 euros, un precio muy alejado del que pagan por el sistema actual, que consiste en dispersar el yoduro de plata desde el aire, con aviones o drones, una tarea muy complicada en una zona tan alta (ahí está el monte Everest, la cima más alta del planeta con 8.848 metros sobre el nivel del mar) y de condiciones climáticas extremas.