Narges Mohammadi, una activista iraní, gana el Premio Nobel de la Paz 2023

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

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Narges Mohammadi, premio Nobel de la Paz
Narges Mohammadi, premio Nobel de la Paz MOHAMMADI FAMILY ARCHIVE PHOTOS | REUTERS

Teherán califica de «acto político» la concesión a la periodista encarcelada

06 oct 2023 . Actualizado a las 22:32 h.

«Nunca dejaré de luchar por la democracia, la libertad y la igualdad», decía Narges Mohammadi poco antes de ganar el Premio Nobel de la Paz 2023. Esta activista iraní, actualmente encarcelada, dedica su vida a defender los derechos de las mujeres.

El galardón honra su esfuerzo contra la opresión, su búsqueda constante de la libertad universal, su trabajo incansable por los derechos humanos. «Sin duda, este premio me hará más resiliente, decidida, esperanzada y entusiasta en el camino. Y acelerará mi paso», compartió Mohammadi desde la cárcel de Teherán en la que cumple condena.

Su hijo Ali, de 16 años, vive en París. Se pasó toda la mañana refrescando el móvil debajo de la mesa, hasta que dieron las 11.00 y vio el nombre de su madre. «Mi corazón se detuvo», contó desde su apartamento. Vive ahí con su hermana gemela Kiana y su padre Taghi Rahmani, el marido de Mohammadi. La última vez que vio a su madre fue en el 2015, lleva más de un año sin hablar con ella.

«Queremos que la voz del pueblo iraní se amplifique desde dentro», aseveró Taghi, mientras sostenía una fotografía de él y su esposa. La describe como alguien amable, pero decidida. Alguien que «siempre dirá la verdad. Siempre, incluso con una pistola en la cabeza».

«Todos los días tememos por ella», añadió Ali. El régimen iraní la ha aislado de su familia, es una forma de «tortura invisible», según el chico. «Así es como quieren quebrar a la gente».

El Gobierno de Irán condenó la concesión horas después de que saliese a la luz. La calificó como un acto político, una medida de presión de Occidente que se suma al «terrorismo económico e inhumano» que ha sufrido el país «durante más de cuatro decenios».

El portavoz del Ministerio de Exteriores, Naser Kananí, explicó que Mohammadi cumple una pena de diez años por «violar la ley, difundir propaganda antiestatal y cometer actos criminales».

Shirin Ebadi, una abogada iraní que ganó el Nobel de la Paz en el 2003, ha visto crecer a Mohammadi. Fundó el Centro de Defensores de los Derechos Humanos, donde la activista se inició de joven y del que ahora es subdirectora. «Espero que el premio la ayude a salir de prisión, a ella y al resto de presos políticos, y que traiga consigo libertad y democracia para todos los iraníes», dijo, convencida de que el mundo por fin presta atención a la valentía de las mujeres del este asiático. «La comunidad internacional debe mantener siempre un ojo en Irán», añadió.

Ebadi comparte foco con António Guterres, secretario general de la ONU, que afirmó que el galardón «es un potente recordatorio de que los derechos de la mujer están sufriendo un importante retroceso en todo el mundo».

Narges Mohammadi prometió quedarse en Irán y continuar su activismo, incluso si eso significa pasar el resto de su vida en prisión. «Al lado de las valientes madres iraníes, seguiré luchando contra la implacable discriminación, la tiranía y la opresión de género por parte del Gobierno», aseguró.

«La libertad llegará», sentenció Taraneh Alidoosti, una de las actrices más famosas de Irán. Ella también fue encarcelada brevemente el año pasado, después de pedir a los iraníes que apoyaran las protestas antigubernamentales por la muerte de Mahsa Amini. «La libertad llegará, porque encarcelar a una mujer como Narges no es posible».

La indómita luchadora que le plantó cara al régimen iraní

Cuando Narges Mohammadi era solo una niña, su madre le dijo que nunca se metiera en política. El precio de luchar contra el sistema en un país como Irán sería demasiado alto. Y la advertencia fue profética.

La periodista, de 51 años, ha pasado 30 luchando por los derechos de la mujer en Irán, lo que le ha costado años de prisión. Pero no es su primer encuentro con la dureza del régimen hacia los disidentes.

En los últimos decenios ha entrado y salido de la cárcel por su lucha indómita contra los pilares del régimen, por su activismo y por sus escritos. Estar entre rejas le ha quitado su carrera como ingeniera, su salud, su familia y su libertad. Pero no le ha quitado las ganas de seguir luchando. Tras los barrotes ha escrito artículos, fomentado la desobediencia civil y apoyado decenas de manifestaciones.

La activista nació en la norteña ciudad de Zanjan en 1972, en el seno de una familia de clase media. Estudió Física y trabajó como ingeniera, pero enfocó su carrera al periodismo y pronto comenzó a colaborar con grupos sociales por los derechos de las mujeres y las minorías.

Su activismo le ha costado 13 detenciones, 5 condenas —un total de 31 años de prisión— y 154 latigazos. Pero Mohammadi no se rinde: «Cuanto más me castigan, más me quitan, más decidida estoy a luchar hasta conseguir la libertad».