15 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En la calle reina el frío y la lluvia. Se escuchan voces clamar que Trump es presidente del mundo, y que este mundo se acaba. Nos parece extraño que alguien que dice tantas estupideces y bravuconadas pueda llegar a presidente, y no miramos lo que pasa aquí, a quienes hemos tenido a la cabeza del país.

Los estorninos vuelven a hacer su aparición otro año más, conquistan el cielo de la ciudad con sus coreografías milimetradas y llenando todo de excrementos: la belleza nunca es gratis. Podría pasarme el día observando su vuelo. Esas tardes de otoño llenas de hojas y colores, tardes de otoño que se detiene el mundo. Tardes de castañas y conversaciones a la luz de una chimenea.

En los supermercados ya suenan villancicos y los turrones ya lucen en las estanterías. Del verano a la Navidad en una semana. Los primeros catálogos de juguetes ya han llegado a las casas, y los  más previsores hacen sus cartas, que luego se quedan sin regalos.

La lluvia no ha dado tregua en esta semana, las calles mojadas brillan a la luz de las farolas. Al menor resquicio de sol, nada más que amaina un poco el diluvio, las calles vuelven al trajín y las terrazas se llenan al calor de las mantas y estufas. Los bares, que lugar tan adherido a la idiosincracia española.

Una madre empuja un cochecito bajo la lluvia, adentro el bebé abrigado y envuelto en ropajes mira curioso las gotas de lluvia que se estrellan sobre el plástico que le resguarda del agua. La madre camina rápido, pero a su vez se mueve con cuidado. Se cobijan en un portal y ella coge al bebé, se miran y el bebé parece decirle: «aún no puedo hablar, pero si pudiese te diría todo lo que te quiero». Un día alguien  me dijo: «ser padre es decir «no» y quedarte, cuando antes decías «sí» y te ibas. Es nunca más pensar en «yo», empezar a pensar siempre en «nosotros» y en el futuro. Y no creo que lo olvide nunca».

Unos turistas, paraguas en mano y con chubasquero, no detienen su visita a la ciudad, siguen bajo el aguacero, sacan fotos a la catedral mientras uno lee en su guía de viaje una breve descripción. Se quejan del mal tiempo y que no ha parado de llover, que por eso está todo tan verde. La excusa que ponemos aquí a todo el que se queja del clima.

Aún se puede disfrutar paseando por el centro de la ciudad sin topar rata alguna, cosa insólita en algunos barrios. Oviedo ya comparte algo en común con las solciademocracia europea que tanto envidian algunos, Oviedo y Estocolmo comparten el problema de la invasion de roedores, y demás alimañas, en la ciudad. Si ésta es la forma que tiene el tripartito de acercarnos a nuestros vecinos de continente: mal vamos. El problema en la ciudad sueca ya viene de lejos, llevan al menos dos años compartiendo acera con los roedores; espero que aquí se ataje antes el problema y le pongamos solución. La limpieza en las instituciones, la limpieza de la ciudad, no sólo tiene que ser moral, también física. Miremos a Madrid, el Madrid gobernado por Carmena, y obtendremos a que no debemos parecernos. Porque la ciudad no está sucia, pero sí lejos de como lucía antaño.

Una pareja de ancianos cruzan el Paseo de los Álamos, él sostiene el paraguas y ella lleva unas castañas que pela meticulosamente, una para ella y otra que pone en la boca de su marido.

Oviedo, no siempre es el lugar perfecto, pero en estos días otoñales se parece mucho a una ciudad de cuento. De uno de esos cuentos con lugares idílicos y gente normal, de un buen cuento.