Virginia compara la conciliación en Inglaterra y en España: «Allí la baja maternal dura un año y ya sales del hospital cobrando una ayuda»

ACTUALIDAD

MARCOS MÍGUEZ

Tener más de un hijo es una heroicidad. Mientras aquí los padres con varios niños luchan a diario contra un sistema hostil para su modelo de familia, en otros países la situación es bien distinta: «Allí el comedor escolar es gratis hasta los 8 años, y luego te cuesta 2,5 euros al día»

14 mar 2024 . Actualizado a las 11:33 h.

Muchas son las veces que los políticos nos comparan con otros países de Europa, sobre todo, cuando toca apretarse el cinturón o las cosas vienen mal dadas. Pero cuando es al revés, casi nunca conviene mirar de soslayo al país vecino. Por eso, sorprende que a pesar de que los índices de natalidad están por los suelos —España lleva ya más de dos años sin superar los 30.000 nacimientos—, nadie quiera atajar el problema. Es evidente que la situación no depende de un factor único, pero veamos cómo viven los padres de familia en otros países como Inglaterra, qué tipo de facilidades y ayudas tienen para conciliar y adaptar sus condiciones laborales y de vida a la crianza de los niños. No resulta muy difícil llegar a la conclusión de que en este país tener más de un hijo es prácticamente una heroicidad y que estamos a años luz en materia de conciliación. Lo hacemos a través del relato de Virginia Nicolás, esta vecina de Oleiros que estuvo viviendo 22 años en Inglaterra y que regresó a Galicia hace ahora tres. Allí conoció a su marido y tuvo a sus cuatro hijos: Dylan, Isabella, Lucas y Sofía. La llegada del brexit hizo que regresara a España con su familia y las comparaciones resultaron inevitables.

«Me fui a aprender inglés cuando tenía 20 años. Yo no había terminado el bachillerato porque era mala estudiante. Pero en Inglaterra te dan una posibilidad, después de los 21 años, de entrar en la universidad. Hice una entrevista y entré. Hice Ciencias Ambientales, saqué la carrera bien y al ser de los primeros de mi promoción me becaron un doctorado y ya me quedé allí», explica Virginia. «El último año de la carrera conocí a mi marido. Mis abuelos vivían en Pontevedra y nos hacía ilusión casarnos en A Lanzada, porque quedaba a mitad de camino entre Madrid, que es donde vive mi familia, y Cornualles, de donde es mi marido. Además, siempre nos ha gustado Galicia porque Chris es de la zona celta británica y esto le llama mucho la atención. Es como lo suyo, pero con las colinas más altas y con mejor clima. Y, al final, nos casamos en Santiago».

La intención de esta pareja, nada más contraer matrimonio, no fue la de tener hijos. «Estuvimos ocho años trabajando, viviendo y haciendo muchas cosas. Yo, además, tengo endometriosis, con muchos dolores. Y el ginecólogo, medio en broma, me dijo que la única solución era un embarazo. Yo ya tenía casi 35 años y ahí pensé que era la mía», reconoce. Fue así cómo llegaron cuatro hijos en apenas ocho años: «Yo quería tener cuatro niños y me tenía que dar un poquito de brío, porque ya éramos mayores. Además, perdí un bebé antes de cada embarazo. Mis hijos son lo que se llama niños arcoíris. Pero también es cierto que allí, en Inglaterra, las familias son mucho más grandes, de tres y cuatro niños».

A pesar de tener una situación económica holgada, Virginia tenía derecho a numerosas ventajas desde incluso el primer embarazo. «Mi primer hijo nació en el 2014 y yo trabajaba en la universidad de Leicester. Y el último mes de embarazo ya no tienes que ir a trabajar. Te van dando facilidades. Te puedes coger la baja cuando tú quieras a partir de la semana 25 de embarazo y usar las 52 semanas de baja maternal —12 meses—, más las vacaciones que acumules durante ese período. En muchos trabajos te dan otras facilidades, si trabajas de pie muchas horas, si manejas productos químicos que, por ejemplo en cualquier cafetería tocas detergentes... Yo me cogí la baja bastante pronto, porque trabajaba en un centro de investigación donde había estudiantes internacionales que viajaban mucho y estaba expuesta a enfermedades tropicales», asegura.

