Jedet: «En la época de La Veneno lo irreverente se premiaba, hoy se castiga»

CULTURA

Gonza Gallego

Interpretar a La Veneno la catapultó a la fama. Con todo lo que ello conlleva. Su exposición pública, su denuncia por agresión sexual en los Feroz y su proceso de transicionar de género la situaron al límite del colapso. La familia y la música han sido sus tablas de salvación

17 abr 2024 . Actualizado a las 16:22 h.

Detrás de la mujer de rompe y rasga que asoma en sus apariciones públicas o en el videoclip con La Zowi, hay un alma ultrasensible y herida, en proceso de sanación.

Alcanzó notoriedad Jedet como activista trans en redes sociales. Pero fue su interpretación de La Veneno en la serie de Los Javis la que la dio a conocer al gran público. Un premio Ondas se llevó en el 2020 por aquel papel. Inició entones el complejo proceso de transicionar de género, con múltiples cirugías, incluida una vaginoplastia. «O transicionaba o moría», llegó a confesar.

En el 2023 saltó de nuevo a la palestra tras denunciar al productor Javier Pérez por agresión sexual en la fiesta de los premios Feroz. Un episodio cuyas consecuencias intenta superar volcándose en la música. El pasado viernes publicó Mob Wibes, un tema grabado con La Zowi. «La Zowi es mi amiga desde hace 8 o 9 años y cuando se enteró de que yo quería hacer algo como más urbano, me dijo que quería apoyarme. Así que nos juntamos y el tema salió de una forma muy orgánica el primer y único día de estudio. Nos encantó y volvimos a reunirnos para grabar el videoclip, que en realidad es casi un corto», explica Jedet.

—¿Qué mensaje queríais transmitir con ese impactante videoclip?

—El decir: «Vamos a darle la vuelta a la película». ¿Por qué tenemos que ser nosotras siempre las objeto? La canción habla de que no solo no nos vamos a pelear por un hombre, sino que vamos a usarlo a nuestro gusto. El vídeo también es una crítica al sistema, a por qué tienes que someterte a un marido que te haga infeliz. Pues no, contrata a dos sicarias y nos los cargamos a domicilio.

—¿Qué quieres proponer y a dónde quieres llegar en la música?

—Quiero crecer a la hora de producir y componer. Que ya lo estoy haciendo, porque yo estoy detrás de cada letra, de cada máster, de cada vídeo, de cada look... En el estudio es donde más feliz y más confiada me siento. Mi objetivo también es demostrar que una mujer trans puede ocupar el mismo sitio que cualquier otro artista musical, aunque se nos niegue. En ese sentido, digamos que lo que estoy haciendo es también por las que vendrán después de mí. Porque si te pregunto por diez cantantes trans exitosas en el mundo, como mucho me dirás dos: Kim Petras y Villano Antillano. Pues yo estoy dispuesta a ser la siguiente, y voy a luchar por ello.

—Te he escuchado decir que antes eras más soñadora y más rebelde. ¿Llega a haber momentos en los que tienes la tentación de tirar la toalla y dejar de luchar?

—Sí, claro. Anoche sin ir más lejos. Pero hoy me levanto y digo: «Vamos a comernos el puto mundo. No olvides tu objetivo y sigue currándotelo, porque en algún momento esto va a explotar y tú tienes que seguir dando lo mejor de ti. Y si no explota, qué más da, para ti ya ha explotado. Tú ya estás haciendo lo que soñabas de niña, y lo estás haciendo con dignidad y con mucho amor».

—¿Cómo era la Jedet niña?

—El mundo me parecía tan raro... No entendía nada, así que yo vivía en mi mundo de fantasía. Me pasaba el día escuchando música, cantando, viendo películas, haciendo conciertos para mis abuelas, leyendo, dibujando... Esa era mi vida. Soñaba con ser justo lo que soy hoy.

—¿Qué música escuchabas?

—Escuchaba a Britney y a las Spice, pero también a Camarón y a Paco de Lucía. Luego, mi tío era superfán de Red Hot Chili Peppers y de Nirvana, y también los escuchaba... Así he salido yo, que no sé por dónde me da el aire (se ríe).

—¿Y qué escuchas ahora?

—Ahora escucho mucho trap y rap. Estoy obsesionada con Sexyy Red, con Cardi B, me encanta Ice Spice, Las Chuches, los discos del principio de La Mala... Y, por supuesto, siempre vuelvo al flamenco.

—El gran público te conoció por La Veneno. ¿Crees que un personaje como ella se aceptaría hoy como se aceptó hace 30 años y que podría estar presente en un programa de máxima audiencia?

—Yo creo que no, pero no tanto por su género, sino porque hoy en día no se permiten ciertas declaraciones y ciertas formas. En aquel momento lo irreverente se premiaba, y hoy en día se castiga. Por eso tampoco creo que un programa como Crónicas Marcianas o un Mississippi ahora pudiesen existir. Hoy lo que se impone es lo políticamente correcto.

—En el caso de la comunidad trans, ¿tenéis la sensación de que se están dando pasos atrás?

—Desde luego. Si no piensas como ellos quieren que pienses, te crucifican.

