«Son malísimos tiempos para la incorrección política, pero buenísimos para jugar con ella»

CULTURA

Javi Guerrero
Javi Guerrero

El dibujante asturiano Javi Guerrero, inmerso en la cuarta entrega de la novela gráfica «Dolce pensare niente», explica su proceso creativo y repasa su trayectoria en el cómic

24 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay niños que nunca dejan de dibujar. «Si no abandonáramos esa costumbre todos seríamos dibujantes», asegura el historietista, dibujante y humorista gráfico Javi Guerrero (Gijón, 1967), que, pese a haber sido un niño más interesado en contar historias, nunca dejó de dibujar. Entre 1994 y 2000, participó en varios concursos de cómic y humor gráfico, y «en todos ellos saqué algún premio en metálico, pero no hice nada reseñable hasta 2007, con 40 años de edad». Justo cuando aparecían los blogs e internet se convertía en plataforma para publicar sin imprimir y promocionar sin salir de casa. Guerrero aprovechó la circunstancia para poner en marcha el webcómic «Como los sapos ciegos» y, desde entonces, colabora en la revista satírica TMEO y edita él mismo todo lo que publica.

«Puede que lo de dedicarle más tiempo a partir de los cuarenta se debiera a que fue ese el momento en que me hice abstemio y, de repente, todo me pareció sorprendente y al mirar atrás me pareció que tenía algo interesante que contar, un poco mi versión de cómo son las cosas», explica Guerrero, que recuerda que «Como los sapos ciegos» tuvo su origen en una frase del western «Una trompeta lejana». «El médico del fuerte dice que están esperando que los pisen, como los sapos ciegos. En ese momento, y puede que ahora también, me parecía que las metas en la vida y todo eso eran cosas de ilusos». De «Como los sapos ciegos» publicó varios recopilatorios autoeditados y fue alternando el proceso creativo de dibujante y guionista con una peluquería de caballeros «que, por suerte o por desgracia, me dejaba bastante tiempo libre para divertirme». 

A libro por año desde 2012

En 2011, sufrió un ictus y, como él mismo explica, empezó a autoeditar un libro por año, «probando formatos y siempre pasándomelo bien». Así, en 2012, «Mi Marisa es un ángel». En 2013, «Donde hay globos hay alegría». En 2014, «me atreví con una publicación sin dibujos» y publicó el libro de relatos («casi todos autobiográficos») «Mira qué tonto». En 2015, de nuevo humor gráfico, con «Dios está en el BOE». Y, en 2016, inició la serie de cómics autobiográficos «Dolce pensare niente», editando las tres primeras entregas. «Recurrí al crowdfunding dos veces, pero no me apetece repetir porque es agotador hacer campaña todos los días para conseguir los apoyos. Autoeditar no es nada difícil porque, con la impresión digital, se pueden hacer tiradas de 100 ejemplares», explica Guerrero, que suele recurrir a preventas para asegurar al menos la mitad del importe de la imprenta. 

En la actualidad, trabaja en la cuarta entrega de «Dolce pensare niente», de la que son las imágenes que acompañan a estas líneas y que, en principio, quiere tener lista en abril «Dolce pensare niente es una parodia autobiográfica. Repasa esa cadena de malas decisiones resueltas casi siempre con más malas decisiones. Con los años suelo verme no más listo, sino menos idiota y a la idiotez está dedicada esta novela gráfica», explica. Cada entrega tiene 68 páginas que se disfrutan de una tacada. Guerrero asegura que se lo pasa tan bien haciéndolas que se ríe solo «y sé que otras personas también lo hacen». 

Episodios patéticos en clave de humor tragicómico

«Dolce pensare niente» entremezcla «los episodios más patéticos que recuerdo, a veces en clave de humor tragicómico. A veces cuento lo que sucedió y a veces lo que me hubiera gustado que sucediera y otras alguna mentira absurda que queda resultona, pero sorprendentemente la gente no suele acertar con lo que es verídico y lo que es ficción». «Dolce pensare niente» no deja de ser una autoparodia biográfica: «Mato a un señor, beso un culo, veo bichos peludos, desayuno vino blanco, mato gatitos, el volante de mi coche huele a mierda, amago un suicidio, trabajo con un esquizofrénico muy simpático, me acusan de un asesinato. Si te dijera cuál de esas cosas es verdad y cuál es mentira te sorprenderías. A veces tengo la impresión de que tuve a un pepito grillo cabrón chivándome lo que hacer para que ahora pudiera escribir todas esas sandeces». En este cuarto volumen, cuyas futuras páginas a veces adelanta en su perfil de Facebook, habrá «más infancia, adolescencia y necrozoofilia si hace falta». 

