El exterminador de avispas asiáticas

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

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Alejandro Martínez

Un vecino de Bembrive mata más de 200 velutinas al día para proteger sus colmenas, que ya han reducido en un 90 % la producción anual de miel

08 sep 2018 . Actualizado a las 18:45 h.

Las avispas asiáticas se han convertido en las peores enemigas de las abejas comunes. Este insecto invasor es una verdadera amenaza para los enjambres. Las velutinas devoran a las habitantes de las colmenas sin piedad. Lo sabe bien José Benito Alejandro García, un vecino de Bembrive jubilado que lleva más de 20 años elaborando miel para su propio consumo.

La plaga ha diezmado su población de abejas. De las cinco colmenas que tenía el año pasado, ahora solo le queda una y la protege con todos los medios que tiene a su alcance.

Él mismo se ha convertido en el guardián de sus abejas. Conoce bien cómo matan las velutinas. Las observa casi a cada minuto. Las obreras están seguras cuando se encuentran reunidas defendiendo la puerta de la colmena, porque entonces las velutinas no las atacan.

El problema es cuando están solas. La avispas merodean cerca de la colmena y andan al acecho. Cuando una abeja regresa del campo la ataca al vuelo. La agarra con sus patas y se la lleva. Las engullen como golosinas.

Pero ahí entra en acción José Benito con una espátula en cada mano. En cuanto una velutina se acerca a su colmena, zasca, las mata de golpe, de una en una.

«Mato entre 200 y 300 velutinas al día a mano», afirma. Dice que no exagera y, como muestra, enseña un caldero con cientos de cadáveres de avispas asesinas. Son sus presas de los últimos días, mientras otros montones se pudren en el suelo, como aviso a las intrusas.

Este hombre está permanentemente vigilando a sus abejas con su par de matamoscas. «Vivo aquí y cada poco vengo y mato unas cuantas», afirma. Se ha convertido en una especie de pasatiempo interminable. «Yo creo no las vamos a erradicar nunca. La Xunta nos debería dejar acribillar los nidos a perdigonazos», afirma.

Trampas

Benito también emplea unas trampas de fabricación casera que flanquean la colmena. Son botellas de plástico a las que ha cortado el morro con unas tijeras para colocarlo en posición inversa. Benito introduce una mezcla de cerveza y alcohol. Cuando la velutina entra por el agujero, ya no puede salir y se ahoga en el mejunje. El alcohol es importante. «Si no se lo echas, entran las abejas», asegura.

Ante semejante plaga, hay que agudizar el ingenio. Su vecino, Manolo Docampo, está ideando una especie de nasa para velutinas. Se trata de una jaula metálica con agujeros para que entren las avispas a comer el cebo, sin que después puedan salir porque los orificios tienen picos hacia adentro. Pero de momento, la forma en la que caen en mayor número es con el rudimentario procedimiento de la rejilla matamoscas. Así intenta poner a salvo a las abejas que le quedan.

Benito explica que la mayor parte de sus abejas no mueren porque se las coman. Las obreras tienen miedo a las velutinas y se refugian en la colmena. No salen nunca y, por tanto, no traen alimento para las larvas. «Se mueren de hambre por no salir a trabajar por el pánico», asegura.

Esto hace que el apicultor tenga que alimentarlas por sus propios medios. La colmena que resiste está tan parada que ni siquiera necesita protección cuando se acerca. «Esta colmena tendria que estar repleta de miel para invernar y está vacía», lamenta. La abre con cuidado y muestra un recipiente de plástico en el que ha introducido una mezcla de miel, sal y limón.

«Al no trabajar, las tengo que alimentar de esta forma para que no mueran durante el tiempo frío», afirma. El resultado es que ya apenas produce miel. Antes de la invasión de las velutinas sacaba más de 90 kilos de miel cada año. Ahora no llega a una decena.

El guardián de su colmena Benito acude constantemente al enjambre en la finca de su vivienda de Bembrive para proteger a sus abejas del ataque de las velutinas, a las que mata a mano y con trampas de fabricación casera.