«Quiero que mis cuadros tengan órganos, esqueleto, músculo y piel»

J. C. Gea REDACCIÓN

CULTURA

El pintor Hugo Fontela defiende que «el talento de los artistas asturianos es mucho y muy variado, pero apenas es conocido fuera y eso hace que apenas puedan sobrevivir con su trabajo»

23 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que el Premio BMW revelase la obra de un jovencísimo Hugo Fontela (Grado, 1986), su pintura ha ido construyendo un territorio a la vez inconfundible y diverso en el que se han sucedido colosales escombreras, muros de patios interiores, muelles abandonados o pecios de plantas tropicales. Ahora, el artista asturiano -uno de los más afianzados de su generación dentro y fuera de España- debuta en la sede barcelonesa de su galería, Marborough, con una nueva serie centrada en las imágenes solitarias y misteriosas de rocas en una costa que podría ser perfectamente la Cantábrica. Y que de hecho, de algún modo, lo es. Norte es su título

-Ese Norte, ¿por dónde cae? Porque es familiar para cualquiera que conozca la costa asturiana, pero al mismo tiempo no es sin más un paisaje asturiano, sino algo más abstracto, más ¿simbólico?

-Sí, «Simbólico» sería la palabra correcta. Al final, ese Norte es la confluencia de varias cosas. Por una parte, en estas pinturas impera la gama de los azules, que ha estado presente en mi obra anterior; por otro lado, son imágenes que, aunque quizá no se hayan visto anteriormente en mi trabajo, sí que estaban en alguna medida en mis inicios. Hay algunas piezas de 2002 o 2003 que apuntaban entonces hacia este Norte, pero que quedaron durmiendo el sueño de los justos y que han aflorado solo ahora. Por otro lado, hay imágenes que he ido recogiendo tanto en Nueva York como en Asturias; que me he ido encontrado en libros y revistas; que han estado presentes ahí desde hace bastante tiempo... Y, finalmente -lo más evidente- hay una interiorización de muchas imágenes que he visto en Asturias, no tanto desde niño, aunque esos recuerdos estén presentes, sino en los últimos tiempos: he encontrado ese Cantábrico impactos visuales e ideas de donde nacen estas obras, que también son en cierto modo continuaciones de los muelles de Nueva York y de las «pinturas blancas». Ha sido una deriva natural que ha alumbrado estas obras que estaban ahí detrás, a punto.

-¿Hay una unidad profunda entre todas sus series? ¿Pueden ser vistas como partes distintas de una misma geografía? 

-Es el mismo escenario. Hay algo curioso. Esa fascinación por un motivo y esa forma de escoger un paisaje, es algo así como intervenir el paisaje a través de la pintura… se parece a algo así como el land-art, aunque desde un punto de vista muy sui generis. Yo lo que hago es transformar el paisaje y llevarlo a mi terreno, a la pintura.

-Un terreno en el que no está solo, sobre todo pensando en otros paisajistas asturianos...

-Bebo de muchas influencias, pero hay algunas que son más claras o evidentes. Al final he explorado unas imágenes que están en artistas asturianos que admiro: Miguel Galano, Armando Suárez, Melquíades Álvarez… Al final, he dado vueltas para llegar, a mi manera, a ese mismo paisaje. Me hace mucha ilusión cuando alguien me dice que tiene una marina de Armando que se parece a esto. Me gusta sentirme heredero de esa influencia.

 -Desde un acantilado nocturno de Galano, por ejemplo, podrían avistarse algunos de los islotes de su Norte. 

-Exacto, como si hubiese una interconexión entre esos mundos. Yo creo que mucha gente, sobre todo en Asturias, lo va a leer de esa forma.

-En su trabajo tienen una gran importancia los procesos técnicos. ¿Es el trabajo con la pintura el que lleva a las figuras, o al revés, las figuras las que le demandan un cierto tratamiento pictórico?

-Ambas cosas. Juego de las dos formas: voy rescatando cosas que suceden y que no sabía que iban a suceder, cosas que me abren una vía nueva o mejoran lo que ya empezaba a hacer; y luego, parto de imágenes que también me van sorprendiendo en el propio proceso. Por un lado, como siempre ha ocurrido en mi pintura, hay una imagen que parte de algo real y que he visto; en el caso de esta exposición, dos imágenes muy potentes: una roca que es una especie de cráter, y una imagen blanca donde surgen varias rocas negras sobre un fondo blanco con las olas rompiendo, una obra apaisada de 130 x 195. En esas dos piezas es donde pretendo llegar a esa imagen que me es dada, pero ya voy descubriendo que hay un misterio, algo que tengo que desentrañar o descubrir en otras piezas. Eso es lo que me hace comenzar a pintar.

-Y a insistir...

-Sí, es ahí donde se van pariendo las series y van surgiendo las obras. Aunque cada pieza está imbuida en sí misma, lo que aprendo en unas me va sirviendo para rematar otras y se va formando una familia, un grupo. De momento, no hay más obras norteñas que las que se van a ver en esta exposición.

-¿Y qué sucede cuando cierra una serie después de mucho tiempo trabajando obsesivamente en ella? ¿Siguen esas imágenes presentes, plantean la tentación de volver, o simplemente se ha desembarazado ya de ellas?

