Aquella puta jovencita

OPINIÓN

30 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie puede negar que las redes sociales han cambiado la política para siempre. No sólo por lo que facilitan la tarea de acercar los representantes a los representados, sino también por otras cosas, como que han venido a suponer un elemento más de exigencia para quienes ocupan cargos públicos. Y es que se ha convertido en habitual que en cuanto un ciudadano o ciudadana da el salto a la política, sus redes sociales sean escrutadas al milímetro en busca de posibles meteduras de pata, publicaciones fuera de lugar o desvaríos diversos del pasado. No voy a entrar a valorar si es algo positivo o negativo, pero la realidad es que sucede, y que víctimas de esta práctica han sido políticos y políticas de todos los partidos, nuevos o viejos.

La última polémica de este estilo la ha protagonizado el reciente fichaje estrella de Podemos, la candidata al Congreso por Zaragoza Rosa María Artal, otrora periodista. En el tweet objeto de polémica, la candidata morada se cuestiona con rotundidad lo siguiente: «Siempre me he preguntado al ver en mi TL a un periodista si sigue con aquella puta jovencita por la que me quitaron un puesto en TVE». Descubierto el tweet, que fue publicado hace solo dos años, la actitud de la candidata ha estado muy lejos de la disculpa que, en mi opinión, sería oportuna, y ella simplemente se ha dedicado a hablar de «persecución política», «política basura pareja a periodismo basura» (en respuesta a un periodista que sólo le pedía una explicación sobre lo dicho por ella), y a referirse a la «jugosa historia detrás del tweet que debe estar dando hipo al implicado». Decepcionante, cuanto menos. Como decía al principio, y como mucha gente le respondió a la propia candidata por Twitter, esto no es algo excepcional en la política española del 2016, sino todo lo contrario, por lo que no procede hablar de persecuciones ni conspiraciones. Cuando alguien se equivoca, y creo que todos podemos coincidir en que ese tweet es un error -y un horror-, lo que procede es asumirlo, reconocerlo, y disculparse. Y no se termina el mundo.

Pero Rosa María Artal no lo ha hecho, por lo que tengo que deducir que a fecha de hoy le parece oportuno y adecuado acusar a una joven de robarle el puesto y promocionar laboralmente en un medio público por ser una puta y acostarse con otro periodista. Y, sinceramente, me entristece mucho que la candidata de un partido que se dice feminista no reniegue de actitudes que parecen más propias de personas sin ningún tipo de compromiso o sensibilidad social. Porque en mi opinión, el feminismo, como cualquier otro valor, no es un traje que te pones en horario laboral y te quitas al llegar a casa para ponerte el pijama. No es un instrumento que un político o un partido utilicen a la hora de gobernar o de legislar, y del que te desprendes al terminar la tarea. El feminismo, como todos los valores, acompaña a la persona las 24 horas del día, condiciona sus conductas y guía sus hechos. Los valores son esas gafas que nunca nos quitamos, a través de las cuales miramos el mundo. Palabras como las de la señora Artal en ese tweet -que tampoco he visto que hayan sido condenadas por los partidos que la han incluido en su candidatura- hacen mucho daño a la lucha por la igualdad, porque suponen una legitimación desde los sectores progresistas de la sociedad de los ataques que a lo largo de los años han estado recibiendo las mujeres. Si desde la izquierda, el progresismo y el feminismo nos permitimos con indulgencia este tipo de actitudes, ¿qué no hará el resto de la sociedad? ¿Con qué legitimidad criticaremos las salidas de tono machistas de otros políticos o políticas, o de cualquier otra persona?

Escribo este artículo pensando que ojalá pronto deje de tener sentido. Que ojalá la candidata se dé cuenta de su error y de lo perjudicial de su tweet, y rectifique y pida disculpas. Errar es de humanos, pero perseverar en el error es de necios. Y no retractarse de unas palabras así, además de necedad, denotaría carecer en absoluto de sensibilidad social. Y estoy seguro de que jamás una representante de la nueva política pecaría de necia o insensible...