Desde el primer hijo 

En cuanto nació su primer hijo, Dylan, ya comenzó a recibir una ayuda para su crianza: «En el hospital te dan una solicitud que se llama child benefits. La rellenas y, a partir de ese momento, tú empiezas a cobrar un dinero. El dinero depende de cuántos hijos tengas y de cuánto ganes, pero incluso ganando más de 100.000 euros al año que, por ejemplo, los médicos ganan eso, también la recibes». Y explica que hay dos tipos de ayuda. «Una, que te ingresan el dinero en la cuenta hasta que el niño tenga 18 años, es continua. Yo, por Dylan, cobraba 80 euros, y cuando tuve a Isabella, me daban 80 más 70 euros, porque mi marido y yo ganábamos bastante bien. Y por Lucas me daban otros 50. Y luego tienes unos bonos que puedes usar para, por ejemplo, pagar las guarderías. Porque allí las guarderías sí que son muy caras. A partir del tercer año ya lo paga el Estado, pero los dos primeros, no», explica. Eso sí, también reconoce que las revisiones pediátricas del niño no son, ni por asomo, como en España: «Tú tienes un hijo y durante esos primeros diez días de vida viene la matrona a casa y te mira al niño. Pero luego, ya solo vas a ponerle las vacunas, no te hacen revisiones. Es diferente a aquí».

Las medicinas, gratis

En cambio, las recetas son completamente gratuitas para los niños y para las embarazadas: «No pagas una receta de tu hijo hasta que cumple los 14 años. Ninguna. Sea la que sea. Ya puede tener un tratamiento especial para la dermatitis, que no lo pagas. Los dentistas tampoco. Ni los aparatos ni empastes ni nada. Y tú tampoco cuando estás embarazada. Tienes una tarjeta que te dura hasta el día después de que el niño cumpla el primer año de vida y durante ese tiempo no pagas recetas ni tampoco el dentista».

El comedor escolar es otro caballo de batalla para los padres con varios niños aquí en España. Pero en Inglaterra no tienen ese problema: «Todos los niños tienen el comedor gratis hasta los ocho años. Y luego, solo pagas 2,5 euros al día. Además, la fruta y la leche es gratis en los colegios británicos. Entonces, a media mañana les dan fruta a tus hijos. Unos días son plátanos, otros fresas, mandarinas... A veces, llegas al cole y están las cestas de fruta en la entrada».

También tienes la opción de criar a tus hijos sin trabajar, viviendo de ayudas estatales. «Hay muchos padres que, con lo que se van a gastar, no les interesa trabajar, porque el Gobierno te da ayudas. Por ejemplo, mi cuñado, que tiene tres hijos, se quedó viudo y no le interesaba trabajar. Le daban más por la Seguridad Social que lo que iba a ganar trabajando y podía estar en su casa, pendiente de sus hijos», dice.

Una de las cosas que más le llamó la atención cuando regresó a España es que las guarderías públicas cerraban a las cinco de la tarde. «¿Cómo puede cerrar una guardería a esa hora cuando hay padres que trabajan hasta las ocho o las nueve de la noche? ¿O por qué abren a las 8.00 y no a las 6.30 para quien entra a turnos por la mañana? Aquí dependemos mucho de los abuelos o de la gente cercana»