-Tomando como referencia las anteriores series sucede de este modo: pinto la primera serie, donde interiorizo el motivo y suelo hacer obras más figurativas; luego creo otra serie quizá con más libertad, insistiendo en aquellas ideas que han funcionado mejor, y en las últimas piezas de esas series, la última hornada, la libertad es total y bajo ese pretexto llego a obras mucho más arriesgadas, más intempestivas, más extrañas. Ahora nos encontramos ante una primera serie norteña: veo cosas que podrían hacerse más grandes, piezas que se podrían hacer en mis formatos habituales de 2,50 x 2,50 o 2,50 x 3, mucho más monumentales… y eso es susceptible de incorporar nuevas imágenes. Pero al final de lo que se trata es de agotar algo que te obsesiona y poder decir, pasado el tiempo, «esto está ya ahí». En esta exposición hay piezas que son ya una conclusión, que concretan muy bien lo que he querido hacer, pero veo en otras que aún hay un recorrido, caminos abiertos por los cuales transitar.

-En una de ellas, Isla II, se aleja mucho del motivo: es casi exclusivamente una masa monocroma de pintura. ¿Le tienta tienta ese camino, ese salir del mundo de la figura, volar en una atmósfera más aérea, más lejana?

-Sí, sí. Esas islas imaginarias me interesan bastante. Hay una sensación de viaje, algo onírico, una reflexión y un alejamiento del motivo. Esa es quizá la pintura más metafísica de la exposición y hay en ella un camino abierto, un camino por explorar: islotes de textura que aparecen en cuadros azules como una especie de archipiélago lejano visto desde un avión que producen cierta extrañeza porque no sabes si es una gran isla vista desde muy lejos o un peñón en medio del océano. Eso me interesa bastante; ese punto zen, esquemático y reflexivo de la pintura. Ahí encuentro un camino bastante atractivo.

-Es usted un pintor con una madurez técnica muy precoz. ¿Sigue aprendiendo mucho o ha tenido también que desaprender?

El otro día, hablando con un pintor, le contaba que hay veces que hay que pintar mal a propósito para tener un problema que resolver. Todos los procesos de trabajo en todas las series tienen detrás unas técnicas que son más o menos las mismas, pero intento siempre que la forma de comenzar la obra sea distinta, y al final siempre surgen cosas distintas. Es decir, he tenido que hacer aquello que no se debe de hacer para encontrar en ello un problema que resolver, y en esa solución aportar algo nuevo a partir del propio problema. Al final, eso es lo que me atrae de pintar.

-¿Plantearse crisis y resolver retos?

-Totalmente. Porque al final, llegar a la imagen es relativamente fácil si tienes cierta técnica. Cualquier pintor que tenga cierta destreza puede pintar algo de forma más o menos inmediata, sabiendo incluso que aquello que quiere hacer puede hacerlo con cierta categoría. En este caso, para mí sería fácil llenar un lienzo de azul, tirar unas texturas y poner encima la figura, la roca. Pero lo que me gusta es que haya debajo todo un sedimento de problemas, todos los repintes, las correcciones, los distintos tonos que desaparecen y que no sabes porque están ahí, porque el cuadro pretendía contar otra cosa… Toda esa generación del proceso, todo ese desaprendizaje de algún modo, es a la vez aprendizaje. El acto de pintar incluye la resolución del problema. Hay que hacer que eso que hay debajo florezca, que esos cuadros tengan órganos, tengan esqueleto y finalmente esa piel del cuadro que es tan atractiva para los que nos gusta la pintura, y tan necesaria: músculo, fortaleza y piel. Eso es lo que logras.

-Entonces, estos islotes serían casi un símbolo sobre esa forma de pintar: masas visibles que emergen de un fondo de pintura y que sugieren algo invisible debajo...

-Justo. Quiero que la gente perciba que ahí hay algo sólido, profundo, contundente, y que lo que vemos es solo una parte, la metáfora de algo que está oculta, que está debajo.

-Hace unos meses publicamos una encuesta, en la que participó, sobre la situación económica de los artistas asturianos. ¿Llegó a ver el resultado?

-Sí, y me pareció desolador.

-¿Qué reflexión le merece?

-Es algo complejo, sugiere muchas reflexiones. Por un lado, solemos tener la idea que el mercado del arte español es un mercado de referencia y muy atractivo, pero en realidad es muy pobre, muy escueto. Y luego, tenemos una gran cantidad de artistas a los que la crisis deja en una situación muy precaria, junto a un cambio general en el cual la calle ya no es lo importante, sino que lo importante es lo que sucede online, el mercado global. Los coleccionistas lo son ahora de aquello que les gusta, no es un coleccionismo centrado en un área geográfica determinada… Yo, que intento ser activo en redes sociales e incorporarme a este bum tecnológico, y que no soy de los que más metido está en ello, me doy cuenta de que eso es importante. Hay muchos artistas asturianos cuya obra me interesa mucho y que, por circunstancias, no puedo ver en directo, pero encuentro que la red apenas ofrece posibilidades de ver su obra. Eso hace que nuestro talento, que es mucho, muy variado y con mucha relación entre sí, apenas sea conocido fuera y por tanto apenas puedan sobrevivir con su trabajo. Además, Asturias ha quedado empobrecida en el ámbito galerístico y eso hace que a los artistas les sea más difícil mostrar lo que hacen.