Guerrero asegura que hay quien, erróneamente, define el humor que hace como escatológico o sexista, «confundiendo casi siempre la acepción relativa al sexo con la de discriminación por razón de género. La escatología se cuela en el guión y ensombrece el lado tierno o serio injustamente. El que me define así es que o no me ha leído o no ha entendido nada». Huye de la autocensura y pone un ejemplo: «Las primeras páginas de ‘Dios está en el BOE’ son una historia larga a viñeta por página y, sí, hay una niña cagando y un perro muerto y un señor desnudo con gabardina, los tres interactuando en un bosque otoñal. Todo ello maquetado en un formato de cuento infantil, pero puede que sea la historia más sencilla e inocente que he dibujado nunca. Me gusta jugar con esos elementos que nos inquietan, el señor con gabardina que no lleva pantalones, la niña que se encuentra con él en el bosque, darles la vuelta y sorprender no dándole al lector lo que espera ver”.

«El papel blanco no es un problema, es un juego»

De su proceso creativo explica que es un brainstorming (tormenta de ideas) «en el que me diluyo en diferentes personajes que alguna vez conocí o que me inventé y les hago participar y aportar ideas». Así, van apareciendo «la niña que juega en el parque bajo la lluvia y dice que ella no ve que llueva porque ver llover es solo desde casa, el  aparentemente tonto que dice algo inteligente, casi rayando la genialidad, y el carismático y supuestamente culto que está atrapado en su ego y en realidad no piensa con tanta claridad como cree». Personajes que va dibujando sin saber aún quiénes son o qué quieren decir: «El juego consiste en hacerles pensar algo, por absurdo que sea, y ver si se puede tirar del hilo y llegar a algún sitio. El papel blanco no es un problema, es un juego. Hacer ficción es mentir y, cuando tienes que mentir, si quieres que te salga bien, tienes que introducir algún dato real que te haga creerte tu propia mentira, o al menos así lo hago yo».

En sus historias, texto y dibujo se complementan y a veces uno se apoya en el otro y viceversa. El texto es ágil y, los dibujos, sencillos pero suficientemente precisos. «Creo que la historia fluye y atrapa y tiene buen ritmo y no deja mucho espacio para la contemplación.Trato de contar historias con las herramientas que tengo y de acercarme cada vez más a lo que me gustaría ver como lector. Que funcione o no depende, supongo, de la cantidad de personas que se identifiquen con lo que cuento y mi manera de contarlo», indica Guerrero, que confiesa sentirse como un intruso en casi todos los eventos de cómic en los que participa. «No me gusta el cómic por ser cómic, me gusta cuando me cuenta lo que quiero, y en ese aspecto, como en el cine, me estoy volviendo raruno».

«¡El lector de red social es a veces tan inocente y tan propenso a indignarse!»

De los tiempos actuales, dice que «son malísimos para la incorrección política, pero buenísimos para jugar con ella». Y las redes sociales son la plataforma perfecta en la que poder hacerlo. «¡El lector de red social es a veces tan inocente e impresionable y tan propenso a indignarse! Yo creo que encuentran en la indignación su ratito de gloria, haciéndose protagonistas de algo que en realidad no les pertenece. El problema es que la indignación de red social se está expandiendo a otros medios, que parecen tenerla como referente moral a la hora de decidir lo que se puede o no hacer. Se está expandiendo a la política y la frontera entre lo que es un relato de ficción y un artículo de opinión parece haberse desvanecido. La cosa es que al final nadie se da cuenta de que un cínico no es más que un idealista desencantado», asegura Guerrero.

Y, entre tanto indignado, ¿se entiende el humor satírico? «El problema es que el lector hace a veces interpretaciones erróneas y no está dispuesto a dar su brazo a torcer», considera, recordando cómo en ocasiones, en la publicación digital Fundición Príncipe de Astucias, «te salía gente diciéndote que tu chiste era machista o sexista solo porque salía sexo, nada más». En opinión de Guerrero, que fue uno de los miembros ‘fundidores’ de esta publicación digital satírica que se creaba en Asturias en 2012 y estuvo activa hasta 2015, en lugar de aprovechar las ventajas de la red social, «que dan la opción al autor de explicarse si quiere y ofrecer la versión real (y única) del chiste y lo que significa, se negaban a aceptar que el autor y solo el autor es el que sabe lo que quiere decir cuando hace un chiste o cualquier ficción, caso de que quiera decir algo, más allá de un chiste tonto en el que salen palabrotas o un zurullo o sexo explícito o humor negro y desagradable que no señala ni se ríe de nadie en especial»