—En un antiguo post en tus redes decías que mostrar tus debilidades era dar carnaza y afilar los cuchillos a los que te critican. ¿Lo sigues pensando hoy?

—Sí, por eso ya no lo hago. No comparto nada de mi vida privada en redes. Mira, con mi pareja, con la que llevo año y medio, solo he subido una foto y en la que no se ve ni quién es. Antes compartía todo. Lo que pensaba, lo que no pensaba, todo lo que hacía en el día... No tenía pelos en la lengua. Y eso, al final, se acabó volviendo en mi contra. Sobre todo, en contra de mi salud mental. Así que seguiré siendo irreverente pero no lo voy a proclamar a los cuatro vientos. 

—¿Cuáles son hoy tus demonios?

—El síndrome del impostor, el que soy un fracaso, que no sirvo para nada, que no tengo talento, que estoy acabada... Todo eso vive constantemente en mi cabeza.

—¿Y quiénes son tus ángeles?

—Mi familia. Básicamente mi madre, mi yaya y mi perrita.

—Cuando estabas en el proceso de transicionar llegaste a decir que «o transicionar o morir». ¿Tan grande llega a ser la angustia?

—Sí, claro. Yo es que me quería morir. Literalmente. No entendía qué hacía aquí. De hecho, tomé algunas malas e inconscientes decisiones, que si no llega a ser porque tuve la suerte que tuve, no estaría hoy aquí hablando contigo.

—¿Y ahora en qué momento estás?

—Estoy muy tranquila, en un momento de paz, de estar centrada, de hacer lo que realmente me gusta y de pasar de lo que no me aporta. A todos los niveles.

—Tú que has pasado por la durísima experiencia de transicionar, pero que la has superado o estás en trance de superarla, ¿qué les dirías a los padres que tienen un hijo o una hija que se encuentra en esa situación?

—Les diría que igual que estaban felices cuando lo tenían en su barriguita, que lo quieran igual, con esa misma ilusión y ese amor incondicional.Que un hijo no se deja de querer porque tenga una identidad sexual distinta a la que esperaban o un género distinto al que le asignaron al nacer. Les diría que lo apoyen, que sean pacientes, que traten de entenderlo y que busquen la asistencia de profesionales para que les ayuden a gestionarlo de la mejor manera posible, sin herir ni traumatizar a su hijo. En una situación así, el apoyo de la familia es trascendental. Yo tengo muchas conocidas que han tenido una vida muy marginal por culpa de que no han tenido el apoyo de sus familias. Viven traumatizadas y van de relación tóxica en relación tóxica, porque no se aman a sí mismas, precisamente porque no han conocido el amor desde pequeñas.

—¿Cómo está el caso de tu denuncia por agresión sexual en los Feroz?

—Sigue pendiente de resolución judicial. Para mí es un tema muy doloroso porque no fui yo quien lo hizo público. Lo hicieron por mí. Yo no quería hacerlo público, precisamente para que no me preguntaran por ello todo el rato y toda mi vida.

—En cualquier caso, creaste un precedente. Mira lo que ha pasado este año con las denuncias contra Carlos Vermut.

—Ya, pero es que yo no quería ser precedente, ni modelo a seguir. Yo quería mi vida tranquila y ser una ciudadana normal y corriente. Por eso no me gustó que se hiciera público. De hecho, luego se me ha puesto mucho en duda a raíz de eso.

—¿Tienes la sensación de que todo lo que haces es analizado al microscopio?

—Quizá antes sí lo sentía más, ahora lo veo desde otro punto de vista y desde la madurez. Cuando vas haciéndote mayor, el ego se va rebajando. Y yo ahora entiendo que, como no soy el centro del mundo de nadie, no es tan importante lo que haga. Puedo gustarle a alguien o no. Puedo caerle mal a alguien o no. Puede parecerle mal a alguien lo que he hecho o no. Pero no soy tan importante en su vida. Nadie me mira con un microscopio porque tienen cosas mejores que hacer. Y a mí, mientras yo esté tranquila, rodeada de mis seres queridos y contenta con lo que hago, ya me da igual lo que piensen de mí.

—¿Eres provocadora?

—No, de verdad que no. Yo hago las cosas tal y como las siento y como me gustan a la hora de expresarme. Y hago las cosas que me divierten. Por ejemplo, el vídeo con La Zowi a mí me divertía mucho. En ningún momento estoy pensando en que esté provocando nada. Pero, claro, es que al final vivimos en una sociedad en la que aunque tú no quieras provocar, la gente enseguida se siente amenazada. Yo soy una persona muy tradicional en cuanto a los valores. Por ejemplo, yo nunca hablo de sexo en mi vida privada.

—¿Eres religiosa?

—Yo sí. Yo rezo todas las noches antes de dormir.

—¿Te gustaría formar una familia, digamos, tradicional y tener hijos?

—Sí, yo quiero ser mamá. Siempre he sido muy maternal. Con mis amigas, con mis mascotas... Soy muy protectora. Cuando hay bebés soy muy paciente. No sé... Los niños de mis amigas me hacen muy feliz. Creo que sería una buena madre. Aunque luego miro cómo está el mundo y quizá se me pasan un poco las ganas.