¿El feminismo odia a los hombres?

OPINIÓN

29 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay quienes piensan que sí. Y hay quienes están absolutamente convencidos y lo seguirían afirmando aunque lograran entrevistarse con cada feminista de este país, y con sus maridos, y cada uno les jurara que no es cierto. Este artículo lo escribo pensando más bien en el primer grupo.

El feminismo es la única revolución social que triunfó en el siglo  XX y hoy, aunque sólo hemos recorrido un tramo del camino,  la mayor parte de la gente es feminista. Si quieres averiguar qué sienten realmente  las mujeres feministas por los hombres y qué les impulsa es muy fácil. Sobran los artículos didácticos. Basta con preguntarte a ti misma, o mirar alrededor y ver qué desean tus amigas, tus hermanas, tu madre, tu novia o tu hija. Apostaría que te quieren y todas comparten básicamente las mismas reivindicaciones. Cuestiones como que sus cualidades sean reconocidas y valoradas, mantener relaciones igualitarias y por supuesto consentidas, que no se las valore sólo por su físico, ser económicamente independientes, o salir a la calle sin correr peligro aunque sea tarde o sean las fiestas del pueblo.

Como nadie que se sienta feminista guarda por ello ningún odio especial hacia los hombres y esto es muy fácil de comprobar, la gente que denuncia el feminismo habla de «las feministas» como si las feministas «de verdad» formaran un lobby aparte, un poder en la sombra, una mano negra que conspira sin que sepamos de su existencia. Un club misterioso al que nunca nos invitan pero que se ha mostrado abiertamente frente a quienes lo denuncian. Por alguna razón esa gente a la que nunca vas a ver apoyando un acto feminista ni colaborando en ninguna acción, «conocen» mejor que nadie lo que las feministas hacen, sienten, y piensan.

Para una parte de la sociedad la teoría del «poder feminista en la sombra» resulta creíble porque sirve  para explicar cómo cuatro locas ignoradas o perseguidas cambiaron la vida que tenemos hoy. Sin violencia. Sin guerras. Sin recursos. Ni poder ni dinero. Sin embargo el movimiento feminista ha encontrado  una fuente de energía inagotable. Es el impulso que da mucha gente haciendo cosas pequeñas, el de mucha gente pensando lo mismo y llegando a las mismas conclusiones a la vez en lugares distintos, el esfuerzo sumado de generación tras generación de mujeres  que emprendieron su camino allí donde otras lo dejaron. Las personas que  luchan por su  libertad, sus derechos básicos, y por el futuro de la siguiente generación, no importa lo vulnerables que sean; ni el tiempo que tarden; ni lo que las putees. Nunca se rinden. Su convicción siempre es más fuerte que la de quienes han usurpado el poder y ostentan unos privilegios ilícitos.

El feminismo lleva mucho tiempo tejiendo redes a base de empatía, generosidad, orgullo, solidaridad  y esfuerzo, y prospera allí donde se crean  espacios de apoyo mutuo. Cada avance del feminismo es también un triunfo de la capacidad  humana para la  cooperación horizontal  frente a la inclinación humana de explotar al más débil. No, el feminismo no necesita odiar a nadie, el compañerismo  y la dignidad son armas más poderosas que el odio.

Si me preguntaran qué piensa el feminismo de los hombres, respondería  que lo mismo que piensa de las mujeres. Todas y todos  nacemos libres y racionales para escoger quiénes somos, nuestro sexo no dicta nuestra manera  de sentir o de pensar, ni nuestros gustos, nuestras expectativas o capacidades.  El feminismo es la única teoría que no explica la violencia masculina tratando de aludir a su naturaleza, como tampoco considera que la dependencia sea inherente al carácter femenino. Da igual que seamos hombres o mujeres, aprendemos los roles de género y los interiorizamos como propios de nuestro sexo.

Me gusta imaginar que si hubiera sido un hombre sería un hombre feminista. Por justicia y solidaridad,  pero sobre todo porque el feminismo me permitiría ser yo mismo y una persona íntegra. También para ser amado  por alguien que me viera a mí  realmente,  sin exigirme cumplir un estereotipo. Al fin y al cabo son razones que también tengo ahora. Sólo que ahora casi  todos los días escucho o leo algún comentario que como mujer me ofende profundamente. Sin embargo esto no cambia mi visión de los hombres ni disminuye mi confianza en las personas. Por eso tampoco creo que siendo un hombre reaccionara ante cualquier ofensa que un día alguien dijo en alguna parte  cuestionando mi apoyo al feminismo, por más que a algunos les pese.

Hay quienes se entretienen recopilando cualquier expresión o gesto feminista que pueda servir para representar a todo el movimiento como conflictivo o peligroso. Luego los magnifican y los usan  para publicitar las teorías del odio y de la conspiración feminista.  A mí  me parece que podemos llegar a ser bastante bordes pero el problema no es feminismo. No es el feminismo el que hace que las mujeres se endurezcan y se cabreen, ni es el feminismo el que les hace sentir rencor ni ira, si las mujeres protestan y se encaran no es por el feminismo sino por el patriarcado y las agresiones que sufren, eso es lo que hace que algunas veces nos enfurezcamos. El feminismo aporta herramientas de análisis y permite racionalizar el dolor canalizando  esa toma de conciencia hacia algo constructivo,  es un largo camino que requiere capacidad crítica y, aunque no niega la realidad,  va dirigido a   buscar el modo de cambiar las cosas, por eso aporta alegría y confianza, y también esperanza y satisfacción muchas veces.

Lo inquietante es el silencio.

Las injusticias existen aunque nadie las nombre  y duelen aunque nadie las vea. La negación  y el sometimiento  depositan en el fondo un lodo que vuelve  la mente resbaladiza.

Cuando era pequeña oía decir a la gente «del agua mansa líbreme Dios».

No acabé de entenderlo hasta que pasaron los años.