«Valle era cara y cruz, temeroso y valiente, solitario y deseoso de reconocimiento»

Juan Carlos Gea REDACCIÓN

CULTURA

Alicia Vallina
Alicia Vallina Joaquín Otero

«No es que crease un personaje: él era ese personaje pues ahí estaba su grandeza; era poliédrico, pero todas sus caras formaban una personalidad única»

01 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ahora casi año año y medio, el 19 de diciembre de 2014, la figura de Evaristo Valle cobraba una inédita enjundia académica. En esa fecha, la periodista e historiadora Alicia Vallina (Pola de Siero, 1976) leía en la Universidad Complutense su tesis sobre el pintor -y también escritor- gijonés; un trabajo que realizó becada por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson y la Fundación Alvargonzález y que recibió el sobresaliente cum laude por unanimidad ante un tribunal presidido por el historiador Juan Pablo Fusi.  Ahora, fiel a la vocación divulgadora que la investigadora asturiana tiene como guía de su trabajo, presenta el libro Evaristo Valle (1873-1951): un pintor entre líneas, un volumen editado conjuntamente por las fundaciones Azcona y Alvargonzález que se presentará en la sala de exposiciones de esta última entidad el viernes, día 3, a las 20 horas en un acto en el que intervendrán los respectivos directores de ambos patronatos, Ladislao de Arriba Azcona y Ramón Alvargonzález, respectivamente.

En el centro estará un trabajo armado con afán de exhaustividad por su autora, licenciada en Ciencias de la Información, especializada en Cambridge en Arte Moderno y Contemporáneo y doctora en Historia del Arte y estudios del Mundo Antiguo por las Universidades Autónoma, entre otros títulos, incluyendo el de funcionaria del Cuerpo Técnico de Museos Estatales, tarea que desempeña en Madrid, donde reside.

-¿Qué es Evaristo Valle (1873-1951): un pintor entre líneas? 

-Un estudio muy riguroso y exhaustivo que supone un referente bibliográfico, pues añade datos personales de la vida de Valle, incluye fotografías familiares inéditas, un extracto del testamento de su primer mecenas y fundador del Banco de Gijón (y poleso de pro), don Florencio Rodríguez, donde le nombra tutor de sus nietos y en agradecimiento le deja como estudio último uno de los pisos superiores del edificio del banco de Gijón. También se rescata inédita la correspondencia entre Valle y Zuloaga durante sus años parisinos, entre Valle y José María Rodríguez, así como obra desconocida de Valle en colecciones particulares. El libro también destaca a Valle como un gran museógrafo que siempre estuvo muy pendiente del modo en que sus obras eran expuestas, aconsejando la mejor hora de luz del día para incidir en ella y su ubicación en el espacio y con respecto al resto (y así se lo aconsejaba igualmente a los compradores de sus obras).

-Y las líneas...

-Sí, por supuesto. También incluye el primer análisis y estudio de su obra literaria publicada, en conexión estrecha con su pintura y sin poder entenderse la una sin la otra: arte y comunicación. O lo que es lo mismo, el relato a través del arte

 -Una conexión que, de otro modo, se da también en su propia carrera. ¿Cómo acabó la periodista convirtiéndose en estudiosa del arte?

Siempre fui una apasionada del arte. En mi casa, desde pequeñita, mi padre tuvo mucho interés por al mundo artístico y de su mano aprendí a admirar las obras. El periodismo y el arte son puramente vocacionales ambas. En mí no pueden existir la una sin la otra, y amo sin preferencias a ambas por igual. Se hace realmente necesario poder acercar el arte y la sensibilidad hacia él al público general, alejarnos de ese idea preconcebida, alimentada por nosotros mismos, de que al arte es solo para un número limitado de eruditos y expertos. El arte, como decía Duchamp, lo hacemos todos, forma parte de nuestras vidas y debe ser transmitido y comprendido por una pluralidad de personas. Y en eso el periodismo y los medios de comunicación juegan un papel primordial desde la honestidad y la didáctica.

 -¿Y Valle? ¿Cómo llegó a él y por qué le interesó hasta este punto?

-Mi interés por Valle data ya de hace años. Acababa de terminar mi carrera de periodismo, conocí la Fundación [Evaristo Valle] de Gijón a través de una buena amiga de mi familia y desde ahí hasta siempre el arte y el genio de Valle me impresionaron. Sus tipos y temas, el alma que había en cada una de sus pinceladas, por supuesto el color de sus obras y la historia de Asturias y sus gentes... Ese relato me sigue impresionando. Valle narra como nadie la idiosincrasia del pueblo astur

 -¿Cuáles son esos rasgos son de los asturianos y de Asturias que Valle capta con tanta fidelidad?

-Por supuesto, la idea del paisaje asturiano, de la tierra como elemento esencial de regeneración de un país en un momento de gran convulsión social, política económica y por ende cultural. El campesino, el labrador y el minero; el hombre de campo que entre faena y faena tiene un periodo de descanso para conversar entre sí apoyado en el muelle, en un recodo del camino o con una aldeana guapina por la que bebe los vientos. El asturiano folixero de tasca y chigre, el bebedor y compañero de charla, generoso en sus afectos y siempre cercano. El hombre de mar, el que espera la llegada a puerto del compañero después de una larga jornada de trabajo, del emigrante a América que mira a lontananza anhelando tiempos mejores o el regreso de un ser querido con una buena bolsa bajo el brazo.

