Una transexual denuncia represalias en Villabona

Pilar Campo OVIEDO

ASTURIAS

María Jesús Lastra
María Jesús Lastra

Gabrielle Aponte acusa al centro penitenciario de someterla a «humillaciones y vejaciones» por su condición sexual. La exinterna María Jesús Lastra, pionera en reclamar los derechos de los presos transexuales, reclama un módulo específico para el colectivo

01 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En su documento nacional de identidad era un hombre llamado Luis Alberto Aponte Neyra, pero se sentía mujer y cambió su nombre de pila por Gabrielle. Un delito de lesiones le llevó a ingresar en prisión preventiva inicialmente en uno de los módulos masculinos del centro penitenciario de Villabona, pero tras una larga batalla para acreditar con informes médicos su condición femenina, pese a no estar operada, fue trasladada al módulo 10 de mujeres. Desde el interior de la prisión, Gabrielle Aponte ha denunciado las presuntas represalias que, según relata, está sufriendo por su condición sexual. Su caso ha llegado a la asociación «Soy como soy», que preside María Jesús Lastra Lamar, la primera mujer transexual que ha conseguido que Instituciones Penitenciarias dicte una circular (17/2006) que establece que, independientemente de la identidad oficial o biológica, los transexuales puedan acceder a los módulos y condiciones de internamiento adecuados a su condición al tiempo que apela a la dignidad y respeto que implica el ejercicio de la identidad de género.

Gabrielle Aponte mantiene que sufrió comentarios groseros e insultos cuando estaba internada en el módulo de hombres. La llamaban «travelo» y no le dejaban ni vestir con ropas de mujer, ni usar sus habituales maquillajes. Actualmente está ingresada en el módulo 10 de mujeres y, según su versión, las funcionarias le están discriminando por su condición sexual, con comportamientos similares a los que recibía cuando estaba con los internos.

 «Estoy desesperada desde que he llegado por primera vez al módulo 10. Han intentado destruirme de miles de formas y todo por mi condición sexual, por hablar de la cárcel, por lo que pasé», expone en una carta remitida a María Jesús Lastra donde solicita que le ayude desde la calle. «Sinceramente, ya no puedo más», ratifica Gabrielle Aponte, que llegó al módulo 10 procedente del Centro de Inserción Social (CIS) del centro penitenciario. Afirma que, desde su traslado, sus derechos están siendo pisoteados cuando apenas le quedaba la última parte de su condena.

La agresión que le llevó a ingresar en prisión se produjo el 21 de junio de 2013, a la salida de un local del barrio de Galiana, en Avilés. Ella estrelló una copa contra un hombre que le esperaba fuera del bar y que le había ofendido en varias ocasiones.  Los cristales produjeron un corte en el cuello a la víctima que le mantuvo hospitalizada nueve días. Fue condenada a dos años y nueve meses de cárcel. Su experiencia en el módulo de hombres fue traumática. Los demás internos no entendían que se levantara a las seis de la mañana para maquillarse y le resultaba difícil ducharse y hacer sus necesidades rodeada de hombres.

Apenas salía de su celda, que compartía con otro recluso, y durante su estancia en el módulo masculino incluso uno de los internos llegó a pedirle matrimonio. Tras el recurso de la acusación particular y con la prisión preventiva ya cumplida, confiaba en que, en el caso de tener que regresar a la cárcel asturiana, fuera conducida al módulo de mujeres y que ahí la situación fuera a cambiar aunque, según ha transmitido a la asociación «Soy como soy», no ha ocurrido.

Gabrielle Aponte Neyra fue recientemente a diligencias a la Unidad de Trastornos de Identidad de Género del Principado de Asturias (UTIGPA). El equipo médico, su endocrino y su psicóloga le han comentado que ya van a comenzar los trámites para su operación de cambio de sexo. Tanto ella, como hizo inicialmente María Jesús Lastra, ha instado a Instituciones Penitenciarias a comunicar la circular 17/2006 sobre integración de personas transexuales en prisión.

La cancelación de antecedentes

María Jesús Lastra fue la pionera en reclamar los derechos de los transexuales. Ganó primero un recurso para que le permitieran vestir ropa de mujer. Luego consiguió que la entonces juez de Vigilancia Penitenciaria, Berta Álvarez Llaneza, ordenase su traslado a una celda individual. En un auto del 20 de enero de 1998 se recomendaba que le asignasen el módulo «más adecuado a sus características (?) estudiando la posibilidad de su traslado al de mujeres».

María Jesús Lastra ha sido un auténtico quebradero de cabeza para la institución penitenciaria desde su primer ingreso. Su condición sexual le llevó a sufrir «humillaciones y vejaciones de todo tipo», recuerda.  La dirección prohibía a los dos transexuales presos que vistieran sus prendas femeninas. Se le abrieron partes disciplinarios por salir en pantalón corto al polideportivo, cuando «todos los presos salían en pantalón corto o en chándal», comenta.

Ahora se siente una mujer renovada desde que cumplió con la Justicia. Y ha dado un giro a su vida. Su siguiente batalla ganada a la Administración ha sido la cancelación de los datos personales y antecedentes policiales que figuraban en los archivos del Cuerpo Nacional de Policía. Igualmente ha logrado que sean anulados sus antecedentes penales en la base de datos del Registro General de Penados del Ministerio del Interior. Y su próximo objetivo es lograr que le sean cancelados todos sus antecedentes en las fichas de la institución penitenciaria de la que, dice, guarda tan malos recuerdos.

Lastra reconoce que, hoy por hoy, es una mujer «feliz», porque ha cambiado radicalmente de vida, alejada de «las malas compañías » y tratando de olvidar las malas experiencias vividas en la cárcel, cuando las funcionarias, según su relato, «me llamaban Jesús por el altavoz, en vez de por mis apellidos», o cuando sufrió las represalias por conseguir que imputaran a varios funcionarios del centro penitenciario «porque me discriminaban por ser transexual». Su último reto es conseguir que el colectivo transexual ingresado en las prisiones tengan todos sus derechos. Y entre ellos, Gabrielle Aponte Neyra, la única transexual ingresada en la macroprisión asturiana.