Otra de las facilidades que observa en Inglaterra es que en las empresas nunca te ponen impedimento para ir a recoger a tus hijos. «Los trabajos se enfocan en los resultados, no en las horas que le metas. A ti nadie te juzga por entrar y salir. Al contrario, todo son facilidades en cualquier puesto de trabajo. El horario tiene que ser acorde a la vida de tus hijos. Tú tienes derecho a dejar a tus hijos en el cole y a recogerlos. Y puedes ir a Recursos Humanos y reclamarlo. Pero nadie te lo impide», dice. También cuenta que son muy respetuosos con la vida personal de los trabajadores: «Yo he hecho entrevistas embarazadísima y como tengo mentalidad española, en un momento de la conversación, recuerdo que les dije que a lo mejor estaba perdiendo el tiempo por mis circunstancias, pero que quería pasar por la experiencia. Me respondieron que el trabajo que me ofrecían era por tiempo indefinido y que mi situación era temporal. ‘Tú vas a tener un bebé, te vas a coger tu baja maternal y vas a volver al trabajo. Nosotros queremos a la persona adecuada para el puesto, no vamos a mirar si eres mujer o madre'», comenta. Algo que por desgracia no le ha pasado en España: «Me preguntaron en una entrevista que cuantos hijos tenía y les dije que prefería no contestar. Me dijeron que tenía que decírselo porque eso afectaba al puesto. Yo creo, en cambio, que eso nada tiene que ver con mi calidad de trabajo».

Otro aspecto que se cuida mucho es la ayuda psicológica. Tanto después de dar a luz como si hay un aborto natural. «Te ayudan mucho con la depresión posparto. Te revisan incluso al año de haber tenido un hijo. No te miran tanto al bebé, pero sí que tienes ese apoyo psicológico. También el padre del niño. El peor aborto que sufrimos fue cuando estaba de 15 semanas, antes de mi segunda hija. Yo lo pasé mal, pero lo pasó peor mi marido. Hay un tabú en los hombres sobre esas emociones de pérdidas y abortos naturales. Parece que solo nos afecta a las mujeres. Y a él le afectó mucho más que a mí», dice.

Virginia también comenta que los trámites burocráticos son muchísimo más sencillos: «Aquí, tú no vas a un sitio y entregas el papel y ya está. No, tienes que ir a un sitio, te lo tienen que sellar en no sé dónde, luego tienes que ir a otro...».

La ropa, los juguetes y los libros

Por no hablar de que la ropa, los juguetes y los libros son mucho más baratos en el país británico: «Los uniformes escolares son lo más barato que hay, porque se trata de que todos los niños sean iguales y que no haya distinción ni de marcas ni de clases. Entonces, dos polos te cuestan 3 euros. Los zapatos son superbaratos, los pantalones de vestir... todo es superbarato. El material escolar te lo dan en el cole gratis, subvencionado por el Estado. Me parece que, a veces, en preescolar pedían una donación de 20 euros al año para materiales extra. Yo todos los cuadernos que tengo de mis hijos, los papeles y demás, se los daban en el cole gratis. La comida en Inglaterra no tiene IVA y el precio de la cesta de la compra te sale igual que aquí. Los juguetes tampoco tienen IVA y son mucho más baratos. La ropa de los niños es baratísima y de muy buena calidad, es casi todo de algodón. Los libros para los niños tampoco tienen IVA, te pueden valer 3 o 4 euros. Y el acceso a la cultura con niños es mucho más barato. Los cines, por ejemplo. Y en los museos, exhibiciones o el acuario los niños no pagan. Entonces haces muchas más cosas con ellos. Tampoco pagan, por ejemplo, por entrenar y jugar al fútbol. Aunque es verdad que aquí hay mucho deporte al aire libre y muchas más alternativas».

Virginia reconoce que al regresar a España y ver todas las dificultades que tuvo que afrontar en el día a día, sufrió una especie de shock: «Como en España no se vive en ningún sitio, pero los primeros meses que regresé yo lloraba, porque me quería volver a Inglaterra. Aquí la vida es muy complicada si tienes niños. Me penalizan por hijo». Reconoce que a día de hoy, tres años después de venirse, sigue comparando las diferencias entre ambos países y echando de menos la conciliación británica: «Allí podía ser mujer y madre. Si volviera atrás no me volvería tan pronto». En cambio Chris se lo toma con otra filosofía: «A veces, me dice que le pellizque porque es enero y podemos estar en el parque con los niños. Algo que allí es impensable».