Podemos se retrata en dos coca-colas

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

07 abr 2017 . Actualizado a las 09:06 h.

Cuando un político se arranca con el discurso del «compañeros y compañeras, a lo que nosotros y nosotras aspiramos es a que los ciudadanos y ciudadanas sean respetados y respetadas...», soy incapaz de centrarme en la cuestión, porque mi cerebro solo está pendiente de comprobar en qué momento se traicionará a sí mismo abandonando ese manual de lo ridículamente correcto. Mi experiencia me dice que nadie puede hablar más de cinco minutos ateniéndose de manera estricta a esa biblia del lenguaje no sexista. Lo que se consigue así es que la loable intención de erradicar el machismo de nuestra vida cotidiana acabe con el político o la política de turno ridiculizado o ridiculizada por su incapacidad de no traicionarse a sí mismo o misma, con lo que el efecto es el contrario al deseado.

Esa suele ser la consecuencia de exigir a los demás lo que nosotros no hacemos. Le ha ocurrido al senador de Unidos Podemos Ramón Espinar, que tras llamar a los españoles a no consumir Coca-Cola y exigir que se prohíba su venta en el Senado, fue retratado bebiendo no una, sino dos coca-colas en la Cámara Alta. El ridículo lo completó Pablo Iglesias diciendo que a su compañero «se le olvidó el boicot». Pero Espinar, el que clamaba contra la especulación inmobiliaria mientras vendía con jugosas plusvalías una vivienda de protección oficial, podría echarle también en cara a Iglesias que critique el nepotismo y el machismo pero convierta a su novia en número dos de Podemos y proponga «azotar» a una periodista. E Iglesias podría señalar en su descarga que el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, reclamaba mayores derechos para los trabajadores del hogar mientras pagaba en negro a su asistente.

Claro que Echenique podría alegar que mal está lo suyo, pero peor es lo de Juan Carlos Monedero, que critica la elusión fiscal pero crea una empresa fantasma para no pagar impuestos. Aunque, bien mirado, Monedero podría también pretextar que el alcalde podemita de Zaragoza, Pedro Santisteve -cazado también bebiendo Coca- Cola, por cierto-, cuestiona los recortes presupuestarios mientras carga al erario público sus gastos en gomina. Y Santisteve, a su vez, podría justificarse diciendo que Íñigo Errejón denunciaba el maltrato a la educación pública mientras cobraba una beca sin trabajar en ella. Y este, para defenderse, estaría en su derecho de señalar que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, brama contra el capitalismo de amiguetes mientras contrata a dedo a su pareja como asesor.

Decía La Rochefoucauld que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud. Es decir, que la inmensa hipocresía de los dirigentes de Podemos se debería en realidad a su mala conciencia por la jeta que le echan a la vida. De ser así, significaría que al menos son conscientes de ello. Pero yo creo que sus «errores» se deben más bien a que, en su infinita prepotencia, están convencidos de que no hacen nada malo, porque a ellos no les obliga aquello que predican para los demás. Eso es solo para «la gente». Para «el pueblo».