 -¿Y el escritor? ¿Cómo se relaciona el pincel con la pluma?

-El arte de Valle no abarcó solo el pincel sino que lo intentó con la pluma. Como los renacentistas, entendía que un hombre cultivado debía conocer todas las artes y, aunque sin éxito, escribió varias obras teatrales y novela. Siempre emplea los tipos y temas que he comentado. El cura, el aldeano, los señores, los políticos y las relaciones entre ellos son habituales en un repertorio lleno de sarcasmo, ironía y muy buenas dosis de humor vallesco. Inteligente y socarrón, a mi modo de ver más crítico en su literatura que en su pintura, quizá porque en esta última ponía todas sus esperanzas de triunfo.

-Las virtudes de Valle como pintor son conocidas. Aparte de esa veta socarrona y caústica, que también está en su pintura, ¿cuáles son las de su literatura? 

-Valle tiene un estilo muy propio, único. Por ejemplo, las marcas de oralidad son continuas en los diálogos entre los personajes. Emplea un lenguaje coloquial, estándar, especialmente a través de los personajes de un estrato social más bajo. No tiene ninguna pretensión de cultismo ni tecnicismos filosóficos y plantea cuestiones sobre el ser humano y su destino en el mundo, la codicia o la muerte de un modo realista.  Recurre especialmente a la comunicación no verbal para mostrar un mensaje verbal y trata de hacer partícipe al espectador del destino de sus personajes. Sus obras tienen mucho de él mismo, de personajes y situaciones que ha vivido o que ha conocido. Incluso emplea lugares conocidos por él y amados (Yubán- como Gijón o Pucherras como Noreña), mezclando siempre la ficción con la realidad y retratándose en el texto a través de alguno de sus personajes.

-Hablando de convertirse en personaje: en su trabajo y en otras investigaciones recientes estamos descubriendo un hombre distinto en muchos aspectos al que creíamos conocer y que, hasta cierto punto, quiso componer un personaje. ¿Fue así? ¿Qué destacaría de ese nuevo Valle?

-No creo que haya un nuevo Valle. ¡Valle solo hubo uno y desgraciadamente solo ha habido este! Era un hombre para el arte. No es que haya creado un personaje sino que él era ese personaje pues ahí estaba su grandeza. Era poliédrico, tenía muchas caras pero todas formaban parte de una personalidad única. Era un hombre muy sensible, con un amor inmenso hacia su familia, por la que quería triunfar para devolverle la confianza y el apoyo económico que tantas veces le brindaron. Era también muy imaginativo, un gran contador de historias -de ahí su obra literaria y pictórica-; un hombre provinciano, pues amaba su tierra por encima de muchas cosas y al mismo tiempo ávido de conocimiento. A veces cara a veces cruz, temeroso y valiente, solitario y deseoso de admiración y reconocimiento. Ni más ni menos que muchos de nosotros.

 -Y también un hombre más conectado al mundo, a su sociedad y a su tiempo de lo que muchos suponen...

-Era un hombre inquieto, muy leído, tenía una gran biblioteca heredada de su padre además de los libros que él mismo adquiría. Gran amante del Quijote. al que retrata, de la novela rusa, Gogol especialmente. Un hombre abierto al mundo pues sin saber ni una palabra de francés se decide a poner rumbo al París de vanguardia de comienzos del siglo pasado. Tuvo que sentirse muy solo y logró entrar en contacto con los principales artistas de su tiempo, especialmente con Zuloaga, de quien aprendió y a quien también admiró.

-Y con quien no era artista exactamente: Ortega, algunos círculos políticos de su ciudad natal...

Por supuesto. valle era un gran admirador de Ortega. Les presentó probablemente José María Rodríguez, esposo de María [Rodríguez], la fundadora de la Fundación-museo y uno de sus más importantes mecenas. En el libro rescatamos la correspondencia inédita entre ambos y custodiada en la Fundación Ortega-Marañón de Madrid. Conoció en su juventud a Pérez de Ayala, con quien compartío algún veraneo en Noreña y a quien regaló un cuadro titulado como el poema de Ayala La paz del sendero, publicado en 1903. También conoció a Clarín siendo un niño y relataba de memoria muchos de sus cuentos. Compartió amistad con Gerardo Diego, a cuyo hermano, sacerdote, retrató, y también a él mismo en el cuadro titulado El poeta... El propio Gerardo Diego le dedica unos versos en su poemario Cementerio civil donde recoge que fue su hermano Leonardo quien le suministra la extremaunción antes de fallecer. Además colabora con los principales diarios de la época y se relaciona con artistas y hombres de letras al colaborar con la revista Región de Asturias de la mano de García Vela, amigo y colaborardor de Ortega, y de José Antonio Cepeda. En resumen:un sinfín de relaciones interminables con la intelectualidad de la época.