Cataluña declara la emergencia por sequía

M. V. Sanmartín REDACCIÓN

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Las restricciones tendrán efecto a partir de este viernes y afectarán a seis millones de personas

02 feb 2024 . Actualizado a las 14:18 h.

Emergencia declarada. Con los embalses del levante español en mínimos históricos tras un otoño y medio invierno de lluvias tímidas, Cataluña atraviesa en pleno febrero la sequía más acusada de su historia. El verano se prevé complicado en una comunidad que, a partir de este viernes, tendrá a seis millones de habitantes —los abastecidos por los embalses del Ter y Llobregat, al 15,8 % de su capacidad— en situación de alerta, lo que comporta restricciones de agua en el consumo industrial, comercial, hostelero y también doméstico, limitaciones en el riego del verde y el cierre de grifos en determinadas instalaciones públicas.

El pantano de Sau, a 80 kilómetros de Barcelona, es la zona cero de la sequía, termómetro de la situación hídrica que el lunes —último dato disponible— se encontraba al 4,24 % de su capacidad, y bajando. Si la torre de la iglesia del siglo XI que quedó anegada con la construcción de la presa se mantiene bajo el agua, todo va bien; si el campanario asoma, malo. Ahora no solo ha aflorado el templo al completo, también un antiguo cementerio y un viejo molino. La gente del lugar no recuerda una situación igual. Llevan 35 meses mirando al cielo, pero las nubes no descargan. En algunos pantanos han tenido que realizarse pescas masivas de peces para evitar que las aguas quedaran inservibles por la muerte y putrefacción de los animales.

Un total de 239 municipios —163 de la provincia de Barcelona, 63 de la de Gerona 63, 11 de la de Lérida y dos de la de Tarragona— tendrán que estar a partir de este viernes más atentos de lo habitual al consumo de agua; aquellos que se excedan de los límites serán sancionados. La primera fase del plan —irá subiendo a la fase 2 y a la 3 si la cosa empeora— restringe el tope a 200 litros por habitante y día, perfectamente asumible para los hogares, donde se recomienda menos de 90. Preocupa el sector hotelero: en los alojamientos de cinco estrellas el consumo diario medio por huésped alcanzaba los 545,5 litros diarios; en los de cuatro, los 373,3 litros; en los de tres, los 232 litros; y en los de dos, los 165 litros por pernoctación. Depende, sobre todo, de las piscinas y las bañeras de hidromasajes.

Presión en los grifos

La intención de las autoridades es no tener que recurrir a los cortes de agua: en un escenario más extremo la presión de los grifos se irá reduciendo poco a poco. «Arrastramos tres años en los que no llueve como el país necesita —manifestó al anunciar la emergencia el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès—. La crisis climática nos está poniendo a prueba».

Además de poner coto al derroche, ¿qué se puede hacer para encarar los próximos meses? El consejero catalán de Acción Climática, David Mascort, se reunirá el lunes con la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, para abordar la posibilidad de transferir agua a Barcelona. Sobre la propuesta de varios colegios profesionales y economistas de conectar la red metropolitana con la del Ebro, Mascort despachó ayer el asunto, descartándola. «No es una solución para la actual sequía», dijo, argumentando que para que esa infraestructura pudiera materializarse debería haberse activado hace tiempo. Su apuesta pasa por la inversión en desalinizadoras y en otros sistemas de tratamiento de aguas que permitan un sistema sostenible de futuro.

Veinte años de sequía y ningún plan hidrológico eficaz

Un repaso por las propuestas de los distintos Gobiernos, desde el Plan Hidrológico Nacional de Aznar al Plan AGUA de Zapatero

Los sabios llevan más de 20 años señalando la tierra seca y los necios mirando sus dedos. Tuvieron que consumirse los embalses catalanes, hoy apenas charcas, para que los gobiernos empezaran a tomarse en serio los cielos permanentemente despejados. Intentos, sin embargo, los hubo. En el 2001, el Gobierno de José María Aznar aprobó un Plan Hidrológico Nacional que contemplaba la construcción de infraestructuras para llevar agua desde el Ebro hasta las cuencas más deshidratadas. El proyecto obtuvo el visto bueno de Europa, que apartó una buena partida de fondos para la nueva red de canales, pero en el 2004 José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la Moncloa y derogó el trasvase. Esta promesa electoral fue, sobre todo, una victoria histórica de los ecologistas, que llevaban años advirtiendo del impacto ambiental y territorial de esta magna obra.

Asumió las riendas entonces para atajar la seca Cristina Narbona, recién nombrada titular de Medio Ambiente, que presentó como alternativa el Plan AGUA, un programa basado en la construcción de 15 desalinizadoras en las costas andaluzas. No solo. También medidas para controlar mejor el uso de las aguas subterráneas, la depuración de las residuales y su reutilización, y la regulación de los derechos concesionales.

Cuando el PP volvió al poder, en el 2011, solo había una desaladora a pleno rendimiento, la de Marbella. Mariano Rajoy tanteó entonces retomar el plan inicial, el trasvase del Ebro, pero acabó renunciando a la idea y planteando su propio Pacto Nacional del Agua (PNA). Se quedó en brindis al sol.

El agua dulce es un recurso renovable que debe gestionarse de acuerdo a los ciclos naturales. Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez hace frente a la sequía inyectando ayudas al sector agrario e impulsando la construcción de nuevas desalinizadoras e infraestructuras en las cuencas afectadas, la derecha reclama un plan nacional, la unión de fuerzas de comunidades y actores implicados. Agua para todos.