El modelo Bukele se extiende alrededor de América Latina

Héctor Estepa RÍO DE JANEIRO / E. LA VOZ

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Varios soldados ecuatorianos vigilan la cárcel de Litoral, en Guayaquil.
Varios soldados ecuatorianos vigilan la cárcel de Litoral, en Guayaquil. SANTIAGO ARCOS | REUTERS

Otros países de la zona empiezan a considerar las detenciones masivas y las megacárceles como solución contra la violencia

21 feb 2024 . Actualizado a las 22:44 h.

Nayib Bukele es el político más popular de América Latina. Más del 80 % de los encuestados en El Salvador han apoyado su gestión en sucesivos sondeos. Pero el polémico presidente, autodefinido como el «dictador más cool [guay] del mundo», no solo es apreciado dentro de su país. Su popularidad trasciende fronteras y numerosos políticos de América Latina ya copian su discurso y algunos, incluso, sus políticas.

Es esperable que esa tendencia crezca después de las elecciones de El Salvador, en las que Bukele se declaró ganador con más del 85 % de los votos, a pesar de que ha habido problemas con el recuento oficial. Ese éxito en las urnas hace todavía más apetecible imitar su estilo para los políticos que quieren aspirar a cargos de importancia en la región.

Todos tienen claro la razón de la popularidad de Bukele: El Salvador ha pasado de tener 38 homicidios por cada 100.000 habitantes en el 2019 a apenas 2,3 el pasado año, después de que Bukele decretase un estado de excepción criticado, al mismo tiempo, por numerosas organizaciones de derechos humanos, que denuncian detenciones sumarias, torturas y la muerte de más de 150 personas en manos de las autoridades.

Incluso la prensa independiente declara como desarticuladas a las pandillas que antes sembraban el caos. «Nos interesa adoptar el modelo de Bukele», dijo recientemente Patricia Bullrich, la nueva ministra de Seguridad de Javier Milei, que ha elaborado un controvertido «plan antipiquetes» para controlar las protestas. Varios políticos de Colombia propusieron en las recientes elecciones locales crear megacárceles como la de Bukele. Y en Honduras, la presidenta Xiomara Castro declaró su propio estado de excepción. El presidente salvadoreño tiene en Chile una popularidad superior al 78 %, mayor, por supuesto, que la de la totalidad de políticos locales.

El caso de Ecuador

Pero quizás el caso más paradigmático es el de Ecuador, que sufre la mayor crisis violenta de su historia. El nuevo presidente, Daniel Noboa, de 36 años, no defendió políticas de especial mano dura durante la campaña. Tampoco su rival, la correísta Luisa González, lo hizo. Los ecuatorianos, por ende, no apoyaron decididamente esas medidas en las elecciones de hace unos meses.

Todo cambió en enero. Una jornada de extrema violencia, con el asalto armado a una estación de televisión, hizo explotar los pedidos de medidas bukelistas. Noboa tomó el testigo, decretó un estado de excepción, sacó a los militares a la calle, detuvo a 2.000 personas en un día y anunció la construcción de dos megaprisiones.

A la espera de comprobar la efectividad de las medidas, lo que definitivamente ha copiado el joven presidente es el estilo espectacular de las detenciones grupales e incluso la estética desenfadada de Bukele. Parte de los analistas no creen, eso sí, que las políticas salvadoreñas sean exportables, tampoco a Ecuador.

Primero, porque se necesita un poder elevado que la mayoría de los presidentes latinoamericanos no tienen. Bukele controla la práctica totalidad del legislativo, pero Noboa, por ejemplo, gobierna en una muy débil coalición con la izquierda correísta y la derecha tradicional.

Segundo, y no menos importante, por la naturaleza distinta de los criminales de uno y otro país. Las pandillas violentas de El Salvador estaban muy alejadas de tener un papel relevante en el tráfico internacional de drogas. Su forma de financiación predilecta era la extorsión.

En México —que ya emprendió una aventura similar y fallida a principios de siglo—, Colombia, Ecuador y Brasil operan bandas internacionales del narcotráfico financiadas por un caudal multimillonario de dólares y con acceso a armamento sofisticado. En esos países se han desarticulado carteles, como los de Medellín o Cali, pero el crimen mutó y la violencia persiste porque la cocaína sigue suponiendo un espectacular combustible de ingresos.