¿Por qué queremos tanto a Nora?

CULTURA

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La prosa de Nora Ephron vive una segunda juventud en España. Su única novela y sus colecciones de artículos se han convertido en una razón más para admirarla

02 mar 2024 . Actualizado a las 11:49 h.

A Nora Ephron le encantaba la cocina. Tanto, que en la novela Se acabó el pastel, divertidísima crónica de su divorcio del legendario periodista Carl Bernstein, su alter ego es una escritora de libros de recetas. Y de ellas va salpicando esta irónica historia de infidelidad y cocina, en la que cualquier cinéfilo puede poner los rostros de Meryl Streep y Jack Nicholson a los protagonistas, ya que ellos les dieron vida en la estupenda adaptación que dirigió  Mike Nichols con guion de la propia autora. El periodismo, la cocina y el cine: tres ingredientes claves en la vida de Ephron, a quien debemos guiones icónicos, Cuando Harry encontró a Sally como máximo exponente, por el que recibió una nominación al Óscar. Dos más sumaría en su carrera, por los guiones de Sylkwood y por Algo para recordar. Guionista, productora, directora de un puñado de películas (de Esta es mi vida, en 1992, a Julie y Julia, en el 2009), a Ephron la queríamos por su cine. Pero desde hace unos años, en España nos hemos enamorado de su prosa.

Del correo a la Casa Blanca

No es casualidad que Sally y Harry se conozcan camino de Nueva York, y que en esta ciudad se hagan amigos primero y se enamoren después. No lo es que el Empire State sea un punto crucial en Algo para recordar, uno de sus grandes éxitos, como guionista y directora. No lo es que en el tan innecesario como agradable remake de El bazar de las sorpresas que es Tienes un email, Meg Ryan y Tom Hanks se encuentren en The Garden People. Nora Ephron había nacido en esa misma ciudad en 1941, y allí comenzó su carrera como periodista... repartiendo el correo en la revista Newsweek. De allí pasó al New York Post y confirmó, cuenta en No me acuerdo de nada, que Nueva York era «un lugar en el que podría llegar a ser lo único que valía la pena: periodista». Escribió en el Post, fue becaria de prensa en la Casa Blanca de JFK, y de allí pasaría a las revistas en las que forjó un estilo propio marcado por el humor, una fabulosa capacidad de observación, y el ingenio con el que describe a todo el que se cruza con ella, en la vida, el trabajo, o el restaurante de la esquina. Y sí, sabíamos por sus películas que el humor era su mejor baza. Pero es leyendo cualquiera de sus libros como descubrimos una de sus mejores virtudes: la capacidad de reírse de sí misma. De su cuerpo, de sus manías, de su familia, de sus parejas y sus terapeutas. No importa que hable de las arrugas del cuello, de la infidelidad, de una receta fallida, o del edificio Apthorp, en el que alquiló un piso de renta controlada y que, le gustaba contar, la salvó del drama de la separación. Leyendo su descripción del edificio, de sus pintorescos vecinos e incluso de los administradores, cómo no pensar en la fauna que habita la serie Solo asesinatos en el edificio. Será porque, como decía la madre de Ephron, «todo es copia», cada vez que llegaba a casa con cualquier historia o sufrimiento aparentemente original. Así se llama, precisamente, el documental que dirigió su hijo, unos años después de la muerte de la escritora, y en el que indaga en la vida de su madre. Por aquí desfilan amigos, hermanas, exmaridos, actores y actrices... tratando de entender por qué Nora, que durante toda su carrera se había abierto en canal, ocultó su enfermedad prácticamente a todo su entorno, «como un acto privado», dice Meryl Streep.

Nora Ephron murió demasiado pronto, en el 2012, y en España parece que hemos descubierto su prosa demasiado tarde. Hace solo dos años, Libros del Asteroide publicó en España No me acuerdo de nada. Y el año pasado, No me gusta mi cuello. La editorial Anagrama, que había publicado Se acabó el pastel en 1984, reeditó la novela en el 2022. En la misma editorial se ha publicado Ensalada loca, que la consagró en su país como una escritora aguda, divertidísima. Quién, si no ella, se atrevería a estampar una tarta de lima (deliciosa, comprobado) en la cara de un Pulitzer.