Francia blinda la vida en los pueblos contra las quejas de los «neorrurales»: ¿Tiene Asturias el mismo problema?

Sergio Muñoz Solís
Sergio M. Solís REDACCIÓN

ASTURIAS

Pueblo de La Texuca, en Langreo, Asturias
Pueblo de La Texuca, en Langreo, Asturias

El país vecino aprueba una ley que protege los entornos ganaderos bajo una premisa: quienes se mudan al campo deben adaptarse a él, y no a la inversa. En el Principado se han dado casos en los que visitantes urbanitas se quejaban del canto de los gallos, de los mugidos de las vacas o del olor a cucho

22 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos años se ha afianzado una nueva corriente migratoria, acentuada tras la pandemia, que empuja a habitantes de grandes núcleos urbanos a buscar el oasis de tranquilidad que suponen las zonas rurales. Aunque no siempre es así. La vida en el campo supone aceptar otras circunstancias habituales como la circulación de tractores, los ruidos de los animales o el olor característico de las granjas.

En Francia, son muchos los urbanitas que se encuentran por sopresa estas circunstancias tras mudarse a una zona rural y que emprenden acciones legales contra, por ejemplo, los mugidos de las vacas o el canto de los gallos. Según el medio galo TF1 Info, en 2023 se registraron alrededor de 1.300 procedimientos judiciales provocados por conflictos relacionados con los olores o los ruidos en estas zonas.

El Parlamento francés, hastiado por las quejas de los urbanitas, ha decidido blindar la vida rural. La máxima es clara: los recién llegados son quienes deben adaptarse al modo de vida del campo, y no al revés. Tanto para lo bueno, como para lo no tan bueno. En palabras del Ministro de Justicia del país vecino, Éric Dupond-Moretti, la nueva ley pone fin a «las demandas abusivas contra los agricultores que no hacen más que su trabajo». El titular de Justicia llegó a tildar de «surrealista» que «los tribunales estén atascados con disputas sobre las vacas mugiendo por la noche».

La decisión tomada por el gobierno francés sienta un precedente que bien podrían aprovechar otros territorios donde este tipo de episodios se suceden periódicamente. En Asturias, han trascendido en los últimos tiempos historias similares a las que busca atajar esta medida, con visitantes de las ciudades que no comprenden el modo de vida tradicional de los pueblos. ¿Será necesario que el Principado, siguiendo los pasos de los legisladores galos, blinde las zonas rurales?

Multados por los mugidos de una vaca

En el año 2023, los dueños de una explotación ganadera en el concejo de Siero fueron sancionados con una multa de 300 euros porque los mugidos de una de sus vacas superaron el límite de decibelios permitidos. Concretamente, alcanzó la cifra de 74 decibelios, mientras el tope establecido es de 55. Tras 40 años dedicados al trabajo con animales, fue un vecino que se había mudado recientemente a la zona quien denunció la situación. 

«Pensábamos que no iba a llegar a nada, porque es ridículo, de risa», confesaba entonces Roberto Pandiello, hijo de los propietarios de la vaca, quien añadía que nunca antes habían sufrido ningún incidente similar en una explotación ganadera en funcionamiento desde los años 80. «Hay una nueva tendencia de gente que se muda a entornos rurales y no comprende que esto no son urbanizaciones», sentenciaba Pandiello.

El cordero que era un xato en Llanes

«Nos llamaron desde el monte diciendo que había un cordero abandonado y que lo iban a rescatar. No saben que el ganado en el monte está suelto. Se presentaron en el ayuntamiento con lo que en realidad era un xato recién nacido para que nos hiciéramos cargo», relataba en 2022 Xuan Valladares, concejal en el ayuntamiento de Llanes.

Esta no era la única anécdota relacionada con este tipo de turismo. Valladares también narraba la historia del ganadero que ordeñaba una vaca a mano y los visitantes que lo acusaban de maltrato; o la de un vecino del pueblo y su perro: cuando el can estaba atado se recibían llamadas alertando de malos tratos, mientras otras señalaban su abandono cuando estaba suelto.

Además, el edil reconocía que el número de conflictos entre los habitantes del concejo y los visitantes urbanitas iba en aumento con el paso del tiempo.

Carteles de advertencia

«Atención, pueblu asturianu. Usted accede asumiendo los riesgos: aquí tenemos campanarios que suenan regularmente, gallos que cantan temprano, rebaños que viven cerca e incluso algunos llevan lloqueros (cencerros) que también emiten sonidos, tractores propiedad de agricultores que trabajan para alimentarte y caminos asfaltados, no autopistas (conductor circule con precaución)». Así advertía el Ayuntamiento de Ribadesella a los visitantes urbanitas que entraban en el concejo, con carteles colgados en los tablones de anuncios del territorio rural que, cargados de ironía, avisaban a los turistas de algunas circunstancias habituales del campo.

Cartel de aviso colocado en los pueblos de Ribadesella
Cartel de aviso colocado en los pueblos de Ribadesella

Desde el equipo de gobierno de entonces, se relataban llamadas que denunciaban las molestias ocasionadas por un burro rebuznando durante la noche o que avisaban al consistorio para recoger excrementos de vaca en las carreteras. «Si no puedes soportarlo, tal vez no estés en el lugar correcto» sentenciaban los carteles. Esta iniciativa fue imitada en otros concejos asturianos como Llanes.

La idea de colgar estos rótulos por el pueblo fue importada, precisamente, de Francia. Más concretamente del municipio de Saint-André-de-Valborgne, aldea ubicada en la región de Occitania de apenas 400 habitantes, donde los incidentes entre los vecinos y los urbanitas se multiplicaron en los últimos tiempos.